Relatos del Bosque Rojo

Mi vecino Henry

Muy bien, ¿cómo debería empezar a contar todo esto? ¿Debería poner algo relacionado con mi nacimiento, o ir directo al grano? ¿Debería siquiera presentarme? No sé por qué, pero al presionar la pluma con tinta sobre estas páginas tan viejas, siento que estoy firmando alguna especie de contrato. ¿Alguien de aquí puede decirme qué está sucediendo? Me siento tan desorientado y anonadado, que ni siquiera puedo pensar en relajarme en esta silla tan cómoda sobre la que estoy sentado. Y eso… eso es grave.

Bueno, ya lo he decidido, y he llegado a la conclusión de que no quiero perder tiempo en escribir detalles inútiles, así que comenzaré mi relato por donde me dé la gana, esperando que al final no se me haga todo un enredo al omitir acontecimientos importantes del pasado.

Henry llevaba para ese entonces cinco días viviendo a una cuadra de mi casa. Con su manera de ser, aparentemente calmada, no llegó a generar mayor problema en el vecindario. Y aquello era, principalmente, porque no solía acercarme a mí. No es que yo fuera alguien conflictivo ni mucho menos, la cosa se puso fea únicamente por aquella extraña fuerza de calamidades, que empezó a azotarnos a todos una vez que empecé a saludarlo todas las mañanas.

“Buenos días, Henry” Le dije aquella mañana, cuando me encontraba de camino a la panadería. Él, como era de esperarse, me devolvió el saludo, pero para ello tuvo que alzar la mirada, y quitar la atención de los arbustos que estaba podando.

¡Zas!, de un tirón había abierto con su tijera un hueco en la manguera que terminaba en el aspersor del lado opuesto del jardín, y me empapó todo. Era extraño, cuanto menos, que de todas las direcciones posibles que podía haber tomado aquel chorro, hubiera escogido justamente la que terminaba en mí. No le di mayor importancia al  asunto al principio porque se trataba únicamente de un pequeño descuido inofensivo, pero después de haber regresado a mi casa a por ropa seca, y haber vuelto finalmente a pasar por un lado del jardín de Henry, tres tejas del techo de su casa se desprendieron sin previo aviso para ir a parar a escasos centímetros de su cabeza. Estoy completamente seguro de que el viento siquiera soplaba, y de que ningún gato había, de improviso, saltado de un árbol hacia el tejado, así que me quedé tan confundido como el dueño de las tejas por lo sucedido, pero tras comprobar que no le había sucedido nada, procedí a reanudar mi marcha hacia la panadería.

De regreso a mi casa, y tras haber cumplido mi misión con éxito, pasé una última vez ese día junto a la casa del nuevo hombre del vecindario, pero como parecía haberse ausentado, no me detuve a observar si había recogido siquiera los trozos de teja que habían quedado sobre el césped tras el incidente.

No volví a ver a Henry entonces hasta una semana después, cuando en medio de una parrillada que había organizado con mis compañeros de trabajo, apareció sin previo aviso con la intención de querer comprarme un poco de hielo.

“Lo que sucede es que no queda nada en ninguna tienda de por aquí” Me explicó.

“Pero entonces… ¿me estás diciendo que no puedes congelar un poco de agua en tu refrigerador?” Le pregunté, desconcertado.

“Aún no he logrado comprar uno”. Parecía sincero, así que le invité a que pasara a mi cocina para sacar aquellos pequeños cubitos de hielo de la parte superior del congelador.

“¿Cuántos necesitas?” Le pregunté. Pero antes de que pudiera contestarme nada, un pájaro, que seguramente había entrado por una de las ventanas que tenía abiertas, se abalanzó sobre la pequeña cubeta de hielos y me la arrebató de las manos para luego irse volando por donde había venido.

Ahora, eso sí era extraño, pero por más que hubiera querido  encontrarle una explicación lógica a lo que acababa de acontecer en aquel momento, solo me limité a disculparme con Henry, para luego decirle que de todas maneras no le habría cobrado un centavo por los hielos, y que podía esperar lo mismo de los demás vecinos. Entonces, y en justificado shock, el sujeto se despidió y se dirigió cabizbajo a la morada de alguien más, esperando que allí ningún pájaro le frustrara sus planes de enfriar su limonada casera.

Me enteré por terceros un día que el hombre había decidió ponerse un puesto de limonada, y como buen vecino, fui a visitarlo una mañana del recién empezado verano. Me explicó entonces, que desde aquel día de la parrillada todo le había ido de maravilla, había conseguido comprar un refrigerador al fin, y con este había podido hacer sus propios hielos para enfriar su brebaje experimental, que hasta hace solo unos días, había sido siempre desagradablemente amargo.

“El problema estaba, básicamente, en que licuaba todo por demasiado tiempo, y entonces las pepas de los limones se deshacían y pasaban su amargo al resto de la bebida. ¡Sólo probándola podrás comprobar que al fin tiene buen sabor!”

El hombre me extendió el vaso con el líquido amarillento, pero cuando estaba a punto de llevármelo a la boza, un perro que había salido de la nada se atravesó en mis piernas, haciéndome tropezar y regar todo al suelo en el acto. Por fortuna, el vaso era de plástico, y tras haber oído las disculpas de la dueña del animal por cinco minutos seguidos, Henry me volvió  a servir la bebida. Pude comprobar entonces que, como él mismo lo había dicho antes, tenía un sabor agradable.

Después de haberlo felicitado por su emprendimiento, y de haber charlado de cosas de la vida por un buen tiempo, volví a mi hogar, para darme cuenta luego de que mi celular había desaparecido. Volví al puesto de limonada, pero nada, no había rastro alguno de mi aparato, era extraño, porque no había recordado sacarlo en  ningún momento del bolsillo de mi pantalón. Y apenas y había interactuado con gente en lo que iba del día, así que era extremadamente improbable que me lo hubiesen robado. “Quizá cuando me tropecé lo tiré al suelo y esa mujer se lo llevó… después de todo, ahora los ladrones se la ingenian como sea para llevar a cabo su cometido. No me sorprendería que en realidad el perro estuviera entrenado para ser cómplice de tales fechorías.” Tenía un par de teorías más acerca del posible paradero de mi celular… pero no les di mayor importancia en los días venideros porque no tarde en adquirir un nuevo aparato, que desde luego, vigilé con más recelo.



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En el texto hay: tragedia, flores, aventura misterio

Editado: 24.02.2021

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