Relatos Macabros

El lamento de la montaña

En un remoto pueblo, rodeado de bosques oscuros y abruptas montañas, se contaba la historia de una colina maldita, conocida como el Lomo del Lamento. Los ancianos advertían a los jóvenes que nunca subieran, especialmente al caer la noche, cuando el viento traía consigo los lamentos de aquellos que habían intentado desafiar a la montaña.

Un grupo de amigos, atraídos por la curiosidad y el deseo de aventuras, decidió probar la leyenda. Entre ellos estaba Clara, una joven valiente que no creía en supersticiones. “No hay nada que temer”, decía mientras se preparaban para la expedición. Con linternas y bocadillos, comenzaron la ascensión al caer la tarde.

A medida que subían, el aire se tornaba más frío y denso, y una neblina oscura comenzó a envolverlos. A pesar de las advertencias, rieron y charlaron, hasta que, al llegar a la cima, el ambiente cambió drásticamente. La neblina se espesó, y un silencio inquietante los envolvió.

“¿Escuchan eso?”, preguntó Marco, interrumpiendo el bullicio. Todos se quedaron en silencio, y entonces lo oyeron: un lamento profundo, resonando en el aire como un eco de dolor. Era como si la montaña misma estuviera llorando. La risa se desvaneció, y una sensación de inquietud se apoderó de ellos.

De repente, una ráfaga de viento helado los golpeó, llevándose consigo las linternas. En la oscuridad, el lamento se intensificó, transformándose en gritos desgarradores. “¡Regresen! ¡Regresen!”, parecían clamar las voces. Clara, sintiéndose desafiada, gritó: “¡No tenemos miedo!”.

Pero en ese momento, algo se movió entre las sombras. Una figura oscura emergió de la neblina, con un rostro distorsionado y ojos que brillaban con un fuego antinatural. Los amigos se quedaron paralizados por el terror, incapaces de reaccionar. La figura se acercó, y el lamento se convirtió en un grito aterrador que resonó en sus mentes.

“¡Aléjense de aquí!”, rugió la figura, su voz retumbando como un trueno. Clara sintió que su valentía temblaba, pero no podía dar marcha atrás. “¿Quién eres?”, preguntó, aunque su voz temblaba. “Soy el Guardián de la Montaña”, respondió la sombra, “y ustedes han profanado mi hogar”.

Con un movimiento de su mano, el Guardián hizo que la tierra temblara, y las rocas comenzaron a caer. Los amigos, aterrados, empezaron a correr. El lamento se convirtió en un coro de gritos, resonando en sus oídos. “¡No escapen! ¡No pueden huir!”, retumbaba la voz del Guardián.

Mientras descendían, la neblina se volvía más densa, y los ecos de los gritos parecían seguirlos, atrayéndolos hacia la montaña. Uno por uno, empezaron a perderse entre la oscuridad. Clara, aferrándose a la esperanza, gritó por sus amigos, pero el eco de su voz solo fue respondido por el lamento creciente.

Finalmente, se encontró sola, con el viento aullando a su alrededor. El Guardián apareció ante ella, más imponente que nunca. “Has desafiado a la montaña, y ahora pagarás el precio”, dijo con voz helada. Clara, sintiendo el terror apoderarse de ella, intentó correr, pero sus pies parecían estar pegados al suelo.

“¿Por qué te resistes?”, preguntó el Guardián. “Este lugar es un refugio para aquellos que sienten dolor y desesperación. Tu valentía no es más que arrogancia”. Clara, mirando a su alrededor, vio que los ecos de sus amigos se transformaban en sombras, atrapados en la montaña, condenados a vagar por la eternidad.

“Si no puedes vencer tu miedo, serás parte de este lugar”, continuó el Guardián. Clara, sintiendo que la oscuridad la envolvía, recordó las risas y los momentos compartidos con sus amigos. En un último esfuerzo, gritó: “¡No quiero ser parte de esto! ¡Quiero irme!”.

La montaña retumbó, y el Guardián, con un gesto, hizo que la neblina se disipara. Clara, sintiendo que su corazón latía con fuerza, corrió hacia el sendero. Aunque escuchaba los ecos de sus amigos llamándola, sabía que no podía mirar atrás. La montaña parecía gritarle que se detuviera, pero ella siguió adelante, desafiando el miedo.

Finalmente, llegó al pie de la montaña, cayendo de rodillas, exhausta y temblando. El lamento se desvaneció, y el silencio envolvió el lugar. Clara miró hacia atrás, viendo la montaña oscura y imponente, sintiendo que había dejado algo atrás, una parte de su inocencia.

Desde aquel día, la leyenda del Lomo del Lamento se volvió más fuerte. Clara nunca volvió a ser la misma; el eco de los lamentos la perseguía en sus sueños, recordándole que había desafiado a la montaña y que, aunque había escapado, el terror de aquella noche siempre estaría con ella. La montaña seguía en pie, implacable, esperando a su próxima víctima, siempre dispuesta a reclamar a aquellos que se atrevieran a entrar en su dominio.



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En el texto hay: terror paranormal

Editado: 16.11.2024

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