Relatos eróticos

PROFESOR [PARTE2]

Las lágrimas inundaron mis ojos y miré mi regazo, avergonzada. Me paré de la silla y recogí mis cosas antes de precipitarme hacia la puerta. Me metí en el baño más cercano y me escondí dentro de un cubículo. Estaba incómodamente húmeda y mi coño todavía estaba palpitando. Metí mi mano en mi falda y los dedos en mi interior. No era tan bueno como los del profesor, dedos ásperos y callosos, pero al menos servían para follarme. Di tres golpes duros en mi punto G, mis dedos haciendo un sonido mojado. Abrí mis piernas y deslicé tres dedos en mi interior, sentí como mi vagina se contraía contra mis dedos, una ola de alivio me inundó. 

Limpié mis dedos con un poco de papel higiénico y sequé mis empapadas bragas. Seguí imaginándome la cara enojada del profesor, sus palabras condescendientes resonando en mi cabeza. Nunca nadie me había hecho sentir tan inconsciente. «Lo voy a conseguir», pensé con rabia. «Él va a estar rogando por follarme en poco tiempo».

Con la decisión tomada, me abroché la blusa y me detuve a aplicarme un poco de maquillaje.

●●●

Me detuve ante la puerta del profesor Styles, ajustando mi pelo. Asegurándome de que mi busto era visible. Me había quitado las bragas y las había metido en mi bolso. Mi coño ya estaba empezando a humedecerse con el pensamiento de los dedos del profesor masajeando mi clítoris. Golpeé la puerta y la abrí. 

El profesor estaba sentado detrás de su enorme escritorio, estaba golpeando con impaciencia con un lápiz contra el escritorio. 

—Hola profesor. 

—__________, pasa y siéntate. 

Apreté mis labios mientras me sentaba, acomodando mi falda debajo de mí. 

—Tengo tu examen aquí, —dijo Harry moviendo las hojas de papel delante de mí. —Has hecho un mal examen, mucho peor de lo que pensaba. 

—Lo siento, profesor —murmuré. 

Él levanto una ceja y me mostró la prueba llena de marcas rojas. 

—Bien, vamos a seguir con esto. Estábamos en la pregunta tres. 

Me incliné hacia delante y miré la mesa. 

—No puedo leer el examen desde aquí. 

Harry me miró con suspicacia y le hizo señas a la silla a su lado. Me levanté y me senté junto a él, crucé las piernas. Sabía que si miraba hacia abajo se iba a dar cuenta que no traía ropa interior. 

—¿Recuerdas la ecuación de la fuerza, __________? 

Mordí mi labio, pretendiendo verme como si estuviera pensando. 

—Um, no. 

Dejó la prueba con un suspiro. 

—¿Recuerdas algo de mi clase? No eres más que una estúpida puta, ¿No? 

El calor subió por mis mejillas.

—Uh... 

—Vamos quiero que me lo digas —tomó mi muñeca y la apretó dolorosamente. Su mirada estaba fija en mis pechos. 

—Soy una estúpida puta —me sentí ridícula diciéndolo, pero la ira del profesor empezó a despertarme. Podía sentir los jugos de mi coño corriendo por mis muslos. 
El desgarró mi blusa y movió los tirantes de mi sujetador. Luego me quitó el sostén, exponiendo mis grandes tetas. El impacto atravesó mi estómago cuando enterró su cara en mis pechos y los hizo chocar entre sí. 

—¡Oh, profesor! —jadeé cuando comenzó a lamerlos y chuparlos. Grité mientras mordía mis pezones y los chupaba con fuerza. Se hizo hacia atrás, con una mirada vidriosa en sus ojos. 

—¡Ahora levántate y dóblate sobre el escritorio!

De repente, me sentí nerviosa. Me mordí el labio por la anticipación. 

—¿Me subo sobre el escritorio? 

Estaba respirando con dificultad mientras se quitaba la chaqueta. 

—¡Dóblate ahora! 

Di un salto ante su grito y de mala gana me incliné sobre el escritorio, pero él no estaba feliz. Sentí su mano en mi espalda empujándome hacia abajo. 

—Sí, así. Ahora extiende los brazos. Quiero ver como tus tetas se estrellan contra el escritorio. 

Lo hice como una oferta, me sentía incómodamente expuesta. Él subió la parte de atrás de mi falda y sentí una brisa fresca en mi culo, mi coño se apretó. Se estaba hinchando dolorosamente. 

El profesor me cogió por el cuello y me bajé, acomodándome. 

Grité cuando me dio una fuerte bofetada en mi expuesto culo. Apenas tuve tiempo para recuperarme antes de que otra aterrizara en la misma mejilla. Grité cada vez y me retorcí bajo su mano, pero entonces el grito fue interrumpido por un gemido cuando me dio una dura palmada en el coño. Yo podía sentir la humedad difundirse por mis mejillas mientras me golpeaba una y otra vez. 

—Jodida zorra —rugió. 

—¡Por favor Harry! —lloré. 

Dejó de abofetearme mientras yo sollozaba en el escritorio. Las mejillas de mi culo me escocían mucho, pero mi coño me dolía. 

—¿Has aprendido tu lección? —dijo, presionando su excitación contra mi pierna. 

—¡No! 

—Muy bien, entonces. 

Escuché como desabrochaba sus pantalones y se los bajaba. Sus ásperas manos se apoderaron de mi cintura y sentí algo duro entrando en mi coño. 

«¡Oh, por favor, Follame!» Pensé desesperadamente. 

El profesor Styles lanzo un gruñido cuando su polla se deslizó dentro de mí. Estuve a punto de dar un grito de alivio, pero su pene estaba entrando y saliendo muy lentamente. Intenté resistirme y aumentar la velocidad, pero me tenía aprisionada con su cuerpo. No podía moverme ni un milímetro. El escritorio se estaba clavando dolorosamente en mi cintura. 

Empezó a empujar su polla más rápido, y yo gemía de placer. Cada empuje hacía que el escritorio se me clavara más en la cintura. Lo apreté con el placer de él golpeándome, las paredes de mi coño se cerraron alrededor de su pene. Los sonidos de humedad, golpeando, me estaban conduciendo cerca del límite. Una de sus manos acariciaba mi pecho. Mientras golpeaba dentro de mi tan duro como podía, mis rodillas golpeaban en el escritorio. Grité cuando llegue a la orilla y me corrí, montando la ola. Pero él siguió golpeando. Su polla pronto salió, extendió mis nalgas, y se estrelló contra mi culo. Fue tan inesperado que grité. Metió los dedos en mi coño y me folló por ambos orificios. Él no había tenido ni un solo orgasmo y yo estaba cerca de mi segundo. 




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