Kei en realidad es un buen amigo, me ha hecho escribir incontables gritos de ayudas disfrazados de poesía, y no todos han salido a la luz. Él dice que yo tengo capacidades increíbles, y que un día se las robará para hacer lo que él quiere.
Hoy te quiero contar de una Navidad especial para mí, la recuerdo porque sucedió hace un año, en mi casa, en la cocina. Él estaba ahí, cenando al lado de mis padres, comiendo la comida de mamá, riéndose de los chistes de mi hermano, logró llevarse bien con ellos para darme un día de felicidad.
Entonces esa noche antes de que dieran las doce, me dijo: "Mañana va a ser más divertido". Y cuando el reloj anunció que el 25 de Diciembre comenzaba, las luces de mi casa se apagaron.
En el lugar donde vivo es una tradición salir de casa e ir a saludar a todo el barrio en Navidad, en mi casa esa tradición había muerto hace rato, y apenas salían a desear un feliz año nuevo a la familia que vive cerca. Ya no cenábamos juntos, eran apenas dos personas en la mesa, por eso esa Navidad fue tan importante para alguien como yo.
El regalo que me dio Kei el 25 de Diciembre de 2017 fue dolor puro, me dejó gritar en medio de mi casa porque ya todos se habían ido a buscar tradiciones. Y estaba sola, con él repitiéndome como todos los días, que le regale mi cuerpo. Que le regale mi vida y que me vaya con su muerte.