Relatos del Bosque Rojo

Tres aviones por cabeza

Aun no creo que haya sido tan estúpido como para extraviarme… no, lo rechazo totalmente.

“Escribe como llegaste aquí, y tal vez logres encontrar el camino de vuelta”, me dijo una voz. Pero no estoy seguro de poder confiar en esta.

Debería estar ahora mismo en la base A-6, como se tenía planeado… pero en lugar de eso estoy en medio de un bosque otoñal. ¿Cómo es que terminé aquí?

Es increíble cuanto menos, no existen lugares así cerca de la base militar… ni siquiera en el país entero. Podría afirmar con total certeza que me encuentro en Europa o en un lugar parecido… si esto no es un sueño lúcido, o el purgatorio.

Debo admitir que maldecí a todo pulmón cuando no pude encontrar mi avión en el lugar en el que lo había dejado. Es surreal, solo me alejé unos cuantos metros, y apenas regresé a ver, no solo había desaparecido mi máquina de matar… sino que todo un océano también.

Perdóname Dios, rezaré todo lo que pueda desde aquí… ruego por tu perdón, y si esta es una de tus pruebas, tendré fe en que podré pasarla. Oh cuán grande es tu sabiduría y tu misericordia, bajo tu bendición es que logré el éxito en la vida. Y es por eso que no debería cuestionar ahora ni nunca tus decisiones, sería así solamente un hijo malagradecido.

Si eres tú quien me está hablando, y no la serpiente del mal, entonces accederé a contarte como llegue aquí, aunque tú todo lo sabes, aceptarás de igual manera mi humilde relato porque me quieres, tanto como yo a ti… no es cierto, tu amor es infinito.

Bien, todo comenzó cuando mi tostada con mermelada cayó al piso, como así lo quisiste oh señor, del lado del aderezo. La razón era simple, anunciaron por el megáfono una reunión urgente, y me sobresalté por estar demasiado concentrado en mi desayuno.

Apenas y tuve tiempo para limpiar el desastre, por lo que a estas alturas del día estoy más que seguro de que un poco de la mancha original sigue ahí. No importa de todas maneras, no es tan grave, lo relevante en ese instante era la reunión, así que acudí a ella junto a mis demás compañeros.

Nos comunicaron entonces las órdenes que teníamos que seguir, la estrategia ya había sido decidida por nuestros superiores, y nosotros solo teníamos que ejecutarla. “Prepárense para despegar en cuatro horas”, fue lo último que se nos dijo referente al tema. Y a pesar de ello,  y como era de esperarse, ninguno de los pilotos tuvimos otra cosa en la cabeza más que la misión que teníamos que ejecutar.

“Los atacaremos de sorpresa, si claro… esto es un movimiento de pura venganza nada más… yo creo que lo más conveniente hubiera sido esperar una semana o dos para idear el plan perfecto” dijo Mike, el insensato Mike, mientras todos retomábamos nerviosamente nuestra comida.

“¡Guarda silencio!”… le gritó muy nervioso Karl, el pobre y nervioso Karl. “No debemos decir nada del plan hasta llegado el momento, y si es posible, nunca… y bueno, si me preguntan a mí, yo creo que esta estrategia es brillante.”

Desde ese instante hasta abordar nuestras aves de metal pocas palabras más se oyeron, una vez más íbamos a arriesgar nuestra vida por el honor de un pedazo de tierra. Uno bendecido por Dios, por cierto.

Nunca me gustó que el agua salada estuviera constantemente salpicando por todas partes en el portaviones, una cosa era la lluvia, y otra muy diferente, la inmunda agua de peces sobre mi rostro.

Entonces miré con alivio mi avioncito, lleno de raspones y pequeñas abolladuras, pero aún bastante funcional. De los mejores, siempre… por no decir que era el conspicuo en su clase.

“Nos triplican en número” fue lo que más nos había quedado claro de todo el entramado del plan, “Tendrán que atenerse a derribar tres cuervos cada uno, no menos”.

Estaba listo, todos lo estábamos, en cinco minutos partiríamos hacia las nubes, un poco más cerca del reino del Señor.

El primer grupo empezó a calentar motores, y no mucho después partió con rapidez hacia el horizonte, hasta convertirse en nada más que pequeñas manchas irreconocibles, verdaderos OVNIS. El segundo grupo, al que pertenecía yo, tuvo que esperar un poco más, y en eso aproveché para santiguarme por enésima vez. No me bastaba con tener un pequeño frasco de agua bendita colgado en el techo, tenía que reafirmar mi devoción de alguna manera. Y bueno, en caso de que el frasquito se desprendiera, no corría peligro de romperse, pues era de un plástico bastante resistente, el daño máximo que podía causar, era el de golpearme en algún lado de mi cuerpo de decidir zafarse de la soga.

Era hora, había llegado el momento, y como si no tuviera nada mejor que hacer, puse mis manos en donde debía y aceleré hasta alcanzar una velocidad vertiginosa, para así elevarme por los aires casi al unísono que mis compañeros.

Los movimientos debían ser fríamente calculados, alguna pequeña desviación en nuestra trayectoria, y seríamos detectados por el enemigo. Un par de pies al noroeste demás, y volábamos en pedazos.

Nuestras maniobras requerían de tal precisión, que no exagero cuando digo que nuestra vida dependía de nuestra capacidad para ejecutar a la perfección lo que se nos había ordenado. Era sin duda emocionante, pero la mejor parte aun no comenzaba, habíamos ya dejado atrás los portaviones que habían recorrido tantas millas con nosotros, y ahora nos dirigíamos hacia aguas hostiles. La adrenalina comenzaba a hacerse notar.

La neblina que había surgido sobre un largo tramo del mar había sido también pronosticada, por lo que cuando empezó a llover nadie se sorprendió y continuamos todos con el protocolo establecido.

Como también se había anunciado, no nos encontramos con ninguna flota ni cuervos hasta haber recorrido mil quinientas millas. Pero ahora ya se podían detectar en el radar, y ellos también habían notado nuestra presencia, era parte del plan, lo único que quedaba por hacer era entrar a la acción.



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En el texto hay: tragedia, flores, aventura misterio

Editado: 24.02.2021

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