Relatos eróticos

DADDY [PARTE 1]

—Linda cachada—Louis dijo.
—Gracias— yo moví las llaves que tintineaban en mis dedos, sonriéndole al ex marido de mi madre. 
—¿A qué hora vas a volver?
—No estoy segura—suspire. —¿Por qué? ¿Tienes algún problema, necesitas salir?
Se encogió de hombros. 
—Sólo tenía la esperanza de que podríamos pasar un poco de tiempo juntos esta noche.
Tragué saliva. 
—Huh, bueno, si me lo hubieras dicho. No habría hecho otros planes.
Era uno de mis raros fines de semana fuera de la universidad. Decidí pasarlo con mi ex padrastro, Louis. Él todavía vivía en mi ciudad natal, a diferencia de mi madre, que se había unido a un circo. Bueno, ella realmente no se había unido al circo. Era nuestra broma privada. Honestamente, no estábamos seguros a donde se había ido. Solo sabíamos que se había ido. Yo estaba agradecida de tener todavía un lugar al cual llamar casa. Mis hermanos y hermanastros se habían ido a la universidad y tenía la sensación de que Louis estaba un poco solo. 
— Está bien. —Sonrió vacilante. —Yo sé lo que es. Recuerdo cuando estaba en la universidad. Aah los viejos tiempos. Tu sabes que solíamos tener unas cosas que llamábamos “discos de vinilo” en aquel entonces. —Levantando una ceja me miro con una sonrisa. —Algún día te hablaré acerca de ellos y otros inventos, como los reproductores de ocho pistas y la vídeo casetera.
—Si, si. —Era una broma. Siempre que le decía que era un hombre viejo, el respondía con una broma poco agradable. Me acerqué a él y le di un beso en la mejilla. —Me puedes contar todo lo que quieras más tarde, viejo.
—Uh, huh. —Me dio una mirada de complicidad, entrecerrando los ojos.
Me humedecí los labios y me di la vuelta, lentamente como siempre. Y entonces lo sentí. Una fuerte bofetada en el trasero.
Me froté el trasero sobre la tela de algodón de mi falda. 
—¡Ooh! ¡No lo haces de nuevo!
Louis me dedicó una hermosa sonrisa. Maldita sea, se veía tan bien para su edad. Él me dio otro golpe, esta vez un poco más abajo. Dejando su mano allí. —Te tienes que ir, muñeca.
Me reí y le di otro beso en la mejilla. Mi coño estaba tan jodidamente mojado. Su golpe fuerte siempre ha tenido ese efecto en mí. 
—Ya vuelvo, ¿Está bien?
Él respiro hondo y me miro como si no me creyera. 
—Todo está bien. Voy a estar aquí viendo una película o algo así. Solo.
—Lo siento. —Puse mis manos alrededor de su cuello. Esta vez, yo estaba realmente apenada. No estaba tratando de coquetear. Yo sabía que él estaba solo desde que mi mamá se fue de la ciudad, y quería hacerlo sentir mejor. Louis era un hombre dulce y no se merecía lo que ella le hacía pasar. —Te lo prometo, no me voy a tardar. Podemos quedarnos viendo películas y comiendo palomitas de maíz o algo así. Realmente me gustaría eso.
—Está bien, ________. —Me puso las manos alrededor de la cintura y me miro con sus grandes ojos color miel. —Echo de menos el tiempo que pasamos juntos.
—Yo también—, era cierto. Yo tenía veinte años y Louis siempre había sido una parte importante de mi vida desde que mi mama comenzó a salir con él siete años antes. Conectamos de inmediato. Él me ayudo a pasar por las largas citas, y cuando no eran gran cosa también. Pero de alguna manera yo pertenecía a este lugar. Siempre pude hablar con él sobre cualquier cosa. Por eso de alguna manera me sentía culpable por lo que mi mamá le había hecho. Siempre pensé que se había casado con él porqué se llevaban tan bien y ella quería que yo tuviera un padre. 
Oí la bocina de un coche. Era mi amigo Jake. Otro hombre que tenía la esperanza de que pudiéramos reavivar nuestro romance de secundaria. Rodé los ojos.
—Lo siento papi. —Me puse de puntillas y le di un gran beso en la mejilla. Él sonrió. Yo sabía que le encantaba cuando lo llamaba así, “papi”. Él solo tenía hijos varones, y siempre me decía que era un lujo tenerme como hija.
—Está bien, pequeña. Ve. Que se diviertan. No pierdas las llaves de repuesto de la casa. —Louis sacudió la cabeza. —Todavía no puedo creer que hayas perdido las tuyas.
—Me puedes castigar por eso más tarde, ¿de acuerdo?
—Seguro. —Me guiño un ojo.
De repente me dieron ganas de no haber hecho planes para la noche. Le dije adiós a Louis y Salí a cumplir con Jake. Estaba vestido y listo para nuestra cita, con una camisa bonita de color azul y pantalones negros de vestir. Lo juro, yo literalmente podía sentir el olor de su colonia recorrerme, mientras me deslizaba en su BMW. Él olía a colonia cara. Para mí no importaba lo mucho que pagara por ella. Eso no importa, si hueles mal, solo el olor importa.
Jake se inclinó para darme un beso en la mejilla, solo porque moví justo a tiempo mi rostro a la derecha para que no tocara mis labios. 
—__________. No puedo creer que realmente eres tú.
—Sip. —Me señale a mi mista. —En carne y hueso. —Me volví para mirar por la ventana, preguntándome qué demonios estaba haciendo. Una sensación de malestar me dijo que debía haberme quedado en casa con Louis.

— ¿Y bien? ¿Y yo qué? —me preguntó.
—¿Huh? —Yo le di un rápido vistazo. —oh. Si. Eres tú. 
Sus ojos se agrandaron por la sorpresa. 
—Mierda. Supongo que esperaba una recepción más cálida. —Jake pisó el acelerador y llegamos a la avenida. —Solo han pasado tres años desde la última vez que nos vimos. 
Suspiré. 
—Lo siento. Me siento mal dejando a mi padrastro solo esta noche.
Él gimió y me dio una mirada de reojo. 
—Si. Eso es una mierda. ¿Tienes noticias de tu mama?
—No—como sospechaba, todo el pueblo lo sabía.
—Demonios. 
—Sí, bueno. —Limpiando mi garganta. —Bueno, ¿vamos a ver a Jen y a Brian en el restaurante? —Traté de actuar como si me importara. Íbamos a cenar con dos de nuestros amigos de la secundaria. El padre de Jen era el propietario del restaurante donde íbamos a comer, “Chez Luis”. Había comido allí mil veces, por lo general de forma gratuita. Comer allí una vez más, simplemente no se me antojaba una cosa muy importante, no importaba que me fuera a reunir con ellos.
Después de una conversación artificial con Jake todo el camino al restaurante, y mis muchos intentos, muchos de cambiar el tema de mi jodida situación familiar, finalmente llegamos al restaurante. Les di un abrazo a Jen y a Brian en cuanto los vi. Se hizo evidente que iba a pasar la mayor parte de mi noche, haciendo caso omiso de las miradas de Brian. Ya que deseó tocar mi top de seda rojo varias veces y sus ojos casi nunca salieron de mis pechos. Jen no podía dejar de hablar acerca de que tan lago tenía mi cabello y me preguntó qué tipo de acondicionador era el que usaba. 
Me pase toda la noche bebiendo vino, deseando estar en otro lugar. No podía dejar de pensar acerca de mi padrastro, y el aspecto pobre y solitario de sus ojos. Solía tener muchos amigos, y muchos de ellos lo habían rescatado cuando mamá se fue. No fue por eso que no estuve a su lado. Sino a que me sentía incómoda y no sabía cómo manejar lo que pasó. Mis hermanastros, Jazmyn y Jason, habían desaparecido la mayor parte del tiempo en la universidad. Y papi estaba solo en casa. Cuando más tiempo me senté con mis amigos, a tener una conversación sin sentido y comer comida mediocre, peor me sentía.
Tuve que terminar la noche. Jake parecía un poco enfadado cuando le pedí que me llevara de regreso a casa. Sabía que quería sentarse en una de las mesas exteriores y hablar toda la noche, pero no podía hacerlo. Le dije que si él no quería llevarme, podía llamar a Louis para que me recogiera él mismo. Después de que Brian y Jen se ofrecieron a llevarme a casa, Jake finalmente accedió.
Después de un difícil viaje, en silencio todo el camino de regreso a mi casa, me despedí de Jake sin darle otra mirada. ¿Por qué había aceptado salir con él esa noche? Siempre estaba tan pendiente de mí. Me di cuenta de la forma en que regularmente comentaba mis actualizaciones de Facebook. Él era el mariscal de la escuela secundaria, y no estaba acostumbrado a ser rechazado. Pero no había nada que pudiera hacer sobre eso. Yo quería ver a Louis y asegurarme de que estaba bien. 
Abrí la puerta y entré, puse las llaves de repuesto sobre la mesa del vestíbulo. —¿Hola?
No había nadie. No había signos de vida en absoluto. Mi voz resonó por la sala de estar. Me giré hacia el pasillo. Estaba a mitad de camino a la habitación de Louis, cuando oí un ruido. ¿Estaba él llorando?
—¿Papi? —empujé la puerta de su dormitorio entre abierta.
—¡Oh, mierda! —Louis se sentó en la cama, obviamente sorprendido. —No pensé que estarías de vuelta tan pronto.
—Si, fue algo aburrido. Pensé en volver y darte un poco de compañía.
Louis sollozó. 
—Gracias.
Me senté en la cama junto a él y puse mi mano sobre su espalda. 
—Siento haberte dejado solo esta noche.
Se encogió de hombros. 
—Está bien. Eres una chica joven con una vida. Sé que vienes a casa el fin de semana. Pero no es necesario que andes con un tipo viejo como yo. —Frunció el ceño.
Me di cuenta de que estaba mucho más triste de cuando lo había dejado, y me molesté más conmigo misma. Louis era importante pará mí. Mucho más que un padrastro. Tomé su mano y la apreté suavemente. 
—Sabes que yo estaba bromeando cuando dije que eras viejo. Siempre has sabido que era uno broma, ¿verdad?
Louis suspiro. 
—Sí, claro.
Me reí. 
—Realmente, es una broma. Siempre he pensado que eres muy lindo.
Él se volvió hacia mí. Podía ver como sus ojos estaban rojos de tanto llorar, pero su expresión sonriente me hizo reír. 
—Eres tan dulce.
—No, lo digo en serio. —Abrí los dedos para él. —Siempre has parecido diez años más joven de la edad que realmente tienes. Y tienes todo este pelo, tan castaño y tus rulos.
—No, no lo está. Tu mamá me ha dado unas cuantas canas.
—Bueno, estoy segura que no las puedo ver.
Louis asintió con la cabeza. 
—Tú siempre sabes cómo hacerme sentir mejor.
—Bueno. Ahora, ¿todavía quieres ver esa película juntos?
—Si, si tú quieres.
—Por supuesto que sí—Sonreí. —Sólo déjame ir a cambiarme de ropa. Mientras haz las palomitas de maíz y te reúnes conmigo en la sala de estar. 
—Está bien. —Louis miró hacia el suelo con la tristeza dibujada en sus ojos.
Tal vez el vino que bebí en la cena, me hizo sentir muy valiente. Pero me levanté de la cama y miré hacia abajo a Louis. En primer lugar, puse mis brazos alrededor de su cuello, como de costumbre, pero en lugar del abrazo de costumbre lo besé en los labios. No hubo ninguna lengua, pero sin duda era más que un beso.




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