Relatos eróticos

DOM [PARTE 5]

 

Horas más tarde, ___________ estaba en su apartamento, necesitando a Harry, necesitaba saber dónde estaba. A las siete, no se preocupó mucho. La reunión con Kingman podría haber durado mucho. A las ocho, comenzó a mirar el reloj. Él debería aparecer en cualquier momento. A las nueve, estaba muy preocupada, y a las diez, estaba desesperada.

¿Le habría ocurrido algo? Si no lo conociese bien, pensaría que ya estaba harto de ella. De hecho. Pero ese no era el Modus Operandi de Harry y ese no era el hombre que la había abrazado con tanta fuerza durante casi veinte minutos en el almuerzo de hoy.

A las once, se resignó al hecho de que no iba a ir. Malhumorada y confundida acerca de qué había sucedido, paseó por el apartamento y apagó las luces.

Durmió de forma intermitente, y cuando llegó a trabajar al día siguiente, sabía que parecería el infierno. Con los ojos entrecerrados, miró en la oficina de Harry y vio que aun no había llegado. ¿Qué tipo de jueguecito estaba jugando con ella? Apostaba a que él había dormido muy bien.

Un pitido lamentable la atrajo de su ira. Genial. Y su móvil se estaba muriendo también. No lo había cargado anoche con toda la preocupación. Gracias a Dios que tenía un cable de repuesto allí.

Estaba buscando en su bolso, tratando de encontrarlo, cuando otro pitido sonó, y se dio cuenta de que el teléfono no estaba en absoluto en su bolso. El sonido venía de debajo de su escritorio. Sobre manos y rodillas tanteó a su alrededor. Después de varios intentos, finalmente lo encontró. La maldita cosa debía haberse escapado de su bolso y caído en la parte de atrás del cajón de su escritorio cuando Harry la había asustado ayer. Y...

¡Oh, no! Tenía diez llamadas perdidas, todas de Harry.

Después de conectar el teléfono, marcó el número de su buzón de voz.

—Hola _____________, Kingman es un idiot.a. Me marcho esta noche. El idio.ta tuvo al departamento de viajes haciendo todos los arreglos y nunca se molestó en decirme nada hasta esta noche. Te juro que está tratando de molestarme lo suficiente como para que me largue. Tengo que estar en el aeropuerto en una hora y apenas tengo tiempo para meter algunas cosas en una bolsa e irme. Mira, eh, te llamo desde el aeropuerto después de facturar.

Ella cerró los ojos, devastada por haber perdido todas sus llamadas.

—Hola soy yo. Estoy sentado en el aeropuerto. Siento mucho no hacer lo de esta noche. Dios, ya te echo de menos. Lo intentaré otra vez dentro de un poco, antes de embarcar. Me gustaría poder abrazarte. Bueno, adiós.

—Soy yo de nuevo. Bueno, parece que no voy a ser capaz de hablar contigo mientras estamos en el mismo estado. Tengo una escala en Indianápolis. Te llamaré desde allí.

—¿Dónde estás? No tengo el número de tu casa conmigo. Necesito hablar contigo y saber que estás bien. Estaré en Indy durante un par horas, así que llámame cuando oigas esto.

Varias llamadas obsesivamente seguidas. Entonces:

—Maldición, ¡________! ¿Dónde estás? Dios, espero que estés bien. Llámame. No me importa la hora que sea con el cambio de horario. Solamente llámame. Necesito saber de ti.

—Oye, _________ —decía en el mensaje final— Estoy en Los Ángeles. Estaré en el avión en unos minutos y en el aire durante diecisiete horas. Sólo tienes que dejarme un mensaje. Simplemente… ________, deja un mensaje.

Las lágrimas pinchaban en sus ojos por la frustración en su voz. __________ puso los codos sobre el escritorio y se cubrió la cara en las manos. Ciegamente, cerró el teléfono y lo colocó en el gabinete cerca de su mesa. Harry estaba en el aire pensando que ella estaba molesta con él. En vista de esto, la duración de su viaje ni siquiera parecía un problema. Tenía que hablar con él -bueno, al menos dejar un mensaje-. Él no lo conseguiría hasta que ella dejase el trabajo hoy.

Su corazón pesaba, se llevó el móvil a la oficina de él para poder cerrar la puerta. Enchufándolo a la toma cercana a su escritorio, se sentó en su silla e inhaló su olor. Tomando unas pocas respiraciones relajantes, marcó su número, agradecida de que él se hubiese cambiado a un plan internacional, la última vez que había tenido que viajar fuera del país. Tragó saliva mientras accedía directamente al buzón de voz, tal y como había esperado. Su voz profunda se envolvió alrededor de ella, mientras le escuchaba identificarse e invitar al llamante a dejar un mensaje.

—Harry —comenzó— Lo siento mucho. Lamento que no pudiéramos hablar antes de que te fueras y lamento haberte perdido y lo siento, siento tanto ser tan estu*pida y perder mi móvil bajo el escritorio ayer. Ya te echo de menos. Espero que puedas regresar muy pronto —hizo una pausa cuando se dio cuenta que de no lo enviarían a Australia sin esperar que estuviese allí durante al menos unas semanas— Yo, umm, aguantaré firme aquí —le dijo— Humm, supongo que me llamarás o escribirás cuando tengas una oportunidad —Ella recitó su número de casa y dijo adiós.

Al regresar a su escritorio, conectó el ordenador. La secretaria de Kingman finalmente había enviado el itinerario de Harry. Dos meses. Él iba a estar fuera dos meses. Vale, bien, era una chica grande. Podía manejar esto. No es como si él fuera a estar ausente durante un año.


El día pareció interminable. Con Harry viajando, el jefe acudía a ella para obtener respuestas sobre los proyectos de Harry. Por suerte, estaba al tanto del status de cualquier obra en cuestión, y fue capaz fácilmente de mantener la distancia con Kingman. Él le ponía los pelos de punta por lo que no lo quería cerca de ella.

Acababa de entrar en su apartamento aquella noche cuando su móvil -con batería completamente cargada- sonó. Esperanzada de que fuese el hombre que consumía sus pensamientos, lo arrancó del bolsillo lateral de su bolso y lo abrió.

—¿Hola? —preguntó con ansiedad.

—Hey, nena. Te echo de menos —dijo Harry.

Ella se deslizó por la pared junto a la puerta con el sonido de su voz. —Yo también te echo de menos. Lo siento tanto...




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