Relatos Paranormales

PARTE 5: Acá has estado

LA CHICA DE LA CHAQUETA, PARTE 5

“Acá has estado”

GAEL ROSSI

Solté un un suspiro, cansado.

Ya pasaron exactamente dos semanas desde esa noche y me sorprende como una secuencia de hechos puede cambiar drásticamente tu vida.

Agradezco que las clases de la universidad todavía no hayan empezado, aunque falta poco para mi último año, no tengo esa sensación en mi como todos los años.

Y por alguna extraña razón, la chica de la chaqueta no sale de mi cabeza…

Todo lo que Olga me contó aquella tarde vino a mi mente.

Ámbar nunca llegó a su casa, horas después su mamá empezó a alarmarse y quiso reportar su desaparición, pero la policía la obligó a esperar cuarenta y ocho horas.

Todavía recuerdo los lamentos y las lágrimas de Olga al contarme lo que pasó exactamente un día y medio después.

El cuerpo de Ámbar fue encontrado fuera de la ciudad, víctima de un monstruo que le quitó la vida, sus sueños y el brillo de sus ojos. Presentaba signos de violación, cortes y golpes.

La tristeza se apoderó de mí al pensar en el sufrimiento de alguien tan puro en un tiempo tan corto. Me preguntaba qué había pasado esa noche en que ella bailaba y sonreía, sin saber lo que le esperaba.

Esa tarde, luego de acompañar a la mamá de Ámbar después de lo del cementerio, llegué a mi casa y dejé la chaqueta sobre la silla. Desconcertado me senté en el sofá frente a la prensa y me derrumbé.

A medida que las lágrimas caían en la oscuridad de las paredes, recordaba ese breve momento juntos y el cruel giro del destino que me permitió conocerla, pero nunca realmente disfrutarla.

Si hubiera sabido que no volvería a verla nunca más, le hubiera insistido que se quede un poco más.

De repente, mi mente viajó a un año atrás. Esa noche en la que fuí con mis compañeros de universidad y Fabricio, justamente al mismo lugar.

Si que la vi antes, pero en ese entonces no hablé con ella.

Aquella noche, entre las sombras y las luces, la vi por un instante. Era imposible no hacerlo. Sus ojos, grises como las nubes antes de una tormenta, rápidamente captaron mi atención.

Aunque ella no se dio cuenta que la estaba viendo, yo observaba una sonrisa franca dibujada en su rostro, esa reflejaba la inocencia de una juventud que sólo comenzaba a florecer.

Las risas de su grupo de amigas llenaban el ambiente, pero un instante después, las sombras se hicieron más densas. Unos cuantos minutos más tarde, bajo el peso de la música y las conversaciones, su grupo de amigas desapareció.

Un guardia de seguridad muy alto apareció y se llevó a una de sus amigas de pelo lacios, la otra de rulos no tardó en seguirla. Segundos después, la de ojos grises fue tras ellas y con su ausencia se llevó también la oportunidad de conversar, de conocer esa chispa de vida que emanaba de ella.

Por esa razón esa noche, cuando la vi, se me hizo tan conocida…

Luego, cuatro días después de esa madrugada vi la noticia en la televisión y a mis padres conversando sobre el tema…

Recuerdo claramente la imagen en la pantalla del televisor, su rostro joven, puro, titulando junto a un título que nunca quise leer: "JOVEN DE VEINTE AÑOS ES ENCONTRADA SIN VIDA LUEGO DE UN DÍA DE BÚSQUEDA."

Nunca imaginé o asocié que la misma chica a la que vi por tres minutos con sus amigas divertirse, era la misma que horas después había desaparecido y que mucho menos, un año después vería y me haría sentir todo lo que sentí.

Después de estar semanas sin salir, decidí investigar más a fondo lo que había pasado. Ámbar no era solo un nombre en las noticias; era una persona que merecía ser recordada. Cada declaración y noticia me impactaba profundamente.

Finalmente, encontré un contacto: Malena y Sofía, sus amigas más cercanas. Fui en busca de ellas, esperando que sus recuerdos me dieran alguna claridad sobre la situación.

Desafortunadamente, Malena ya no vivía en la ciudad. Solo quedaba Sofía. No tenía idea de las revelaciones que vendrían esa misma tarde, hasta que el día llegó. La vi en un centro comercial, un lugar con luces brillantes que contrastaban con la oscuridad de lo que había sucedido. Cuando entré al lugar, a lo lejos, la vi.

Llevaba un collar que me era familiar, uno que reconocí por haberlo visto en Ámbar aquella noche. La adrenalina recorrió mi cuerpo.

Definitivamente era el destino, porque aunque pensé en contactarla, no lo hice por miedo a que me dijera que estaba loco.

—¿Te conozco? —preguntó Sofía, mirándome con precaución.

—La verdad es que no, pero el destino nos puso en el mismo lugar varias veces y no nos dimos cuenta —respondí, sin poder apartar mi mirada del collar que colgaba de su cuello.

El encuentro se tornó inevitablemente intenso. Había un aire de nostalgia, pero también una mezcla de dolor. Le comenté que conocía a Ámbar y a Sofía se iluminó el rostro por un momento, pero la luz rápidamente se transformó en tristeza. Lo que siguió fue una danza de recuerdos. Hablamos de Ámbar, de sus sueños, de lo que pasó aquella noche. Sofía recordó cómo fue la última en ver a Ámbar.

—El taxista fue el causante de todo —dijo con la voz rota, muy segura de su opinión —Nunca apareció. Ella regresaba a casa y se la llevaron.

El bullicio del centro comercial nos envolvía, rodeados de risas, charlas y el sonido lejano de una melodía pegajosa saliendo de una tienda. Aquella tarde, apenas podía concentrarme en lo que estaba diciendo Sofía; su voz tenía un tono curioso que me intrigaba. Caminábamos por el pasillo, y ella se detuvo, cruzando los brazos.

—Oye, Gael, ¿cómo conociste a Ámbar? —preguntó, la mirada fija en mí, como si quisiera desenredar algún misterio oculto.

Apreté los labios en una línea recta, al sentir todavía su mirada clavada en mí solté un suspiro entrecortado.




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