Relatos eróticos

ESTA MIRANDO [PARTE 2]

 

- Necesito que me enseñes - Me lamí los labios.

- ¿Qué te enseñe qué, Miranda?

Me presioné contra su cuerpo y me puse de puntillas, alzando la mirada hacia sus preciosos ojos verdes. Le acaricié la mejilla, pasando mis suaves dedos por la aspereza de su barba.

- Enséñame a ser mujer, Papi. Enséñame a follar como una mujer

Harry dio un paso atrás, con la sorpresa enmarcándole todo el rostro.

-¡Por dios santo, Miranda! ¡Soy tu padrastro! ¿Es esto una broma?

Con lentitud, paseé las manos por mi cuerpo, a ambos lados de mis pechos, para después bajar por la cintura hasta la espalda y arquearme de modo que mis pezones erectos quedaran expuestos.

- Nunca he hablado más en serio. Quizás sea joven y no tenga experiencia, pero quiero aprender. Quiero que me enseñes. Enséñame las cosas que no puedo aprender en una clase

Podía ver bajo sus ropas lo erecto que estaba. Dios, esa polla parecía gigante.

- T…Tengo que irme…

- Sé que te gusta mirarme, Papi. Sé que estuviste mirando ayer por la noche, cuando el pene de aquel chico entraba y salía de mi pequeño y apretado coño

Soltó un gemido ahogado.

- Pero era sólo eso. Un chico. Quiero un hombre. Te quiero a ti, Papi. No tienes porque mirar… Puedes tenerme

Mi coño se estaba mojando. Estaba muy, muy mojada.

- Esto es una locura, Miranda. Estás loca

- Loca por ti, Papi

- No sé qué demonios crees que estás haciendo, pero…

Me llevé una mano a la boca.

- ¿Qué, Papi? ¿Me he portado mal?
¿He sido mala? ¿Vas a darme en el culito como a una niña mala? ¿Una mala y pequeña puta?

Agarró su chaqueta y su maletín y se dirigió a la puerta a toda prisa. Casi no podía andar derecho por la enorme erección que le había provocado. Menuda zorra sexy he sido. No he podido evitarlo.

- Me voy. Tienes que ponerte algo de ropa encima y dejar de ser tan ridícula

Grité tras él.

- ¡Vuelve a casa, Papi! Vuelve a la hora de la comida. Te estaré esperando con un conjunto muy sexy, sólo para ti. Por favor ven a casa, Papi

Se paró un momento, con la mano en el manubrio de la puerta de entrada.

- Por favor, vuelve y fóllame, Papi

Salió y cerró la puerta de un portazo. Me mordí el labio, sonriendo. O acababa de dejarme en ridículo, o acababa de seducir al hombre de mis sueños. A la hora de la comida, sabría cual de las dos cosas.
Estaba sentada, echa un manojo de nervios, esperando a ver si Harry volvía a casa.

12:37. Joder.

Normalmente, comía sobre la 1 del mediodía, pero creía que no sería capaz de aguantarse y que volvería antes. Por otra parte, quizás creyó que sería estúpido, e incluso de locos, volver a casa y follarse a su hijastra. O quizás estaba tratando todavía de reponerse. O, o, o…

Libré la mente de todos aquellos pensamientos y tomé una profunda respiración. Vendría. Vi su enorme bulto aquella mañana. Vendría. Lo haría.

Cuando lo hiciera, le esperaba una deliciosa sorpresa. El resultado de mi mañana de compras lo esperaba adornando mi cuerpo joven y delicioso. Una camiseta muy estrecha de color blanco y una pequeña falda a cuadros, ambas dos tallas más pequeñas. Los botones estaban tensos aguantando mis pechos, alzados generosamente por un precioso sujetador blanco de encaje. La falda era demasiado corta, dejando ver mi ropa interior desde según qué posición, un diminuto tanga de encaje, que dejaba que mis preciosas y redonditas nalgas hiciesen su magia. Terminé el conjunto con calcetines blancos de algodón hasta el tobillo y un par de tacones negros con una pequeña plataforma, perfectos para adjudicarme cinco centímetros extras de altura y elevar mi delgado cuerpo a la altura del imponente hombretón.
Me recogí el pelo en una coleta y me puse las gafas. Sí, lo iba a apostar todo con el look de estudiante sexy. Era un éxito rotundo. Ahora, todo lo que necesitaba era que mi padrastro me enseñase una lección que no olvidase jamás.

12:48. Venga, Harry.

Escuché el motor de un coche en el exterior, al otro lado de la puerta, y me lancé hacia la ventana, corriendo tan rápido como me lo permitían los tacones. Era el coche de Harry. Lo sabía. Sabía que vendría.

Me senté en un taburete de la cocina, y esperé. Me pareció que tardaba una eternidad en llegar hasta la puerta de entrada, pero de pronto, escuché la llave que entraba en la cerradura, y me quedé paralizada. Los nervios se hicieron con el control y me sentí como si estuviese a punto de vomitar. Allí estaba, vestida de colegiala con ropas especialmente pequeñas, a punto de ofrecerme en bandeja a mi padrastro. ¡Mi padrastro! De pronto, me sentí en la necesidad de huir escaleras arriba, antes de que entrase, pero mis piernas no se molestaron en moverse. ¿Quizás podría esconderme bajo la mesa?

Demasiado tarde. Estaba en la sala de estar, mirándome fijamente. Me quedé helada.

- Miranda… ¿Por… Por qué haces esto? ¿Por qué vas vestida así?

Me bajé del taburete y me acerqué a él caminando con lentitud.

-Porque te deseo.

Él cerró los ojos y suspiró.

- Miranda , no puedo hacer esto. No me lo perdonaría nunca

- No tienes por qué hacerlo. Puedes elegir. Pero quiero que sepas que no hay nada que desee más que sentirte en mi interior

Me di la vuelta, dejándole ver mi ropa interior, antes de dejarme caer en el sofá, cruzando las piernas. Me incliné hacia adelante, con los pechos prácticamente saliéndose del sujetador. Estaba llevando al límite la capacidad de los botones de la camiseta, y tracé un camino con el dedo por el escote a plena vista.

-Si no quieres follarme me disgustaré, Papi. Me disgustaré mucho

Harry se sentó en la butaca de cuero que quedaba frente a mí, y una de sus manos se movió ligeramente hacia su polla. El bulto era grande. Tiempo de lanzar mi propio misil Exocet, antes de recibir el suyo.

- Pero si no vas a follarme…

Separé las piernas y aparté ligeramente la diminuta falda, revelando las bragas blancas de encaje. Al bajar la mano para acariciarme, noté lo mojada que estaba la tela.




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