Relatos del Bosque Rojo

Luz de la estrella azul

¿Qué es lo que más me preocupa?, no poder regresar a mi hogar, no poder volver a pisar lo que alguna vez fue casa de todos y cada uno de los seres que conozco. No quiero rendirme a la desesperación, pero esta situación me tiene preocupado, como ya lo mencioné. Y tengo mis razones para ello.

He caído en una trampa mortal diseñada específicamente para personas como yo. Soy, ahora mismo, una mosca dentro de una planta carnívora, sin esperanza alguna de poder retornar a mi vida normal.

Intentaré distraerme por este medio, escribiendo, ya que no he encontrado forma efectiva de interactuar con el entorno a parte de este libro. Nada a mi alrededor se puede resquebrajar, doblar, o siquiera moldear. De lo que parece estar hecho este ecosistema, es de una especie de estructuras de metal fundido. Lo que deberían hacer las ramas de estos árboles, es ceder a la fuerza de mis brazos y mis manos cuando intento romperlas, pero es imposible lograr algo así. De hecho, creo que si hubiera seguido forcejeando de esa manera, hubiera terminado lesionado de algún modo.

 

*   *   *

 

Tras volver de la Luna, lo primero que se me informó, fue que formaría parte de la nueva misión interestelar. Y a pesar de que llevaba esperando aquella noticia ya mucho tiempo, no pude evitar sentirme emocionado, y un tanto aterrado a la vez.

Los preparativos habían estado en marcha ya por muchos años, desde el día en el que se descubrió Zaria, para ser precisos. Estos incluyeron, al principio, simples hipótesis y teorizaciones, sustentadas por cálculos no demasiado precisos. Pero a medida que se le fue dedicando más tiempo a la investigación del exoplaneta, pudieron descubrirse nuevos datos, que  fueron puestos a prueba una y otra vez, para luego ser almacenados por la computadora en un rincón especial de la base de datos.

Una de las primeras cosas que se supo del cuerpo rocoso, aparte de que existía, fue que era una Súper Tierra de dimensiones extraordinarias. Esto motivó a los expertos en el tema a indagar más sobre su extraña naturaleza, porque a pesar de que las Súper Tierras eran algo común en los sistemas estelares, su particular ubicación con respecto a su estrella, su inclinación, y más que nada, su insólita órbita, llamaban la atención incluso de quienes no se dedicaban a la investigación de los exoplanetas.

La verdad es que Zaria estuvo a punto de ser bautizada como Kepler-B4S5, como era tradición para los planetas descubiertos por el telescopio del mismo nombre. Pero tras ver que se trataba de un cuerpo rocoso muy especial, decidieron darle un nombre más original.

“Dados” en griego no fue escogido al azar. La naturaleza del cuerpo era tan impredecible, que no había mejor manera de describirlo que con el nombre de aquel objeto de seis caras. Por nombrar unos cuantos sucesos que desconcertaron a los estudiosos, está el hecho de que la tercera vez que se calculó su órbita alrededor de su Gigante Azul, los números se disparataron e indicaron que la distancia que la separaba de su estrella era dos veces mayor que la última vez.

¿Cómo era esto posible? Nadie lo sabía explicar. Pero el desconcierto no terminó allí. Otra de las cosas inexplicables era el cambio de color que sufría su superficie cada vez que abandonaba la zona habitable. ¿Cómo demonios pasaba de ser un cuerpo totalmente grisáceo con tintes violetas a convertirse en una bola de billar naranja? Y no, el hielo de su superficie no lo explicaba.

Cuando al fin empezábamos a notar patrones en su comportamiento, lo cambiaba por completo. “¿Creías que me mantendría en esta estrella? ¡Pues me mudo a la siguiente!” Al parecer nos dijo Zaria cuando un día la descubrimos en medio de la nada y al siguiente orbitando la Enana Roja vecina.

“Es una nave extraterrestre” Sentenciaban algunos, y yo llegue a compartir esta moción en su día. Pero si algo nos había demostrado la poca evidencia verídica que teníamos sobre este cuerpo, es que era un planeta, aunque a veces pareciera comportarse como cualquier otra cosa.

“Ya verás un día de estos cómo se convierte en un planeta gaseoso” Decían. Pero ese día nunca llegó, Detuvo, en relación a la estrella su órbita en seco, lanzó rayos de todas las frecuencias en todas direcciones y adquirió tantos satélites como los que perdió, pero nunca llegó a presentar la composición, o siquiera la apariencia de los cuerpos como Júpiter, o Saturno.

“Se acabó” Dijo un día el Director de Operaciones Espaciales. “¡Surcaremos el espacio hasta llegar a la nueva Gigante Azul si eso nos permite desentrañar de una vez por todas los secretos que guarda Zaria!”

Y así lo hicimos. Se modificaron los diseños de las naves interestelares y se iniciaron las pruebas. Primero estallaron, luego se elevaron y se incendiaron en el aire, y finalmente, diez años más tarde, despegaron con la potencia y rapidez que debían tener para alcanzar el objetivo final.

Aquel no era el primer viaje interestelar de la humanidad, puesto que ya hace mucho que Próxima Centauri y otras estrellas cercanas al Sol se habían convertido en un destino recurrente para los homo sapiens. Aquel era el primer viaje intergaláctico, y no había mejor destino para ello que la rebelde Zaria.

La cuenta atrás se había iniciado, y esos últimos segundos de espera se convirtieron en los segundos más tensos de toda mi vida. ¿Un viaje de veinte años? Sonaba a una eternidad, pero la hibernación los haría esfumarse como el par de minutos que tardas en ir a la tienda y volver. Éste último pensamiento me tranquilizó un poco, y ya con los ojos cerrados, pude disfrutar del último segundo que tendría en la Tierra en cincuenta años. Eso, si lograba volver.

No tardamos en dejar nuestro planeta atrás, es más, nuestro sistema solar se había desvanecido en tan solo unos meses. Así que al llegar el año a bordo de la monstruosa Kalinka-VII, nadie se preocupó realmente en saber cuanta distancia habíamos recorrido, pues era simplemente inconcebible.



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En el texto hay: tragedia, flores, aventura misterio

Editado: 24.02.2021

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