Relatos Paranormales

PARTE 2: Ella está atrapada

LA CHICA DE LA CALLE TRECE, PARTE 2

“Ella está atrapada”

La noche es fría y el viento parece cargar consigo un lamento inaudible mientras camino por la calle Trece. Esta vez, no hay lluvia que maquille las grietas del asfalto ni las cicatrices de las casas. Todo está desnudo y sombrío, como si el vecindario respirara un aire de resignación eterna.

Llevo mi grabadora en una mano y mi linterna en la otra, aunque la luz de la farola más adelante ilumina lo suficiente. Cada paso que doy parece un desafío a la quietud que gobierna esta calle, y por primera vez siento que el silencio aquí no es ausencia de sonido, sino una presencia en sí misma.

Es entonces cuando la veo.

Bajo la luz parpadeante de una farola, está ella. Una figura alta y delgada, con un vestido blanco que roza el suelo y un cabello oscuro que parece absorber la poca luz que la rodea. Está de pie, inmóvil, con la mirada perdida hacia algún punto en la distancia, como si el mundo que la rodea no existiera para ella.

El escalofrío que recorre mi cuerpo es instantáneo. Es como si el aire se hubiera vuelto helado en un radio de varios metros. Trato de racionalizarlo. Quizás es solo una vecina, alguien que no pudo dormir y salió a despejarse. Pero no puedo evitar sentir que hay algo profundamente equivocado en su presencia.

—Disculpa —digo, mi voz apenas un murmullo.

Ella no responde. Ni siquiera da indicios de haberme escuchado. Pero algo cambia. Su postura, tan rígida como una estatua, se inclina levemente hacia adelante, como si mi voz la hubiera despertado de un letargo.

Doy un paso más cerca, contra el juicio de cada instinto en mi cuerpo.

—¿Eres… eres de aquí? —pregunto, con la esperanza de romper esa barrera invisible que me separa de ella.

Es entonces cuando lo noto: sus ojos. Dos pozos oscuros, brillantes, como si la luz de la farola se reflejara en ellos de una manera que no debería. Me doy cuenta de que no están mirando hacia mí ni hacia ninguna dirección específica, pero aún así siento que penetran en lo más profundo de mi ser.

Mi visión comienza a distorsionarse. El mundo a mi alrededor se tambalea, como si la gravedad hubiera cambiado de dirección. Intento retroceder, pero mis pies se sienten clavados al suelo.

Entonces, lo escucho. Voces. Decenas, quizás cientos, todas susurrando al mismo tiempo en un idioma que no entiendo. Las palabras son incomprensibles, pero su tono es claro: miedo, desesperación, dolor.

La luz de la farola parpadea frenéticamente, y en esos breves destellos, veo cosas que no deberían estar ahí. Un hospital abandonado, pasillos interminables manchados de algo oscuro. Un niño de rostro pálido llorando en una esquina. Una mano que intenta alcanzar la mía, pero que se desvanece antes de tocarme.

Las imágenes cambian rápido, demasiado rápido, hasta que ya no sé si estoy viendo recuerdos o viviendo una pesadilla. Una risa aguda atraviesa el caos, y cuando giro la cabeza, estoy de vuelta frente a ella. La chica.

Esta vez, está mirándome directamente.

—No deberías estar aquí —susurra, con una voz que parece venir de varios lugares al mismo tiempo.

Mi corazón late con fuerza, pero no puedo moverme, no puedo apartar la mirada de sus ojos. Algo dentro de mí se quiebra, y de repente veo cosas que no son mías. Recuerdos de una infancia que no viví, de un padre que nunca tuve, de un dolor tan profundo que siento que me arranca el aire.

Intento gritar, pero el sonido queda atrapado en mi garganta. Mi cuerpo comienza a temblar, y la oscuridad me envuelve como una manta pesada. Lo último que siento es el frío del suelo contra mi mejilla antes de que todo desaparezca.

Despierto horas después, tirada en un callejón oscuro, con un sabor metálico en la boca y el eco de esas palabras aún resonando en mi mente: “No deberías estar aquí.”

La grabadora está a mi lado, aún encendida. La reviso con manos temblorosas, pero lo único que encuentro en la cinta son susurros incomprensibles y, al final, mi propia voz repitiendo algo una y otra vez:

—Ella está atrapada. Ella está atrapada.

No recuerdo haberlo dicho. Pero algo me dice que estas palabras son solo el principio de lo que sea que está ocurriendo en esta calle. Y ahora, más que nunca, sé que no puedo dar marcha atrás.

◐●◑▽ ◐●◑▽ ◐●◑▽ ◐●◑▽ ◐●◑

El amanecer llega con un frío que se cuela en los huesos, pero no tengo tiempo para descansar. Las imágenes de la noche anterior se repiten en mi cabeza como un rompecabezas imposible de armar. No puedo olvidar la mirada de la chica, ni las voces, ni esos recuerdos que parecían forzados en mi mente. Algo en mí, una mezcla de miedo y curiosidad, me impulsa a continuar.

Decido que necesito respuestas, algo sólido a lo que aferrarme. Paso las siguientes horas en la biblioteca del periódico donde hago mis prácticas, revisando los archivos más antiguos que tienen sobre el vecindario de la calle Trece. Los artículos son escasos, casi como si alguien hubiera intentado borrar la historia del lugar. Sin embargo, una pequeña nota de hace más de cuarenta años capta mi atención. Es de mil novecientos ochenta y dos y menciona un incendio en una clínica pediátrica ubicada a pocas cuadras de la calle Trece. Según el reporte, el fuego consumió el edificio por completo, pero no hubo víctimas fatales registradas.

"Clínica San Vital", leo en voz baja. El nombre no me dice nada, pero algo en esa nota me parece extraño. Si no hubo víctimas, ¿por qué el artículo menciona desapariciones inexplicables en el vecindario en las semanas posteriores al incendio?

Reviso más documentos, pero el nombre de la clínica no aparece en ninguna otra parte. Frustrada, decido intentar otro camino. Encuentro un foro en línea especializado en leyendas urbanas y fenómenos paranormales, y al buscar "calle Trece" y "Clínica San Vital", aparece un hilo enterrado entre cientos de otros posts. Un usuario anónimo menciona que la clínica nunca fue realmente una clínica, sino una fachada para un instituto de investigación secreto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.