LA CHICA DE LA CHAQUETA, PARTE 1
“Ser feliz”
NARRADOR OMNISCIENTE
En una ciudad muy lejana y desconocida de un bello lugar, se encontraba una vieja casa de casi dos décadas; en ella vivía un chico muy apuesto y joven de veintitrés años junto a sus dos padres ancianos.
El chico del que les hablo realmente es muy apuesto, cabello corto y negro azabache, piel palida, ojos azulados que de vez en cuando tienen motas avellanas y unos labios carnosos en forma de corazón y bien rojos. Lo sé, muy lindo, lo suficiente como para tener a miles de chicas detrás de él.
Pero la más cruda verdad es que eso no era así, bueno, por lo menos desde hace ya mucho tiempo. Chica que ve acercarse, chica que aleja o simplemente ignora. Hubo un tiempo en el que esto obviamente no fue así y él disfrutaba de la vida. Se estarán preguntando qué fue lo que pasó.
Así que a continuación les voy a dar un breve resumen de lo ocurrido para que Gael pase de ser el típico chico que vivía de fiesta a uno que básicamente se encerraba en su habitación.
La luna brillaba sobre la ciudad, reflejándose en las calles empedradas y creando un ambiente casi mágico, pero en la casa vieja, la atmósfera era diferente. Dentro de aquellas paredes se podían escuchar risas y voces de otros tiempos, ecos de celebraciones pasadas que resonaban en la mente de Gael, quien ahora se recluía en la soledad de su habitación.
Todo había empezado un verano, ese verano en el que todo prometía ser diferente.
Gael, aislado en su dolor, comenzó a evitar las reuniones y a refugiarse en la soledad de su habitación. Se olvidó de lo que era salir, de lo que era reír a carcajadas sin un peso en el corazón. Esa antigua felicidad que lo había envuelto se desvaneció, dejándolo solo en la penumbra de su habitación, rodeado de recuerdos y fotos que lo atormentaban.
A medida que pasaban los meses, sus padres ancianos se preocupaban por su bienestar. Intentaron hablar con él, pero cualquier intento de acercamiento fue en vano. “Estoy bien”, repetía con monotonía, mientras su voz se entrelazaba con la tristeza que lo envolvía. Pero sabían que no era cierto; lo veían pasar los días anclado en su escritorio, sin alegría, sin vida.
Una sombra recorría su mente, una figura que aún le provocaba sentimientos contradictorios. Era la causante de su tormento: Ámbar. Una chica cuyas risas una vez llenaron su mundo vacío, pero que ahora era un eco distante en su corazón. Esa chica que lo había hecho sentir nuevamente, después de haber permanecido sumido en sus pensamientos oscuros. Aun así, esa chispa de alegría estaba cansada de luchar contra las frías corrientes de su desesperación.
Quizás era en ese último rincón de su corazón donde todavía quedaba esperanza, un destello que se encendía cada vez que la brisa traía consigo el eco de las risas de sus viejos amigos. Pero pronto, ese destello lo consumía aún más; cada instante que recordaba a Ámbar..
Unas semanas antes…
A pesar de la resistencia inicial, Gael accedió. Al final, ¿qué tan mala podría ser una noche de alegría forzada entre amigos?
En su interior había un pequeño deseo encadenado que anhelaba salir, y esa resolución lo llevó a vestirse con una camiseta oscura y sus jeans favoritos, sin previo aviso, se encontró a sí mismo caminando por las calles adoquinadas que conocía tan bien.
Las luces de neón iluminaban un sendero que parecía interminable, mientras la brisa nocturna soplaba con una suave fragancia en los frescos días de verano.
GAEL ROSSI
La música en el baile vibraba en mi pecho, empujándome a mecerse al compás de una energía palpable. Fabricio, mi mejor amigo desde hace años, se adelantaba, su sonrisa era un faro para mí. Hablaba y reía con amigos, mientras yo trataba de mantener la carcajada en la superficie. Sin embargo, había un peso en mi pecho que me recordaba a cada instante que todo seguía igual.
Por un momento, me arrepiento de hacerle caso, en mis planes estaba ir a otro baile, para conocer a alguna chica y pasar el tiempo, pero luego de que Fabricio me insistiera acompañarlo hasta acá varias hora antes, terminé aceptando.
Después de todo es un baile, algo que me gusta y en los que estoy todos los findes de semana desde que las vacaciones de verano comenzaron.
De igual manera, hace mucho que no asistía en este en el que nos encontramos, pero no me quejo, porque me gusta mucho y al fin al cabo mi objetivo de la noche podría cumplirse igual.
Cuando el baile comenzó, sentí cómo cada paso me alejaba de mis pensamientos sombríos. Las luces giraban y me dejé arrastrar por la corriente de cuerpos, sintiendo la música fluir a través de mí, olvidando por unos momentos lo que me aguardaba al volver a esa casa vacía.
De repente, Fabricio mencionó a Camila, la chica con la que había estado la semana pasada. Como si el aire se volviera espeso, mi sonrisa se desvaneció. Era un comentario inocente, pero me golpeó como un mazo; un recordatorio de que no había escapado por completo de mi enojo. Opté por alejarme un poco, darle la espalda al bullicio y buscar un lugar tranquilo para despejar mi cabeza.
Aloja mi mente, me vi frente a la barra de bebidas cuando mis ojos se posaron sobre una figura en medio de la multitud. En ese instante, no sé qué fue lo que me insistió en seguir mirándola, sentí algo muy fuerte, como un imán que tenía atracción al color de sus ojos. Muy diferente a lo que sentí con las miles de chicas con las que estuve antes.
Te vi ahí parada, tan espléndida y seria. Sola, sin nadie a tu alrededor, solamente observando, llamando mi atención.
Era como si el mundo se hubiera detenido; todo a mi alrededor se desvaneció y solo existía yo y la chica de cabello negro recogido, que vestía un bodi negro con encaje. La piel clara de su rostro brillaba a la luz tenue del espacio en que estaba, y sus ojos grises eran como dos luceros perdidos en la inmensidad de la noche.
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Editado: 28.10.2025