IV

Domingo, 22 de diciembre de 2019

Me gusta ver los nombres de los libros, comienzo a observarlos, abro las páginas, leo sus letras y el nombre del autor. Me pregunto entonces sobre su vida, ¿cómo escribió esto, cómo lo logro? Intento imaginar sus rostros y sus ropas, caminando en su ciudad natal con una libreta y una pluma, lo suficiente para la época si querías escribir. El autor se sienta cerca de una fuente y comienza a observar, solo observar. Aparece una mujer hermosa, de belleza celestial, camina al lado de su esposo, siendo dueña de otro hombre. Él se siente triste, pero escribe sobre ella y suelta su dolor, lo convierte en letras, en poesía. Entonces, aquella dama queda en su corazón y en su libreta. 

También imagino otro autor, el que permanece lejos de la ciudad y se sienta cerca de un roble. Posa su vista en los pájaros, los bichos y las plantas, las dibuja y lo plasma en su libreta. Luego imagina un mundo donde las plantas tienen una forma y un color nunca antes visto. Piensa en ese mundo, la cultura y la gente que vive allí. Hay entonces una gran historia en su cabeza y posteriormente en su libreta. También está el que no sabe escribir poesía ni ficción, pero tiene la necesidad de escribir sobre su vida, los acontecimientos que lo han marcado, alguien como yo. 

—¿Qué buscas? —dijo Lucy, un poco harta de mi actitud.

Me había quedado casi media hora sólo leyendo los títulos y autores de los libros. Me gustaba leerlos y pensar, solo pensar. Lucy por su parte, le estaba estresando verme caminar por toda la biblioteca, dando las mismas vueltas, distraído. Pero es que no lo podía evitar, era un juego para mí. Ella por su parte, quería hablarme de Adrián. No quería escuchar al respecto y quizá por eso yo evadía la situación con mi pequeño juego. 

—Solo quiero leer los autores —dije sin observarla, concentrado en el estante de libros de astronomía. Eso por supuesto, no tenía ningún sentido, jamás había mostrado interés por el tema. 

—Ah, ya deja de hacerlo, vamos a la mesa —dijo estresada al verme caminar, sacar y meter libros de estanterías aleatorias. 

Ella parecía desesperada y por un momento también sentí que yo lo estaba, más bien me encontraba aterrado, evitaba los ojos de Lucy y me comportaba raro, no quería saber en qué andaba con Adrián, no quería ver verdades que tal vez yo no iba a soportar. Tenía un mal presentimiento y no quería que Lucy siguiera viéndome, me sentía tan incómodo. Pero me rendí. Evite su mirada otra vez y me senté en la mesa más cercana, me quedé callado y fijé mi vista en el bibliotecario que hace rato me observaba curioso y perturbado. 

—He estado viéndome con Adrián —dijo ella y yo ya presentía eso hace mucho. 

Me los imaginaba de la mano, el pudiendo ver los ojos de ella por mucho tiempo, sin sentir tormento. Sólo concentrado en su belleza. Qué envidia. 

—Él... es extraño, no comprendo su personalidad —decía confundida—. Sin embargo, si entendí porque Ana anda tan obsesionada con él. 

Ella se había dado cuenta, lo estaba notando. Adrián era un ser contradictorio, a penas él mismo se comprendía. 

—A Ana le gusta la gente atormentada, es curiosa y busca llegar al fondo de las cosas —decía ella nerviosa—. Tal vez ella quiera salvarlo o algo así.

Recordé la conversación con Ana el día que vimos a Adrián. Ella decía que las personas de ese barrio debían tener una razón para ser así. 
Quizá buscaba las razones de Adrián. Quería entender su comportamiento problemático, seguramente. 

—¿Qué viste en él para pensar eso? —pregunté curioso. 

—Bueno, primero me llamó la atención verlo leer —dijo—. Pero pensé que sólo pretendía hacerlo. Después me fijé en el título del libro, no recuerdo exactamente el nombre pero se relacionaba con las artes dramáticas, eso sí se me hizo muy raro. Le pregunté para que leía eso y él me dijo que para aprender. Eso me dejó confundida. ¿Él pensando en aprender? Me quedé analizando su comportamiento y él si estaba concentrado, realmente leía el libro. 

Me lo imaginé leyendo, sus hermosos ojos puestos en las letras. ¿Querrá él, ser actor? Bueno, para mi él ya lo era, sabía ponerse máscaras, apropiarse de ellas. Jugar a ser otro. 

—Después me sentí muy incomoda así que me fui de ahí, pero como lo esperaba, él me siguió. Pero no decía nada, estaba serio y solo me observaba —decía aún confundida—. Le volví a preguntar qué quería y él nuevamente respondió que nada. Yo ya me estaba enojando, y él de la nada pregunto. «¿Por qué crees que deseo algo, no puedo solo acercarme a ti?» me respondió y me dejó confundida, la verdad me estreso. Luego dijo que yo le recordaba a alguien, una persona que había olvidado. 

Luego de eso estuve igual de confundido que Lucy, Adrián definitivamente era un tipo muy raro. Deseé verlo aún más, y fijarme en sus ojos. ¡Ah, cuánto lo deseo! 

—Entonces, comenzó a preguntarme por el libro que leía, hablaba sobre la reencarnación. Yo le dije que había leído muy poco para comprender bien el tema. Así que él dijo que le apasionaba ese tema y uso palabras encantadores para hablar sobre ello de una forma tan hermosa que casi le creí —dijo ella como si tuviera una mezcla de emociones—. Pero lo que me dejó más confundida fue cuando dijo «Imagina querida, que ya nos hemos conocido, simplemente lo olvidé y tú me olvidaste. Yo no era Adrián, tú no eras Lucy. Éramos otros». 

Me pregunté si Adrián tal vez estaba loco, ¿era entonces, un obsesionado de estos temas y creía que Lucy hacía parte de su supuesta vida pasada? Era entonces excéntrico, o solo quería confundir a Lucy con una de sus tantos rostros. 

—Mira en un momento me asusté, él lo decía muy enserio, creí que haría una mueca o se iba a reír, pero no. No me quitaba la vista de encima y sentía que entraba a mi alma o algo así, no sé, no entiendo nada —dijo Lucy perturbada, como si recordarlo la hiciera sentir lo mismo de aquel momento—. Luego de eso obviamente me fui y por fin me dejó de seguir.