Relatos fragmentados

Un pequeño consejo

Las amarillas luces de los postes comenzaban a aparecer una a una, alumbrando todo a nuestro alrededor y dejando en claro que la noche se aproximaba. Algunas personas pasaban por nuestro lado, mirando con curiosidad qué era lo hacían aquellos dos sujetos sentados en una esquina de la acera.

—Entonces, ¿cuándo comenzaron? —Pregunté, lo pensó por un momento y pareció recordar algo que le dio gracia.

—Fue hace exactamente un año. Justamente hoy día —Me miró—, ¡y yo aquí, tomando contigo!

En ese momento, ambos nos reímos. Tomábamos unas cervezas luego de algún tiempo.

—No la dejan salir fácilmente, pero quería regalarle algo... Un girasol, a ella le encantan los girasoles, con un disco de una de sus bandas favoritas. Por eso quería ir al mercado de flores, tal vez las consiga ahí.

—Me parece genial, un bonito detalle. —Dije y seguí tomando de mi vaso.

—Oye, ¿sabes? Esa vez, cuando le pedí que fuera mi enamorada, realmente nada salió como esperaba. Era obvio que había algo entre nosotros, creo que se notaba. Y ella sabía que me gustaba, a veces me jodía diciendo que Edward era muy guapo, y yo solo decía: Sí, es muy guapo, pero en mi interior estaba: ¡Puta madre, Edward! —Ulises no pudo evitar esbozar una sonrisa, como si esos recuerdos significaran algo para él—. Y me ponía triste... Le dije que fuéramos a la playa y faltáramos a las clases de la tarde. Yo quería que fuera algo especial, sentía que ella lo era. Sabía que no sería como otras relaciones que había tenido.

—Pues claro que no, una relación superficial no dura un año. Además, no la ves mucho, ¿no?

—Pues no. —Volteó la mirada, como si aquello le hubiera dolido.

—¿Ves? Eso demuestra que, a pesar de todo, te quiere, aún sin verte sigue prefiriéndote a ti. —Ulises lo pensó por un momento y, seguidamente, alzó su vaso.

—Salud por eso. —Dijo

—Salud —respondí. Chocamos vasos.

Bebimos un pequeño sorbo cada uno. Un coche pasó por nuestro lado, haciendo temblar la botella. Ulises la movió más cerca a sus pies.

—Entonces, ¿no salió como lo planeaste? —Comenté.

—No, o sea, al comienzo sí. Salimos desde acá, creo. —Estábamos cerca de una avenida, en los márgenes de un parque contigua a la pista—. Y fuimos hasta Tacna. Bajamos en donde había un supermercado grande. —Ulises utilizaba sus manos para dibujar la zona, aunque realmente no entendía absolutamente nada de lo que decía. Solo asentí.

—Entonces, desde ahí, esperamos otro carro que nos llevara hasta el parque Kennedy, cosa que yo me puedo ubicar mejor desde ahí. —Seguía con sus manos y yo seguía sin entender nada—. Pero no venía ni uno solo, esperamos media hora y nunca llegamos a tomarlo. Fuimos caminando, nada más.

—¿Caminando? ¿En serio? —Lo miré extrañado—. ¿Llegaron?

—Si, no está tan lejos. Llegamos casi por esta hora a Larcomar, yo pensé que ya era algo tarde para bajar y llegar hasta la playa, se darían cuenta de que no fuimos a estudiar. Solo nos quedamos un rato y volvimos. Yo estaba decaído, no salió como lo había planeado y ella se dio cuenta. Me dijo: estás mal. Yo le dije: no, estoy bien. Yo estaba seguro que me veía normal. Dijo: Si, estás mal. Y me abrazó. —Su cara comenzó a enrojecerse—. Fue tan tierno. Yo pensé: Mañana se lo pido. Porque sinceramente ya estaba desanimado, pero que me abrazara me animó un poquito. Entonces fuimos a esperar un carro, estábamos en el paradero viendo si pasaba alguno para Las Flores, y sí, pasaron como tres, pero ni uno paraba y yo estaba como huevón, llamando. Después nos dimos cuenta que el paradero era más allá.

No pude evitar reírme. Ulises tomó el cigarrillo que colgaba de su oreja, lo prendió, aspiró un poco y me lo pasó. Se sirvió un poco más en su vaso y a mí también de paso. Terminé de aspirar y seguimos conversando.

—¿No te diste cuenta?

—No, para nada. Pero... —Parecía acordarse de algo súbitamente importante—. ¿Sabes lo que pasó? Estábamos hablando y como que ya nos estábamos despidiendo, ella se acercó para despedirse, pero no me había dado cuenta. Volteé a mirarla y terminé dándole un beso. Yo me quedé pasmado, pensando: ¿La acabo de besar? Ella también me dijo que luego pensó: ¿Realmente acabo de besarlo? Inmediatamente luego de eso me abrazó, se había puesto muy nerviosa y se puso a reír. Ella maneja muy mal ese tema, sufre de nerviosismo y se ríe cada vez que le pasa. Cuando ya se calmó la situación, nos alejamos y le dije que había sido un accidente, que no fue mi intención faltarle el respeto y que no quería nuestra amistad se acabara, pero yo ya estaba feliz. ¡La había besado!

Ulises lo celebró tomando otro sorbo de su vaso. Algunas personas pasaban a nuestro lado atentos a toda la bulla proveniente de nuestra conversación, pero a nosotros no nos importaba en lo absoluto.

—Cuando subimos al carro, me di cuenta que ella también estaba de buen humor. Estuvimos así todo el viaje y en un momento comenzamos a hablar de Edward, como él siempre la jode y siempre que lo hace me dice: Mira. Me acuerdo que posaba su brazo en sus hombros y, ¡yo me sentía tan mal!

—¡Y justo a ti! —Me reí y tomé otro sorbo.

—Siempre me alejaba cuando lo hacía, sin hacerlo tan evidente, me sentía tan incómodo; pero creo que ella se daba cuenta y venía a mi lado, dejando a Edward solo. —Ulises se sentía bien cuando dijo esas palabras, le entendía perfectamente. Aquella sonrisa solo la podías ver en hombres verdaderamente enamorados… Inevitablemente comencé a recordarla—. Cuando estábamos en el carro, ella me dijo que él siempre le paraba agarrando la mano. Puso su mano encima de la mía y seguimos hablando. En mi mente estaba seguro que la quitaría, pero nunca lo hizo.




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