Habían pasado cinco minutos desde que se había esfumado la luz. ¡Maldita suerte! Atrapado en ese *beep* ascensor sin ventilación, con nadie más que María .
¡Maldición!
Maldecía por la insoportable falta de luz. Maldecía por el irritante calor que emanaba de todos los rincones de ese pequeño lugar. Maldecía la hora que seguía avanzando con una lentitud intolerable. Maldecía a los técnicos por ser unos ineptos y no solucionar el problema con velocidad.
—¿Puedes quedarte quieto por lo menos cinco segundos? Tus tembleques me desesperan —La voz cansada de María lo hicieron voltear hacia ella. Los destellos brillantes que liberaba su piel a causa del sudor parecieron cegarlo por unos instantes.
¡Maldición! ¿Debía ser ella la que estuviera ahí junto a él? No era sano para su salud mental, y menos con ese diminuto vestido azul cielo que se ceñía de manera magistral a su menuda figura.
—Quiero salir de aquí. —exclamó Harry exasperado.
—¿Y crees que yo no? ¡Llegaré tarde a mi cita! —gritó.
¿Debía decirle que iba a una cita? ¡Maldición!
—¿Vas a una cita?
—Sí —Fue una respuesta monótona. —¡Y estos tacones me están matando! —agrego luego de unos tensos segundos.
Los tembleques de su cuerpo se intensificaron al notar la delicada mano de María posarse en su hombro. La chica lo miró con una extraña mueca. Se apoyó de la puerta cerrada del ascensor mientras se liberaba de sus zapatillas, pues, si buscaba el apoyo en Harry, lo más posible era que se cayera directo contra el piso.
—Harry, ¿te sientes bien?
—Perfectamente —respiró hondo con la intención de calmarse. Miró a la joven por escasos segundos. —Me voy a sentar —aviso, flexionó sus rodillas hasta sentir su trasero impactarse suavemente contra el suelo.
—Yo también. Esos zapatos magullaron mis pies —El atractivo joven realizaba esfuerzos sobre humanos para no desviar sus ojos del techo del lugar. Sintió la figura de la castaña sentarse frente a él, e imaginó la altura que había subido la base de su vestido, mostrando más piel de la que debería.
Cerró los ojos. ¿Quién demonios le había dicho “Enamórate de María”, “Desea a María”, “Fantasea con María”? Nadie… En el corazón, Ni en la mente...no se manda.
Años de amistad en los que esa chica ocupaba la mayor parte de sus pensamientos, y no precisamente como la hermanita de su mejor amigo. ¿Qué pensaba ella?
“Eres como mi hermana, María.” Le había dicho muchas veces, y ella se lo había tomado muy enserio, considerándolo un miembro más de la familia y por eso ahora él se arrepentía y se recriminaba por ser un completo tarado. ¿No podía besarla y hacerle ver que no era su hermano?
—¿Con quién ibas a salir? —preguntó tratando de distraer su mente.
—Con Andres.
¡Maldito Andres! ¿No que era su amigo?
Los minutos dentro de ese lugar continuaban avanzando con increíble lentitud. De vez en cuando, desviaba sus ojos del techo para observar su reloj de pulsera. El calor aumentaba con el paso de cada segundo, por lo que se liberó de su gruesa chaqueta.
—Harry…
—¿Qué?
—Nada —La voz de María sonó con un ápice de inseguridad. En ese momento, la miró; la chica mantenía su cabeza apoyada en la puerta, cerca de los botones que marcaban los pisos del edificio. Había cerrado los ojos, seguramente por esa sensación de estar dopado por el calor.
No desaprovechó la oportunidad de verla detalladamente, conduciendo sus verdes ojos por el pecho de ella, y llegando justo a lo que el nombraba “La Gloria”. Pequeñas gotas de sudor resbalaban por su piel, y aquello sólo provocó que el cuerpo de Harry se calentara más de lo debido, y no gracias al calor. Sus piernas se encontraban flexionadas una sobre otra, adoptando la cómoda posición indígena. La esbeltez y hermosura de aquella parte de su cuerpo lo hicieron suspirar… se encontraba ante la perfección en persona, al menos para él.
—¡Maldición! —Masculló en voz baja al sentir cierta parte ubicada en su entrepierna tensarse y agrandarse. Tomó el chaleco que se encontraba junto a él, y lo depositó con velocidad sobre su regazo.
Observó de nuevo el rostro de María , la cual se encontraba aún con los ojos cerrados. Suspiró de nuevo. ¿Qué pensaría su mejor amigo si se enterara de las fantasías que anhelaba hacer realidad junto con su hermana? O, para cuestionar mejor ¿qué pensaría ella?
“Eres como mi hermano, Harry” Esas palabras taladraban su cabeza hasta provocar una molesta jaqueca. No era su hermano, maldita sea, ¡NO LO ERA!
—Harry…
—Dime… -—Sus ojos continuaban mirándola con ese reflejo de veneración y deseo.
—Hace mucho calor — María enderezó su cabeza y lo miró.
—Sí… mucho calor.
—¿Por qué te tapas con eso? —La joven señaló el saco que tenia sobre sus piernas, él enrojeció sin evitarlo.
—Eh… pues…yo… —balbuceo.
—¿Por qué tardan tanto en arreglar este problema? —Agradeció el que la castaña cambiara radicalmente de tema.
—Esto nos pasa por vivir en un edificio —Rió, tratando de parecer despreocupado.
—Esto nos pasa por vivir en un edificio —Rió, tratando de parecer despreocupado.
—Sí… aunque me agrada, y más por el hecho de que eres mi vecino —María le sonrió abiertamente, y él se perdió en la perfecta curva de sus labios rosas.
—Sí, tu vecino… —Los tembleques regresaron a su cuerpo cuando sintió la figura de ella moverse para estar a su lado. La joven enredó uno de sus brazos con el de Harry, y apoyó la cabeza en su fuerte hombro.
—Al menos estoy encerrada contigo —Sus exhalaciones se acrecentaron al sentir la respiración de María en su oreja y parte de su cuello. El bulto en su entrepierna sin duda debía ser más notorio.
Los minutos continuaban avanzando; segundo por segundo. Imaginó la alegría que lo invadiría si movía su rostro tan sólo un poco, logrando rozar la boca de María con la suya por lo menos una fracción de segundos. ¿Ella lo rechazaría?
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Editado: 22.09.2022