La lealtad y compromiso es aquello que me define como persona, mi cargo como guardia en el palacio era respetado por todos aquellos que me veían, para conseguir mi puesto actual tuve que sacrificarme, tanto así que ya no recibía cartas de mis familiares, pero no me importaba mucho, mi vida estaba al servicio de la corona.
Estaba en mi turno nocturno, la luna llena estaba acicalando el terciopelo estelar mientras recorría uno de los pasillos del ala izquierda del palacio, debido a las altas horas los cuchicheos diurnos se diluían en un silencio inmutable que solo era perforado por el galope metálico de mis artefactos.
El olor a sal marina era un visitante recurrente en los grandes ventanales, el sabor a nostalgia inundó mis extremidades dando cabida a pequeños pasajes de mis entrenamientos joviales, cuando todo lo que tengo en la actualidad era un mero sueño, la gratitud no podía disociarse de mi alma.
De vez en cuando me daba el beneficio de reposar mi cuerpo trasnochado en uno de los balcones que conectaban con los pasillos centrales que son decorados con las más finas pinturas que contrastan con las cortinas violetas que iban a juego con la alfombra principal, primero me asegure que ninguno de mis compañeros estuviera a mis proximidades.
Al confirmar mi soledad cruzó el umbral donde me esperaba una visión paradisíaca de una playa tallada por los fenómenos naturales predispuesta como un obsequio divino a la realeza, deje de mirar con mis pupilas y observe con mi corazón atentamente todos los vértices de las burbujeantes olas, como una planta me enraíce en el frío costero.
Pero algo se materializó e incómodo mi hipnosis, una singularidad en el espacio, una mancha en el lienzo, una figura grotesca y perturbadora abandonaba el mar para mudarse a la orilla, no se podía distinguir bien qué era o quién era, pero una túnica negra similar a las representaciones de la muerte era su característica más llamativa.
Mi boca hizo él amague de querer llamar a alguien, pero otra de mis virtudes se manifestó, aunque ahora se convirtió en mi fuente de nervios, esta era ser muy perceptivo y observador. Pude jurar que mientras más avanzaba a través de la playa, las distancias entre esa cosa antropomórfica y yo era más lejana, al principio pensé que mi mente estaba erosionada del cansancio, pero mi empirismo me obligó a fijarme una vez más confirmando mi ansiedad, no dejaba huellas en la arena.
Apreté violentamente mi lengua contra mi paladar, en contra mis verdaderos deseos, quería intentar emitir sonidos, pero mi cuerpo se niega, como si me avisara que si hacía algo lo sobrenatural de este suceso se encaramaría en mis carnes, hasta que por fin una de mis disciplinas floreció en ese invierno de pavor, desenvaine mi espada de doble filo apuntando hacia donde esa criatura deambulaba, con la sorpresa de ya no encontrar nada.
Al tiempo de un parpadeo, la localización cambio de marítima a aérea. Solo nubes y una infinita caída se presentaban ante mí, una confusión me entumeció tanto que cada átomo de agotamiento que se había depositado en mí se había derretido, mi sangre viajo tan intensamente que no habría gélida que congelara mis tendones.
Me voy raudo al interior del palacio para encontrarme con un escenario digno de una dimensión infernal, cadáveres desperdigados por todo el lugar manchando de sangre las telas que se encarecían por cada año que pasaba. A pesar de que hace escasos minutos podía jurar que estaban vivos, ahora estaban emanando una podredumbre longeva, se podían contar los suficientes como para cerciorarme que estábamos bajo un serio ataque y no habría defensa suficiente que nos apoyara.
Unos mutilados, otros decapitados y algunos crucificados usando como clavos los candelabros de bronce y plata, un sabor a letalidad acobijo el resto de mis sentidos, los cuales así como una brújula al magnetismo no respondían cómodamente por la entidad que estaba detrás de mí, puedo asegurar que su origen no podría tratarse de este valle de mortales.
Al estudiar su celestial rostro toda la realidad parecía quebrarse, como si un terremoto cósmico se posicionara sobre nosotros, de esas grietas unos destellos blancos como prisma a pleno verano danzaban sobre el teatro de terror que contravenía lo efímero.
Abalance mi espada hacia su figura, ante mi sorpresa el metal me traiciona, saliendo despedido con una fuerza solo comparable a la de un héroe griego, se insertó mi arma contra una pared cercana, no hubo una conversación, pero pude oír sus intenciones quizás no con voces, pero si con impulsos, era una sensación pre cognitiva que me decía que eso quería poner a prueba mis actitudes si era locura o ignorancia no era de mi incumbencia.
Jalaba con todas mis ganas mi espada para intentar recuperarla fracasando en el proceso, ya que al parecer esta me consideraba indigno de su uso nuevamente, el extranjero de nuestra realidad se hizo uno con la oscuridad del pasillo que no había sido embalsamada por la luz del satélite natural, abandono mi instrumento y tomo uno de mis compañeros caídos.
Acorte distancia con alguno de ellos para tomar la lanza que aún estaba atada a su mano con firmeza, a pesar de faltarle las dos piernas había evidencia que batallo ferozmente, un respiro profundo de mi parte se cortó a medio camino al escuchar gemidos de dolor de aquel que ahora pensé que robaba.
Una torpe esperanza de salvar a alguien broto de mi mente, pero no hubo mayor fraude, lo que empezó a arrastrarse, ya no era humano, era un muerto que tenía una única voluntad: arrancarme la vitalidad. Aquellos con los que compartía uniforme se levantaban para ponerse nuevamente al servicio del combate, pero ahora su soberano era la maldad.
El escape era imposible por la formación decenas de ellos que ahora tenían de ayudantes civiles y nobles en el mismo estado de intermitencia entre la vida y la muerte. Combatí con técnica y fiereza, pudiendo repeler a varios de ellos, aunque no contaba con que el propio Titán cronos dilataba el tiempo, haciendo que los segundos se hicieran minutos, los minutos se hicieran horas, en poco tiempo fui consumido por días continuos de combate.