—Es raro.
—¿Qué cosa?
—Que me beses con los ojos abiertos.
—Entiendo, pero…, siempre lo he hecho así.
—Sí, me he dado cuenta, pero no se siente real.
—¿Real?
—El beso, tus sentimientos, no lo sé..., sólo..., no parecen tan genuinos como deberían ser.
—Lo siento..., no lo volveré a hacer.
—¿Me lo prometes? —Sus ojos se achinaron, intentando aligerar el asunto. Parecía estar jugando, con sus palabras, con sus miradas, con nuestra relación...
—Sí... —Dije por costumbre.
Me dio una de esas tantas agradables sonrisas que tenía y, sin querer, la comencé a mirar de arriba abajo. Ahí estaba, la chica que busca tenerme lo suficientemente cerca para dispararme, disparar esa bala, esa maldita bala… Hubiera sido un alivio que fuera una bala real y no una metafórica, así podría acabar con todo el dolor que provocaría en tan solo un instante. Pero la vida no es tan generosa como para hacerme ese favor. Sentía miedo por lo que ella era capaz de hacerme, pero no era tan cobarde para no admitirlo.
¿Valía la pena el riesgo? ¿Dejarme disparar?, quién sabe dónde ni cómo ni cuándo.
Podía sentir la fría brisa recorrerme las manos. Toqué su rostro delicadamente, sintiendo su calor en mis dedos. Ella parecía jugar con mis caricias. Se distraía lo suficiente en ello, deseaba morirme cada vez que me hacía sentir algo tan destructivo como el amor. Era, sin duda, algo mucho menos doloroso.
La solté.
—Bueno, ¿vamos? —Le pregunté.
—¿A dónde?
—No lo sé. Solo quiero irme de aquí.
—Está bien.
—…
—…
—¿No te importa seguirme sin rumbo?
—Te seguiré a donde vayas.
La miré por un segundo. Dudando, por un momento, en todo lo que creía.
—Tengo curiosidad sobre hacia donde se dirigirá alguien como tú. —Añadió, siempre con esa sonrisa, tan alegre, tan dulce, tan juguetona, tan...
No respondí, volví a mirar al frente, hacia la calle, los edificios y la gente que se apresuraba incesante una tras otra, sonreí por lo bajo y comencé a caminar.