Relatos en tus ojos

IX

Viernes, 17 de enero de 2020 

Después de lo que pasó, al otro día simplemente estuve en casa, no quería ver a nadie. Necesitaba pensar y entender como me siento. Mamá no dejaba de preguntarme que me sucedía y yo solo evitaba responder. Me tomé el tiempo para analizar todo. Primero he pensado en Ana, yo la quería y crecí a su lado. Todo iba bien entre nosotros y  me encontraba encantado con ella, con todo el conjunto de los rasgos de su personalidad y su belleza. Recuerdo que estábamos en el parque y ella estaba muy callada, fue la primera vez que la vi de ese modo. Me sentí incómodo, sabía que seguía molesta. Habíamos comenzado a discutir casi todos los días. Yo solía contradecirla y como me preocupaba veía dentro de ella para entenderla, luego de eso comenzaba a gritar y por lo general uno de los dos se marchaba. A veces no nos hablábamos por varios días y Lucy nos reunía y hacia decir que lo sentíamos. Todo esto pasaba una y otra vez cuando teníamos catorce. Ella siempre gritaba y estaba de mal humor y me reprochaba cualquier cosa. Me parecía que era extremadamente sensible y yo siempre notaba como se ponía roja, hacía un montón de movimientos con sus manos y me estrujaba, me culpaba y gritaba: ¡discúlpate!; luego de esos dramas yo me preguntaba que pasaba porque realmente era muy estúpido. Luego ella cumplió quince y la vi con un vestido azul, repleta de maquillaje; le hicieron una gran fiesta y había un montón de invitados. Sólo estuve ahí por ella, luego la veía posar como un maniquí para la foto y ya no me parecía bella ni pura, sentí que algo había muerto y mis sentimientos disminuyeron. Todo era terrible. Así que a los días fue cuando estábamos en ese parque y vi que ella estaba molesta, lo podía sentir. 

—¿Confías en mí? —pregunto de la nada. 

—Supongo que sí —respondí, pues ya no estaba seguro de eso, ya apenas hablábamos. 

—¿Supones? —soltó fastidiada y arrugaba la frente otra vez de esa manera. 

Yo sólo permanecí en silencio, no quería discutir y estaba cansado de los dramas. La observé y tenía los ojos medio verdes, supe que estaba triste. 

—A lo que me refiero... —intenté explicar—, por supuesto que confío en ti, sólo que a veces omito cosas para no pelear.

—Ya no quiero pelear más —soltó arrepentida—, pero nunca dejo de hacerlo. 

Lo decía un poco resignada, como si no hubiera remedio para eso, me molestó. 

—Solo hay que intentarlo —dije con sequedad. 

—Pero no es fácil, tu no me entiendes, agh —dijo y volvió a arrugar la maldita frente, la vi roja y todo otra vez era lo mismo. 

—No empieces... —dije cansado. 

—¿Qué no empiece? ¡tú eres el que no confía en mí y guarda secretos! —soltó furiosa. 

Me quedé viéndola y pensando por qué siempre era tan enojona, me parecía estúpido, no tenía ningún sentido la conversación. 

—Ya cálmate —respondí fastidiado —, ¿de qué secretos hablas? 

Ella se tenso y se quedó callada, ahora parecía pálida. Y simplemente no respondió. Yo estaba cansado y pensé que era mejor irme. Me levanté y ya me miró paranoica. 

—No te vayas —dijo enojada. 

—¿Para qué me voy a quedar acá? —dije también molesto y cansado. Ella volvió a molestarse realmente y parecía que iba a llorar. 

—Bueno, lárgate —solto y apartó la vista furiosa. Ella me parecía demasiado inmadura y mimada. 

Estaba a punto de marcharme cuando ella de repente habló.

—¿A dónde vas? —soltó con voz mandona. 

La observé aún más fastidiado, ¿a ella que le importaba?, ella me miraba y parecía temblar de la rabia. 

—¿Verás a Lucy? —pregunto y no entendí. 

—¿Qué? —dije desconcertado. 

Ella otra vez apartó la vista enojada, yo sólo no quería hablar así que me fui. 

Pensé en ese día y esa conversación, tal vez ella quería que fuera más expresivo y le hablará sobre mis  sentimientos por ella. Sé que odiaba que fuera tan lento y despistado. Después de ese día, estuve en su casa junto a Lucy y volvimos a discutir.

—Quiero picar la fruta, soy buena para esto —decía mientras me arrebataba algunas fresas y la tabla para picar. 

—Como quieras —respondía molesto. 

—Todos podemos picar la fruta... —susurraba Lucy atrás de nosotros. 

—Nunca te importa como me siento, siempre me respondes lo mismo —decía Ana indignada y yo la ignoraba. 

—No me ignores, te estoy hablando —decía y me estrujaba como loca. Yo seguía sin decir nada y caminaba por toda la cocina, ella me perseguía y escuché que comenzaba a llorar. 

—¡Leandro! —gritaba y lloraba, me pareció que solo hacia una de sus escenas. Me abrazaba y me decía que la mirara a los ojos. 

—¡Por favor mírame! —lloraba y yo no quería verla, no me gustaba si estaba de ese modo. Así que me aparté con brusquedad de ella. Lucy nos miraba nerviosa y yo me acerqué a ella. 

—No sé que le pasa, mejor me voy —dije y ella asintió triste. En ese momento otra vez grito Ana. 

—¿Por qué le hablas a ella y no a mí? —gritó y yo me marché atormentado por sus gritos. 

Ese día murió todo, creo que ese día dejé de amarla, quererla o lo que sea que sentí por ella. Las emociones son tan complicadas. Supongo que después de ese día, estuvo con su tía y conoció a Fabián. Tal vez yo solo también la lastimaba pero de otro modo, nunca parecí corresponder lo que sentía a pesar de que en realidad si lo hacía. Seguramente ella lo sabía y esperaba que en algún momento lo dijera, pero era evidente que jamás lo haría. Además todos esos sentimientos se morían dentro de mí, ella lo percibió y creo que eso la lastimo aún más. Tal vez deseaba que viera dentro de ella para que yo lo notará por fin y no la dejará. Pero lo hice, no solo me marché de su casa aquella vez, si no que había decidido terminar con todos esos sentimientos, aunque ella misma provocó eso en mí, actuaba de una manera que me hería. Ella no podía esperar nada de mi, no sé querer a las personas. 



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En el texto hay: diario, adolescencia, amistad

Editado: 09.11.2020

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