Relatos eróticos

PAPI [PARTE 1]

_______ Adams irrumpió en su casa, lanzando su teléfono. ¡Genial! No habría fiesta de Halloween, y no había posibilidad de obtener un poco de azúcar por su cuenta. Blake, su cita, acababa de llamarla para cancelar, dándole de excusa que su abuela estaba enferma, a pesar de que podía escuchar una fiesta al fondo. No era como si Blake le importara, y seamos realistas, era probable que no pudiera conseguir ningún dulce esta noche o cualquier otra noche, pero eso era el principio de la cosa.
________ miro su reloj, suspirando y sacudiendo la cabeza. Ella y sus amigos habían planeado ir en crucero por el río, en un barco que fue pagado por todos ellos. Habían estado presionándola para que llegara al muelle antes de que el barco se fuera, pero gracias a Blake iba a llegar tarde. Y ahora no había manera. En el momento en que _______ tenía que salir, ya iba quince minutos tarde. Y con el tráfico, incluso más.
Ella rodó sus hombros, sintiendo como las alas escarlatas se flexionaban con los músculos de sus hombros. Pasando su mano por el manto negro que se le pegaba al cuerpo, se pasó los dedos por su pelo rubio miel. La diadema con cuernos era un poco tonta, pero había que mantenerlo por el momento. Justo ahora se mantendría vestida mientras examinaba sus opciones. Tal vez podría salvar esta noche, después de todo.

—*beep* coche—murmuro, mirando hacia la calzada y el espacio vacío donde su coche por lo general estaba. Se le había descompuesto ayer y estaba en el centro con el mecánico. Le había dicho el día de hoy que tenía mal la tapa del distribuidor. Y eso iba a ser costoso, tendría que trabajar horas extras en la clínica donde trabajaba. Por lo menos como director de oficina, se podría programar algunas horas extras. No era como si su trabajo fuera realmente difícil.
Sonó el timbre y _________ se acerco a la puerta de entrada, sus botas escarlata fóllame, golpearon en el piso de madera. Abrió la pesada puerta de madera y sonrió al truco o dulce.

—Feliz Halloween— dijo el líder del pequeño grupo, un niño en la adolescencia, por lo que _______ podría decir bajo su maquillaje de zombi, se detuvo abruptamente, con la boca abierta. —Whoa. Esta caliente, señora Adams— se escucho a Ralph desde el otro lado de la puerta, que al parecer, había experimentado un acelerado crecimiento. Y, probablemente la pubertad, si la expresión con su boca abierta era un indicio.
—No soy señora—le corrigió ella, tratando de no rodar los ojos. Era un chico bastante guapo, pero un poco viejo para pedir truco o dulce. Metió la mano en el plato, le hizo un gesto para que abriera su bolsa y trato de ignorar el hecho de que ella apenas estaba vestida. Los niños y sus hermanos menores la rodearon, charlando con entusiasmo. Estaban probablemente a mitad del camino de ingerir mucha azúcar. Ella no envidiaba a los padres de estos niños, cuando estallaran en un coma por azúcar.
—Pero el hombre…
—Mi padrastro, ¿Recuerdas? No es mi marido. —A pesar de que le dio un escalofrió el pensar que la gente creyera que ella y su papa se habían casado, incluso las personas de menos de un metro cincuenta de altura de la escuela secundaria.

Ralph murmuró algo y se despidió, ______ se quedó un instante en la puerta, tratando de ocultar su suspiro. No importaba lo que sintiera por su padrastro, el era su papi y eso era todo. No importaba que fuera por lo menor veinte años mayor que ella, con la cabellera castaña espesa, sus profundos ojos color verdel y un cuerpo que no podía ser pasado por alto.
Tampoco importaba que estuviera solo y célibe por lo que ella podía decir, después de que había perdido a su madre hacia cinco años. Ellos habían convivido mucho bajo el mismo techo.
No importaba que cada vez que pensara en él, sus bragas se mojaran.
¡No!
_____ fue por su agenda he hizo varias llamadas. No tuvo suerte, todo el mundo estaba trabajando, o en horas extras en su trabajo, o en el crucero por el río. Podría ir a cualquiera de los bares de la ciudad, pero no quería hacerlo sola. En equipo, podrían esquivar la atención masculina, y no siempre era bueno, pero sabía que estaría más a gusto con sus amigas.
El timbre sonó varias veces más y ___ cruzó la sala para repartir caramelos a los niños del barrio. ¿Dónde estaba su papi de todos modos? Él debería estar en casa ahora. Miro su reloj, eran las ocho y media, su turno en el hospital debería haber terminado hacía noventa minutos. Sabía que él había tomado unas horas extras para que los médicos que tenían niños pequeños pasaran la tarde con ellos pidiendo dulces. Tal vez había conseguido un bocado para comer o algo así.
Entró en la cocina, abrió una botella de vino y vertió un poco en un vaso. Después de toda la tensión del día, entre el trabajo, su coche y esta *beep* situación con Blake, sus músculos estaban hechos nudo y necesitaban relajarse. Levantó un brownie de chocolate y lo llevó a su boca, le dio un lento mordisco, sus ojos se cerraron. Entre el trabajo y prepararse para la noche, no había cenado, pensando que obtendría algún mordisco en el barco. Ahora su estomago rugía, haciéndole saber que tenía que alimentarse mejor así misma regularmente.
Entre sorbo y sorbo de su vino, se terminó su brownie, iba a tomar un segundo brownie cuando la puerta trasera se abrió y alguien exclamó. Se dio la vuelta, atrapó el chocolate entre los labios y sonrió.

Harry Styles no sabía en que día vivía, maldita sea, entró en su casa, agotado después de un turno de doce horas en el hospital y se paró, mirando en estado de shock.
No había esperado que _______ estuviera en casa, y desde luego no esperaba que tuviera puesto ese disfraz. Un gruñido que ni siquiera trato de frenar se le escapó y se quedó en el aire entre ellos. Ella estaba inmóvil, mirándolo con los ojos abiertos, un trozo de chocolate presionando contra sus carnosos labios, una copa de vino en la otra mano.
Estaba vestida para Halloween o para un papel protagónico en una película pornográfica acerca de los ángeles caídos. Su camisa color negro y rojo se ajustaba a sus formas, sus pechos se derramaban en la parte superior, y la falda, si se pudiera llamar falda a lo que usaba, terminaba un par de centímetros debajo de su entrepierna. Unos cuernos salían de su cabeza y llevaba botas altas de un color rojo. Y las alas de color escarlata se desplegaban detrás de ella.
Se veía como el pecado y quería ahogarse en ella. Harry podía sentir como se endurecía debajo de los pantalones marrones que llevaba, los pantalones que no ocultaban un carajo. Arrancó su mirada, se dirigió a la nevera y sacó una cerveza quitándole la tapa. Se había tomado la mitad de la cosa antes de que pensara que podía tener el control suficiente para intentar mantener una conversación.




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