Relatos Desde Ningún Siglo

Archivo Actualis: El Colegio

Volver sudada al salón, después de dar clase de Educación Física, me provoca una sensación repulsiva. Estar pegajosa, olorosa y toda sudada me hace sentir asco hacia mi misma. Así que, antes de ir a mi salón de clase. Siempre me dirijo al baño del Bloque 1A para sacarme el sudor con una toalla que traigo en mi bolso.
La cancha de deportes está algo retirada del Bloque 1A. Es bastante normal considerando que este institución es la única de bachillerato en todo el pueblo.
No se sabe el año exacto de su fundación y en Internet solo hay información difusa y noticias de acoso hacia profesoras y estudiantes. Sin embargo, la institución si es reconocida por el Estado. Pese a todo, la institución está construido prácticamente a las salidas del pueblo, aprovechando un inmenso pastoral para construirla y hacer que albergue a miles de estudiantes de kinder hasta bachillerato.
Y, la cancha de deportes, fue construida alejada de la carretera, muy contraria al Bloque 1A en donde yo daba clases y me iba a asear rápidamente. Al llegar al baño, lo primero que hago es encerrarme en un cubículo para quitarme la ropa de educación física y secarme el sudor de todo el cuerpo.
–Esta escuela de mierda debería tener un cuarto de cambiado- chasquié mis dientes por fastidio.
Mientras estaba terminado de secarme el sudor y en lo que me ponía la ropa. Escuché como alguien entraba al baño. No me preocupé tanto hasta que oí la voz de un hombre. Un tono carrasposo y grave que chirriaba en los oídos y, detrás de él, la voz de una joven más o menos de mi edad.
Rápidamente guarde silencio y traté de ocultar mi presencia. Puede oír como el hombre le decía a la joven que hacía tiempo quería repetir lo de aquella vez. Escuchar eso provocó una reacción de arcadas en mí, quería vomitar. Sentía cómo mis jugos estomacales subían por mi esófago y quemaban mi garganta, pero logré contenerme. Un zumbido molesto se hizo presente en mis tímpanos, haciendo que nada más pudiera oír mi respiración y pulsaciones que, para variar, aumentaron de golpe.
Escuché un "click" y supe que se habían encerrado en algún cubículo del baño. Por instinto, mi mano se movió hacia el cerrojo de la puerta pero me detuve en seco. Por mi mente pasó la idea de esperar un minuto para poder salir y no generar sospecha.
Fue el minuto más incómodo de mi vida. Aquellos sonidos, el olor, las voces. Se quedaron clavadas en mi mente como una estaca. Apenas sentí que era prudente salir. Abrí el cerrojo con cautela y empujé la puerta con delicadeza. Me había metido al que estaba contiguo a la salida así que pude irme rápido y sin mucho ruido.
Continuar las clases fue sofocante. Sentía unas manos grandes y portentosas, rodeando mi cuello y apretando lenta y paulatinamente para dejarme sin aire. No pude concentrarme en todo el día.
Mi vuelta a casa fue rápida. Sin distracciones. Rechacé todo tipo de invitación e insistencia de mis amigas, las cuales estaban ansiosas por salir a comer antes de ir a casa. Mi mente estaba perdida después de la experiencia de la mañana. Llegué a casa y me fuí directo a la cama. Lo siguiente que supe fue que me llamaron para cenar.
–¿Cómo te fue hoy en la escuela, Nathaly?– preguntó mi padre mientras le daba un mordisco al pan que había preparado mi madre.
–Pues, hoy...- corté mi frase. El recuerdo de lo que sucedió en el baño se me cruzó por la cabeza.
Mi padre se dió cuenta de eso, bajando su comida y lanzandome una mirada preocupada, me preguntó que me pasaba.
–Nada... Es solo que fue un día difícil. Un tema nuevo que vimos en física me dejó abrumada -una mentira.
Con una sonrisa de satisfacción, mi padre me da unas palabras de apoyo y dirige su atención a mi madre. Comenzaron a hablar de plata, deudas y cosas que no eran de mi interés. Terminé mi cena, recogí, lavé mi plato y me fui a mi cuarto.
Encendí mi PC y me puse a jugar durante casi dos horas. Mi mente divagaba en aquel mundo virtual y me hacía olvidar la experiencia traumática de hoy. A eso de las 12 de la noche terminé mi sesión de juegos y me tumbé directo a la cama. No había revisado mi celular en toda la tarde y cuando lo hice, ví que tenía más de quinientos mensajes en el chat grupal de mis amigas.
Me dispuse a leer uno a uno y fue una de las lecturas más incómodas de todas.
En los mensajes, dos de mis amigas decían que se encontraron con unos tipos raros en el restaurante, que se les hacían conocidos de algún lado. Esos hombres le ofrecieron dinero a cambio de servicios sexuales y obviamente, ellas se negaron. Pero su insistencia fue muy abrumadora, que mis amigas tuvieron que irse corriendo de allí. Fueron hasta una estación de policía y esperaron un rato para asegurarse que no las seguían. Una de ellas, al volver a su casa, cuenta que vió a uno de esos hombre deambulando por una calle cercana a su casa como si fuera un zombie. Ella se asustó y tomó otro camino para llegar a su casa. Después de unos minutos, vió pasar frente a su casa a ese mismo hombre, pero esta vez con una compañera suya de las clases de refuerzo. Aquello la impactó de tal forma que vomitó.
Esa conversación me dejó perpleja. ¿Había una ola de pervertidos y pedófilos en el pueblo? ¿Tan de la nada? A pesar de las rarezas que se han reportado por años en el pueblo y los pocos crímenes que se cometen al año, es la primera vez que oigo algo sobre pedófilos. Más teniendo en cuenta que en la prisión del pueblo aplican castigos severos a esos seres.
Dejé el celular en la mesita de noche y, acomodandome. Me dispuse a dormir. Fue difícil, hacia más frío que de costumbre y el silencio no ayudaba a alejar la sensación de peligro que se había instalado en mí. Pero lentamente mis párpados caían sobre mis ojos y mi cuerpo se sentía pesado y difícil de mover.
No sé cuánto tiempo había pasado, pero me despertó una notificación de mi celular. Se me había olvidado quitarle el volumen. Al tomarlo y revisarlo, la luz azul me cegó por unos segundos y mientras mis pupilas se adaptaban a la luz. Noté como si algo hubiera pasado al frente de mi ventana. Me asusté tanto que salté de la cama.
Miré hacia esa dirección algunos segundos y no pasaba nada. Supuse que se trataba del sueño.
Abrí la notificación, que resultó ser un mensaje de una amiga.
"Nathy, lguien está afuera de mi casa"
La sangre se me heló al leer eso. La llamé en el acto, sin dudarlo.
–¡Tania! ¿Estas bien?- aquellas palabras salieron euforicamente de mi boca.
Atrás de la llamada podía escuchar a una persona sollozando, con dificultad para respirar el hiperventilada. Con una voz casi inaudible y muy entrecortada, me respondió.
–Sih... E'toy bien- le era difícil hablar. El miedo no la dejaba.
–Princesa... Escúchame, vé y despierta a tu hermana mayor y dile que hay alguien afuera- mi corazón se quería salir de mi pecho. Me sudaba la espalda y me comenzaba a faltar el aire. Tania era la misma persona que escribió en el grupo que vió a un hombre con una chica pasar por su casa a altas horas de la noche.
–Mi hermana salió de fiesta hoy...
Escuchar esas palabras me dejó en shock. Tania y su hermana vivían solas desde hace años. Su madre se quitó la vida tras ser secuestrada durante un mes y su padre las abandonó unos años después producto del trauma. Desde ese entonces, su hermana es la que mantiene su casa a flote.
–Escucha, no cuelgues la llamada, ¿okey?- dije para recortarla-. Le iré a avisar a mi padre y hermano para que vayan a ver.
Escuché un sonido de aprobación al otro lado del micrófono. Así que me levanté de mi cama y me dirigí a despertar a mi padre y hermano.
A la mañana siguiente, se informó a la policía del suceso. Mi padre no encontró a nadie afuera de la casa y de inmediato se llamó a la hermana de Tania para informar el suceso.
Ella y yo nos encontramos en la escuela y pude nota que ambas teníamos unas grandes ojeras producto de no haber dormido en toda la noche. La mañana de clases fue tortuosa. Me la pasé dormida casi todo el día.
A la hora de almuerzo, mis amigas y nos reunimos atrás del Bloque 1A para conversar un rato. Fueron palabras muy triviales y sin sentido. Pero noté que Tania estaba abrumada. La aparté del resto para que tomara aire y se relajara. Volvimos al salón y continuamos la jornada.
El resto de semana fue igual y de vuelta el Lunes, teníamos un evento cultural de agradecimiento al aparente fundador del pueblo. Lo curioso es que no se sabía su nombre, solo que fue un hombre. ¿Por qué honrabamos la memoria de alguien sin nombre? En fin, todos nos tuvimos que reunir en el auditorio.
Una vez allí, un hombre alto, viejo y desganado se paró al frente de los miles de estudiantes, tomó el micrófono y habló.
–Buenos días a todos los presentes...
Era la voz. Esa voz carrasposo y grave que chirriaba en los oídos que escuché en los baños hace una semana. No lo podía creer, ese hombre que están de pie frente a todos, era nada más y nada menos que el represente de los padres en el colegio y al mismo tiempo, director.
Salí corriendo del auditorio y me dirigí al baño más cercano a vomitar. Mis amigas me sugirieron y me auxiliaron. Les mentí diciendo que el desayuno me había caído mal. Volvimos al auditorio y escuchamos un discurso aburrido sobre el pueblo, su aparente fundador y la escuela. Fue la mayor tortura que he sentido.
Al terminar, ví como una chica se acercaba al representante, el cuál se había anunciado a su mismo como Osvaldo. Le susurró algo al oído y, frente a la vista de padres, alumnos, profesorados y demás, aquel hombre se la llevó con una mano en la cintura. Estaba atónita, ¿por qué nadie reaccionó?
–¡Julia! ¿Viste al tipo ese irse con aquella muchacha?
Julia, una de mis amigas, de giró hacia mí con los ojos abiertos de polo en polo y algo sobreexaltada.
–¿Cómo? ¡Ah, no, no lo ví! Perdón, estaba viendo mi celular.
Postré mi mirada en la pantalla de su celular, y ví como estaba viendo videos en redes. Miré a las demás y estaban igual. Saqué una excusa barata para irme y procedí a bajar hacia la tarima. En lo que bajaba, noté que la mayoría de personas en el auditorio, estaban en sus teléfonos, hablando entre amigos o haciendo otras cosas. Con razón nadie dijo nada.
Me fuí detrás del escenario en busca de Osvaldo y la chica. Un pasillo corto se dirigía a una puerta que según, era la entrada al backstage. Antes de entrar, sentí un leve frío subiendo y recorriendo mi espalda. Aquellas manos... Las manos que apretaban mi cuello, volvieron. Me era difícil respirar, mis pulmones estaban a punto de colapsar. Pero en un impulso ortogado por la adrenalina en mi sangre, abrí la puerta y una luz blanca de hospital me cegó.
Estaba en la cama de un hospital. Mis ojos molestaban, y mi cabeza dolía. Me incorporé a duras penas y ví a mis padres sentados al lado. Se alegraron de que despertara y me abrazaron fuerte los dos. Me quejé del dolor. Pasé suavemente mi mano por mi cabeza, y sentí unas vendas. Mirando a mis padres que ya estaban más tranquilos, les pregunté que me había pasado.
Al parecer había sido encontrada en la salida de emergencia del auditorio desmayada, con la cabeza sangrando. Lo último que recuerdo es que entré al backstage siguiendo a Osvaldo...
–¡Osvaldo!- grité al recordar el nombre
Mis padres se miraron entre sí y después a mí, preguntándome que tenía. Les conté lo poco que lograba recordar y su contestación me dejó fría. El representante de padres no se llamaba Osvaldo y mucho menos era el director del colegio. Pensé por unos minutos, con la cabeza aún dolida y el cuello entumecido.
Les describí la apariencia de aquel hombre y me dijeron que no había nada que conocieran así. Además, me mostraron un vídeo de el día del auditorio y me di cuenta que ni la voz ni la apariencia del hombre del vídeo, coincidían con lo que ví ese día.
El terror invadió mi cuerpo. ¿Qué había visto? ¿Me estoy volviendo loca? ¿Esquizofrenia? ¿Paranoia? ¿Psicosis?
Se me pasaron por la mente un montón de ideas y teorías. Pero nada era concreto.
El tiempo no le importaba mis preocupaciones y seguió avanzando de manera normal. El pueblo seguía su rutina y yo, por mi parte, volví a mi normalidad en el colegio.
Y era día de Educación Física otra vez, seguí mi rutina de aseo post-clase y me dirigí al baño del Bloque 1A. Todo transcurrió normal. Hasta que escuché a alguien entrar... La misma voz retumbó nuevamente en mis oídos, pero esta vez. Como si fuera un mensaje directo a mi cerebro, un susurro frío y denso, sonó directo en mi cabeza.
–"Sé que estás ahí"-
Salí corriendo inmediatamente del baño.
Fin del Archivo Actualis: El colegio
Epílogo
"El Pueblo: Un Podcast de Martín Hurtado
Se reporta la desaparición de una joven de nombre Nathaly Patricia Álvarez Huerta. Su último avistamiento fue saliendo del instituto municipal, aparentemente sola.
Según reportes de varios testigos, dicen haberla visto caminando directo hacia su casa. Sin embargo, su familia lleva varias horas sin saber de ella.
Cualquier posible avistamiento, se le agradece llamar al ***-*******. Muchas gracias."




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