EL DÍA DESPÚES DE MI SUICIDIO, PARTE 2
“Con el paso del tiempo”
Con el paso del tiempo te das cuenta de que no todas las sonrisas son de verdad, ni todos los "te quiero" son sinceros.
Que lo que duele no son las mentiras que se dicen, si no las verdades que se callan. Que lo que más duele no es el golpe, sino quien te lo da.
Que grandes amigos pueden volverse grandes desconocidos...
Que aquellos que te querían ahora te pueden estar odiando...
Que la vida es negra o blanca, nunca de color rosa. Aprendemos que los cuentos no tienen un final feliz, que un final feliz es una historia sin acabar.
Aprendemos que los mensajes momentos se componen de pequeñas cosas, que no es oro todo lo que reluce y quien avisa no es traidor.
Que es mejor tener cinco amigos de verdad, que cincuenta falsos y por eso mismo el amor de distintas formas puede ser muy bonito pero a la vez muy traicionero.
Y finalmente que quien poco te demuestra, poco le importas.
Y por todo eso y muchísimas cosas más, te darás cuenta de que la vida es muy corta y que el tiempo corre muy deprisa.
Te estarás preguntando por qué digo esto. Lo digo porque es lo que vi y lo que comprendí el día después de mi suicidio…
Dos semanas antes del suicidio…
Miro mi reflejo en el espejo, no dormí nada por la emoción y adrenalina así que mis ojeras y el cansancio son visibles en mi en mi rostro.
Hoy, exactamente en dos horas voy a salir a bailar con mis dos amigas y dos compañeros de clase más:
Verónica, mi mejor amiga, con seis años de amistad. Muy atractiva, cabello castaño, ojos oscuros como la noche, muy jodona, alegre y con un autoestima y ego por los cielos.
Amelia, mi otra mejor amiga también con una amistad de seis años y tres de mejores amigas. Ella es todo lo contrario a mí, es tímida, bonita y chusma. Pelo negro azabache, ojos color café y piel pálida.
Manuel, típico nerd, pelo castaño y largo. Obviamente con anteojos, ojos verdes, arrogante, sarcástico, simpático y sincero. Sin duda alguna, una amistad sin filtros y un gran amigo.
Y Pierce, mi crush desde hace dos meses. Él tiene pelo castaño oscuro, casi llegando a un negro; piel clara pero no tan palida, ojos marrones oscuros y pestañas largas. Me gusta porque no es un chico normal, es el punto medio que existe en todo.
En fin, si hay algo a lo que puedo considerar una amistad es a lo que tengo con ellos, aunque a veces nos enojamos y peleamos por estupideces todo vuelve a la normalidad una vez que el motivo se charla; porque son eso, estupideces.
Es mi primera salida a un baile, si salgo, me divierto y tomo con mis únicos amigos, pero nunca fui a una discoteca o a un boliche.
Todavía contenta, salgo arreglada de mi habitación y voy directo al living para despedirme de mi familia. Una vez ahí veo a mis dos hermanos sentados en la mesa tomando café y a mis papás en el sillón viendo una película.
Los tacos de mis zapatos hacen eco por toda la sala, lo cual no me molesta porque toda mi familia se gira a mirarme.
—Cariño, ¿no quieres un poco de café con medialunas antes de irte?
Le doy una sonrisa cuando nuestras miradas se conectan, —No, gracias.
—¿Ya vienen por ti?
—Si, en unos minutos.
A los segundos la bocina del auto del papá de mi amiga suena afuera, sonrío y me despido alegremente. La emoción que siento es enorme y no la puedo evitar.
Al salir el frío del invierno se hace presente, es normal que acá haga mucho frío la mayor parte de la temporada.
Camino rápidamente hacia el auto rojo y subo, una vez adentro saludo a mis amigos y al papá de mi amiga.
—Estás muy linda hoy, Luna —murmura Pierce, cuando ya nos encontramos a mitad del camino.
El hecho de que esté sentado a mi lado me puso nerviosa y que diga eso aún más. En ese momento puso disimuladamente su mano sobre mi pierna descubierta, acto el cual no me gustó y me puso incómoda.
Lentamente coloqué mi mano sobre la de él y la quité de mi pierna fingiendo la mejor sonrisa, pero cuando puso su mano sobre mi hombro me incomodó todavía más.
Durante el transcurso del viaje, me puse a pensar en lo poco que conocía a Pierce, pasaron sólo cuatro meses desde que las chicas y Manuel me lo presentaron. No me gustaba nada la actitud que estaba tomando esa noche.
Una vez en el baile, empezamos a tomar desenfrenadamente y a cantar como locos, estaba tan feliz, que de un instante a otro me di cuenta que Manuel ya no estaba.
—Amelia, ¿y Manuel?
—¡¿Qué?!
—¿En dónde está Manuel?
—¡No tengo idea, creo que se fue con unos chicos hace varios minutos!
Fruncí el ceño, ¿con quién pudo irse si no conoce a más nadie en este lugar?
Miro a mi alrededor y todo parece transcurrir con normalidad, pero algo dentro de mí me dice que las cosas no son normales. Y como si tuviera una corazonada, miro nuevamente a mi grupo de amigos y solo está Verónica.
—Vero, ¿y Amelia?
—Tranquila, está ahí —me dice apuntando con su vaso a un par de metros.
Logro distinguir a mi amiga de espaldas, besándose con un chico que seguramente conoció hace menos de cinco minutos. Sonrío y niego con la cabeza.
Tranquila, Luna. Todo está bien, tu amigo debe estar haciendo lo mismo en cualquier pista de este baile o charlando con esos chicos que mencionó Amelia.
Respiro, inhalo, exhalo y continuo tomando moderadamente. No quiero excederme esta noche, pero al perecer Verónica tuvo esa intención desde el principio.
Literalmente se mueve como espagueti y ya está empezando a formular palabras extrañas al cantar, o mejor dicho, al gritar. Comienzo a alejarme en busca de mi amigo porque tengo a mi mejor amiga gritándome como loca y a mi otra mejor amiga con una lengua desconocida en la boca.
Al ver a Pierce dudo en sí acercarme o no, después de todo, la escena en el auto fue demasiado incómoda para mí, pero era la primera vez que él actuaba de esa manera.
#1619 en Otros 
#304 en Relatos cortos
#140 en Paranormal 
romance juvenil, personajessobrenatules, amor imposible dolor romance
Editado: 28.10.2025