Relatos eróticos

DADDY [PARTE 4]

Él asintió con la cabeza, su pecho subía y bajaba rápidamente, junto con su respiración.
—Soy tuya, papi—le dije, reuniéndome con su mirada. —Te amo tanto. Te voy a enseñar. —Caminé unos pasos y me puse delante de él.
Louis me dio una larga mirada, hambrienta. Y una lágrima rodó por su rostro.
Me incliné. 
—Esto está bien, papi—le susurré. —Quiero que olvides tu dolor esta noche.
Sus ojos volaron a mis tetas. 
—___________....
—Son tuyas. —Me apoyé más cerca.
Él me miro, sus ojos llenos de lágrimas. Entonces el puso sus brazos alrededor de mi espalda y metió mi pezón en su boca.
—¡Sí! —apreté más la parte de atrás de su cabeza contra mi pecho.
Louis se volvió loco con mi pezón. Lo chupó con fuerza, incluso lo mordió un poco. La locura dio paso a la lujuria. Con la boca todavía en mi seno, sus manos fueron detrás de mí para tomar mis muslos y abrió mis piernas más amplias.
Chillé cuando sentí sus dedos alcanzando entre mis piernas, esta vez desde el frente. Sus dedos pasaron justo por mi coño mojado. Frotando mi clítoris, luego deslizó un par de dedos profundo en mi vagina y luego comenzó un entrar y salir.
—Oh si—gemí. —Me gusta eso.
Dejó que su palma frotara mi clítoris mientras sus dedos me penetraban. Me quede allí moviendo mis caderas de ida y vuelta, apretando los dientes para no gritar. Yo sostenía la parte posterior de su cabeza mientras chupaba aún más fuerte mi pezón.
La combinación de su boca y sus dedos me llevaron casi al borde. Y luego se detuvo.
Me decepcioné por unos segundos. Ese fue el tiempo que le tomó pararse y levantarme, a continuación, nos giro tirándome en la cama, cayendo sobre mi espalda.
—¡Si! —grité.
Louis se puso de rodillas y me llevo más cerca de su cara. Se lazo duro a lamer mi coño, me hizo gritar aún más fuerte.
¿Oh… que he estado haciendo con los chicos de mi edad? La lengua de Louis era realmente mágica. Se comía mi coño como nadie. De alguna manera él podía abrir la boca para comerlo todo, chuparlo, respirar sobre el… usaba su lengua para acariciar mis labios, mi clítoris. Ah, si… mi clítoris. Yo puse mis manos sobre mis pezones para jalarlos mientras su lengua trabajaba duro contra mi clítoris.
Y entonces se detuvo y alzo la cabeza para mirarme. 
—Siento mucho no haberte dado un orgasmo antes, pequeña. Pero lo voy a hacer ahora.
—¡Si, papi!
Se lanzó a mi coño de nuevo, me lamía cada vez más rápido hasta que estuve a punto de explotar. Y luego se detuvo de nuevo.
—¿Por qué siempre te detienes? —le pregunté. Esta vez yo estaba enojada. La presión se había construido hasta el punto donde casi iba a explotar, me sentía como si pudiera gritarle, y no en el buen sentido.
Él miro entre mis piernas. Luego miro hacia abajo en mi coño y utilizando uno de sus dedos le dio un ligero golpe.
—¡Huh! —yo gritaba. Se sentía demasiado bien.
—¿Te gusta esto? —y luego golpeó con la yema de sus dedos contra mis labios una vez más, casi sin tocar mi clítoris.
—¡Sí! —chillé. —¿Qué me estás haciendo?
Se rió entre dientes. 
—¿Nunca nadie te hizo esto antes?
—No. —Yo apenas podía hablar.
Louis hizo lo suyo, golpeando suavemente con sus dedos mi vagina. Sentí que extendía mis labios separados y empezaba a golpear con sus dedos contra mi agujero, y luego se abría camino hasta mi clítoris, por un momento era suave hasta que empecé a gritar.
—¡fóllame, fóllame, fóllame! —yo le gritaba con todos mis pulmones. Era una nueva sensación, sentir este pequeño dolor contra mi clítoris. Mi cuerpo se sentía como si pudiera empezar a convulsionarse por la locura acumulada en mi pelvis. 
Él seguía sin joderme. Siguió golpeando mí coño… más rápido… más… hasta que perdí el control, corriéndome, gritando, incapaz de contener mi volumen.
Louis me dio un poco de tiempo para recuperarme, entonces me saco de la cama y me puso en mis pies.
—Eres tan bueno—le dije.
—Gracias, pequeña.
Me tomó un tiempo poder enfocar con mis ojos y ajustar mi mirada. Me di cuenta de que Louis estaba completamente desnudo de pie delante de mí. Y se veía tan bien. Su pecho y sus abdominales eran sólidos, y fuertes, y me parecieron increíblemente sexy. También me di cuenta de que el grosor de su pene era mayor y estaba rígido. Y yo esperaba con todo mi corazón que pudiera entrar en mí.
—¿Qué quieres que haga por ti, papi?
El sonrió y puso su mano debajo de mi barbilla, alzándolo hacia su rostro. Él me dio un beso largo, presionando su lengua dentro de mi boca.
Gemí y poniendo mi brazo alrededor de él, probando mi sabor en sus labios, dejando que su beso me consumiera, hasta que él me alejó.
Louis agarró su polla, sosteniéndola mientras me hablaba. 
—Hay algo que he querido hacerte por un largo tiempo. —Se giró y caminó por la habitación hasta una silla acolchonada que no reconocí, la arrastró por la alfombra hasta que se sentó al lado de la cama.
—¿Qué me vas a hacer?
—Inclínate hacia la parte posterior de la silla, princesa. —Levantó una ceja. —Ya lo veras.
—Oh. —Yo estaba curiosa y tenía un poco de miedo. Pero confiaba en él y no puse resistencia. La silla estaba lo suficientemente baja para que pudiera doblarme sobre ella y apoyar los codos sobre el asiento, me agarré con mis antebrazos como si mi vida dependiera de ello. El cuero era suave y el relleno acolchonado, mi cuerpo se sentía muy bien. Era una silla perfecta para agacharse y el culo sobresaliera hacia arriba en el aire. Sonreí. Me encantó estar desnuda en esta posición con mi padrastro detrás de mí… y sabiendo que él estaba desnudo.
—Bueno—dije. —Estoy lista.
—No, no lo estás—Louis se puso delante de mí, y se arrodillo delante en el piso del asiento. Él agarro mis muñecas y jaló un poco mis brazos.
—¿Qué estás haciendo?
Él sonrió. 
—Sólo mantente quieta—tenía una especie de cordón suave y rápidamente ató mis muñecas, luego ató un extremo de la cuerda a la parte de abajo del asiento.
Se inclinó, y yo me quedé en silencio, sorprendida por la rapidez que había atado el nudo. Estaba más que sorprendida por la rapidez en que se puso de pie y camino detrás de mí. Moví mis muñecas comprobando si realmente estaba atada la cuerda a la silla, podía moverlas, pero no mucho.
No, definitivamente estaba a su merced. Respiré hondo y sentí como mis jugos resbalaban por mis muslos de nuevo. 
—¿Tienes miedo? —Louis preguntó.
—¿Debería?
—Tal vez—él me golpeó el culo con fuerza.
—¡Ooh!
Me frotó el culo que me acababa de bofetear, luego retiro la mano y me golpeó de nuevo, más fuerte.
—¡Mierda! —Quería poder mover las manos y frotarme el culo, pero no podía por la atadura. Y de repente sentí miedo. —¿Qué estás haciendo?
—Has necesitado una buena zorra durante mucho tiempo, ¿lo sabías? —me dio una bofetada en el culo de nuevo, me hizo gritar. Esta vez el golpe fue encima del muslo izquierdo.
—No. —Tragué con dificultad. —No estoy segura de que tengas la razón. —Luche contra las cuerdas, tratando de liberar mis muñecas.
Louis se echo a reír. 
—No te preocupes, no te hará daño un poco de dolor. —Él le dio a mi culo otra bofetada. Mi cuerpo se sacudió. —Aaahhh… tienes miedo.
—Sí, tengo miedo. —¿Qué paso con mi dulce y agradable papi? No tenía ni idea de que alguna vez me iba a atar y me iba a dar una paliza. No era miedo, pero al mismo tiempo si era miedo. No tenía ni idea de que esperar. ¿Realmente se había vuelto loco, me nalguearía hasta que llorara y no pudiera sentarme?
Él me golpeo el culo, por lo que dejé escapar un gritito.
—Todo irá bien. Tú lo sabes, yo tenía tantas ganas de pegarte en ese culo cuando estabas creciendo, pero tu mamá no me dejó.
—¿Qué? —me sorprendí. —Pensé que era tu pequeña niña.
—Tú lo eras. Lo eres. Pero las niñas necesitan nalgadas. —Louis me dio otra palmada en el culo. —Te portaste mal con tu mamá un par de veces, y yo quería doblarte en lo sofá y golpear tu culo. Pero nunca me dejó tu madre. —Suspiró y frotó mi trasero—Y tú te has portado tan mal esta noche, pequeña. Moviendo tu caliente culo en mi cara.
¡Bofetada! Él me pegó duro una y otra vez. Apreté los dientes y apreté el culo. Por un momento me hizo daño, pero después de un tiempo empecé a sentir algo agradable. Quería sobarme, pero había algo interesante sobre el hecho de no poder hacerlo. Louis me oyó gritar, y pareció que simplemente sabía cuando detenerse. Casi me empujo al límite, y casi me pongo a llorar.
Y finalmente, se terminó. La paliza se detuvo. Sentí sus labios contra mi culo, salpicándolo de besos por todas partes.
—ooh… si… si, papi… me encanta eso… 




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