Relatos eróticos

DADDY [PARTE 2]

Él respiro hondo, pero no dijo una palabra. Nos miramos a los ojos por un momento, y luego salí de la habitación hacia el pasillo de mi habitación, con la intención de cambiarme y ponerme un pijama cómodo. Pero en cambio, todo lo que pude hacer fue sentarme en la cama y mirar la pared, preguntándome si él había sentido lo que yo había sentido. La misma sensación de hormigueo que sentía, tenía mi coño ardiendo de deseo. Yo lo amaba. Él significaba mucho para mí. Quería besarlo otra vez. Sólo esperaba que el también lo quisiera. 
Pasaron unos minutos antes de que escuchara que la puerta se abría. 
—¿Estás aquí? —Louis pregunto.
—Oh. Si. —Miré sus hermosos ojos mieles. —Lo siento. Supongo que perdí la noción del tiempo.
Él sonrió. 
—Eso está bien. —Louis estaba en la puerta. —¿Estás segura de que estas de humor para una película?
Sentí como mi cara enrojecía. No, yo no estaba de humor para una película. Yo estaba de humor para follar a mi padrastro hasta la tapa de los sesos. 
—Hum, ¿Qué quieres hacer esta noche?
Los ojos de Louis recorrieron todo mi cuarto antes de por fin decidirse a verme. Camino hacia mí y extendió su mano. 
—Vamos. Vamos a ir a la sala de estar.
Tomé su mano y la sostuve mientras caminábamos por el pasillo hasta la sala de estar. En la mesa de café vi una botella de vino y dos vasos. 
—Entonces—le dije. —¿Supongo que tú no hiciste las palomitas de maíz?
Él sonrió. 
—No. Pensé que tal vez preferirías vino en su lugar. Lo probé en tus labios.
Mi corazón se acelero. 
—Oh, ¿Pudiste probarlo?
—Si. —Louis sacudió la cabeza, y me miro pensativo. —Maldita sea, te pareces a tu mamá. —Acarició el costado de mi cara por un segundo, y luego se sentó en el sofá y vertió el vino en las copas sobre la mesa de café.
Me senté junto a él lo más cerca que me fue posible, dejando que mis piernas rozaran la suya. Yo estaba dividida. Una gran parte de mi quería calmarlo y cuidar de él. Pero otra parte se sentía desesperadamente atraída hacia él. Quería llegar a hacer el amor con él. 
Louis sonrió y me dio una copa. 
—Espero que te guste el blanco.
—Claro. —Había estado bebiendo tinto en el restaurante, pero no tenía ninguna preferencia. Tomé el vino y bebí la mitad, de forma rápida, con la esperanza de una nueva oleada de audacia.
—Demonios pequeña, es posible que desees reducir la velocidad. —Él me miro a mí y luego a su copa mientras tomaba un trago del vino.
Lleve la mano a mi pecho, riéndome. 
—Lo siento, solo estoy celebrando, supongo.
—¿Celebrando? ¿Qué estamos celebrando? —dejó la copa sobre la mesa y se dirigió a mí. —Estás bromeando, ¿verdad?
—Lo siento, papi. —Quería salvar la situación de alguna manera, y lo llamaba “Papi” por lo general para poner las cosas a mi favor. —Ni siquiera sé por qué dije eso. Todavía estoy un poco borracha…
—Mierda, ¿Sabes lo duro que ha sido? —me miró, sus ojos mostraban dolor. —Tener que explicarle a la gente que mi mujer se fue—se encogió de hombros—¿Se fue? ¿Y no sé cómo ponerme en contacto con ella?
Me mordí el labio inferior. 
—Si— comenzaron a fluir unas lágrimas por mis mejillas.
—Oh, mierda, lo siento, ______________. —Puso su brazo alrededor de mis hombros. —Ella es tu madre. Lo siento.
—No sé donde esta. —Yo apoyé la cara contra su pecho, llorando.
—Shh… todo está bien, pequeña. —Puso su mejilla contra mi frente. —Lo siento mucho.
Aspiré, sollozando, tratando de hacer que las lágrimas desaparecieran. Tendió su mano con una servilleta de la mesa para limpiarme los ojos. 
—Lo siento, papi. Estoy tratando de no pensar en ello.
—Está bien pensar en ello. Tú no puedes pretender que no ocurrió. —Él frotó mi espalda. —Estoy seguro de que la echas de menos.
Secándome los ojos con la servilleta, me senté con la espalda recta y miré sus ojos tristes. 
—No es eso, papi.
—¿Hmmm? —Louis parecía confundido—¿Entonces qué es?
Tome una respiración profunda. 
—No me gusta lo que te hizo. Se me pone muy triste ver que te dolió tanto.
—Oh, ___________.
—No, es verdad. —Bebí el resto de mi vino y dejé la copa sobre la mesa. —Eres un buen hombre Louis. El mejor papi que jamás pude esperar.
—Aww, cariño. Tu sabes que yo siento lo mismo por ti. —El tomó la parte de atrás de mi cabeza y enredo sus dedos en mi pelo. —Eres tan especial para mí.
Puse mi mano sobre su rodilla y lo mire a los ojos. 
—Te amo mucho, papi.
—Yo también te amo mucho, pequeña.
Nuestros ojos se encontraron. ¿Podía leer mi mente? Me sentía culpable por todos los pensamientos que estaba teniendo. Mientras yo exploraba sus hermosos ojos mieles, todo lo que podía pensar era en cómo reconfortarlo, y no con un abrazo. O con una noche de caricias en el sofá, o viendo alguna película. Tenía ganas de darle algo más. Algo que aliviara su dolor y realmente mostrarle lo mucho que lo amaba

—¿Papi?
—Si—me susurró, mientras sus penetrantes ojos me veían… me retorcí en mi asiento.
Reuní todo mi coraje, agradecida por la copa de vino que acababa de tragar. Me aclare mi garganta.
—Tengo muchas ganas de hacerte sentir mejor.
—Bueno…—dejó de hablar y miró hacia abajo mi mano. La estaba moviendo lentamente hasta su muslo. —Oh __________…
—¿Qué?
—No podemos hacer esto.
—¿Por qué? —continúe con mi trayectoria. Se quedó allí sentado mirándome. Lo vi tragar un bulto en su garganta.
Louis puso su gran mano y cálida en la parte superior de la mía, deteniéndome. —Cariño, no es correcto.
—¿Por qué no?
—No puedo tomar esto de ti. —Suspiró frente a mí. Penetrándome con la mirada otra vez. —Me he prometido que nunca me aprovecharía de ti.
—¿Te aprovecharías? —sonreí y me deslicé un poco más cerca de él hasta que mis pechos se apoyaron en su brazo. —¿Cómo tomarías ventaja?
Me miró el pecho, haciendo una mueca, pero no apartó la mirada.
—Eres una niña hermosa. Siempre has sido una niña tan hermosa.
Yo sabía que tenía que contar con él. No me importaba si era el vino, la simpatía, o la pura lujuria. Quería a Louis el hombre que a menudo llamaba papi. Y yo quería darle una noche que nunca olvidara.
—No seas tan tímido, papi—le susurré.
—Mierda, bebé—negó con la cabeza suavemente, cambiando su mirada de mis pechos a mis ojos. —No quiero usarte. Eres mi preciosa niña.
—Tú eres preciosos para mí también. —Mi mano todavía estaba en su pierna. Yo movía mis dedos contra el interior de su muslo. Su fuerte mano arriba de la mía no podía impedir que dejara de hacerlo. —Pero siempre he creído que eras sexy como el infierno. —Sonreí.
Louis hecho la cabeza hacia atrás, riendo.
—Creo que el que está hablando es el vino.
—No, —cerré un poco mis ojos. —Sólo me da la audacia para decirte como me siento.
—Yo no sé, pequeña.
—¿Qué? ¿No crees que seas sexy?
—Corazón. —Cerró los ojos. —He trabajado muy duro para pensar en ti como una hija.
—¿Huh? —mi mandíbula se abrió. —Tú dijiste que siempre pensaste en mi como una hija.
Él asintió con la cabeza, abriendo los ojos, mirando profundamente en los míos.
—Pero no sin trabajo. Especialmente hace pocos años. Después de que llegaras a casa del colegio y…—él rodó sus ojos. —Parecías haber crecido de repente. Ya no eres mi niña, ahora eres una mujer.
—Si, papi—asentí lentamente, inclinándome hacia adelante para asegurarme de que no podía apartar la mirada de mis ojos. —Soy una mujer ahora. Y te puedo atender como tú necesitas ser atendido.
—Oh, cariño…—hizo una mueca. Su tono de voz delataba su dolor… su lucha.
Yo no quería que Louis se sintiera mal por su atracción hacia mí, o se sintiera que se había aprovechado de mí, de ninguna manera. Infiernos, yo tenía veintiún años de edad y soy una mujer en plena madurez. Incluso se más de mis propios deseos sexuales, y solo quería recordarle el increíble hombre que era. No merecía que una mujer lo dejara como mi mamá lo hizo.
Yo sabía lo que tenía que hacer. Solté su mano y me puse de pie.
—¿Qué quieres hacer? —me volví de espaldas hacia él y me incline. —Sólo quiero otra copa de vino. —Tomé la botella de vino y vertí un poco en mi copa, a la vez que movía mi culo en el aire tanto como era posible.
—_________…
—¿Qué? —pregunté inocentemente. Entonces levanté la cabeza el tiempo suficiente para beber todo el contenido de la copa que acababa de verter, y luego puse mis manos en la mesa plana y moví mi parte trasera para hacerla más prominente.
—¡Maldita sea!—Louis gritó, respirando pesadamente. —¿Qué estás tratando de hacerme?




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