Relatos, versos y otros cuentos.

El gran discurso

Cuatro días atrás habían llevado a Jorge a "La Ferretería" y hasta entonces no había hablado ni comido. Gorgoteaba como enfermo de fiebre y las crepitaciones de sus dientes invadían toda la celda. Mantenían algo de los alimentos que tuvieron que pagarle a los guardias para que les fuera entregados. Estos provenían de la esposa de Jorge, que estuvo con ellos un día antes de que le ingresaran a la sala de interrogatorios. William esperaba a Lucía, que acostumbraba a ir una vez a la semana y estando esta por culminar, no tardaría en aparecer. Era la única que podía ingresar agua, comida, sábanas limpias y algunos libros para Jorge, sin que fuesen decomisados por los guardias.

Comían lentamente, porque a sus paladares adormecidos cualquier cosa le era irritante. El agua que le depositaron en una lata oxidada era imbebible, en la superficie flotaban algunas larvas junto con una nata de bacterias verdosas.

—A esta altura de la vida, ya debo haber perdido el semestre—dijo William—. Y todo por la libertad.

—¿Por la libertad? Jajaja, te han lavado muy bien el cerebro, muchacho—la carcajada delirante y gutural salió del cuerpo raquítico de Jorge y se sostuvo por unos segundos entre el eco de los pasillos.

—¿Y por qué otra cosa será? Nosotros los jóvenes tenemos que luchar contra el tirano que ustedes, los adultos y viejos, eligieron.

—Estoy de acuerdo contigo, están pagando una cuenta que no les pertenece. Pero no coincido con eso de "libertad". Porque esa libertad de la que tú hablas, la que te enseñaron, está vacía de contenido, flota en el éter porque no tiene fundamentos éticos.

Con la garganta áspera y reseca, se vio en la necesidad de ingerir el agua. Despojó las impurezas que alcanzó a ver con sus ojos amoratados y agregó otras con sus manos mugrientas.

—Quiénes somos nosotros para hablar de libertad estando encerrados...

—Precisamente por eso, porque no teniéndola nos damos cuenta que la disfrutábamos y lo hacíamos en diferentes grados. Pero ahora clamamos y lloramos por la libertad plena, como todo buen ingrato.

—Y si esto no es una lucha por la libertad ¿por qué es?

—Por el interés de tomar o prevalecer en el poder—guardó silencio, el agua provocó algunas arcadas y prosiguió luego de calmar ligeramente su sed—. Poder, poder, poder... Cuántas tragedias no han sucedidos por codiciar la totalidad del poder, para usarlo como escudo y látigo. Es el imperativo filosófico que predomina en este siglo: el consumo desmesurado que algunos disfrazan de ecologismo al ponerle un listón verde a los productos. La asociación de los colores de una marca con el valor del que carecen.

—Pero, Jorge ¿y eso qué tiene que ver? Desde que lo sacaron de la sala de interrogatorio no había hablado y ahora sale con estos disparates. Esos libros que le trae la Rojita le están aflojando los tornillos.

William no sabía con certeza lo que sufrió Jorge, la tortura, aplicada por profesionales no deja ver a simple vista las heridas que yacen en el interior del torturado.

—Todo tiene que ver con todo—repuso—. Así es tu mundo, William. La lucha de la que hablas no tiene comenzar en la calle, sino que debe iniciar por un juicio propio de conciencia. Cambia los paradigmas primero, no caigas en la trampa de los medios que te ofrecen "experiencias" cuando en realidad te están vendiendo un producto que no necesitas ni deseas. A cada instante se burlan de ti, moldean y manipulan tu mente con noticias falsas o tergiversadas, a la cuales, muchos como tú, oponen poca resistencia. Tejen el gusto de las masas: arte, literatura, música... Ve a tu alrededor, no hay más que incultura, ignorancia, malos gustos, que juntos, forman el termómetro que mide la temperatura del cuerpo de una sociedad putrefacta.

—Pero nosotros somos los que estamos en las calles, somos los que defendemos a nuestros dirigentes...—recordó al joven líder que huía el día de la manifestación—. Merecemos estar en el poder, es la única forma de que esto mejore. Y así poder hacer lo que nos de la gana, así es la libertad: hacer lo que queremos.

—Inútil aquel que cree que un problema tiene solo una solución. William, tu mente ha sido nublada por los idealistas: estás confundiendo el libertinaje y la omnipotencia con la libertad. Se ve que te has aprendido el discurso de tus representantes de partido, que la institución a cumplido con su objetivo por medio de la doctrina, de inducirle a los jóvenes las ideas erradas de unos cuantos tontos, llevándolos a codiciar el poder y ha servirles de carne de cañón.

—No, en mi partido hay hombres y mujeres con profundos conocimientos y expertos en la materia con gran trayectoria política...

—Que se inclinan cuando ven pasar un fajo de dinero y eyaculan por ver realizado el fetiche que sienten al retirarle la goma a los billetes.

—Además son personas con influencia, vistos, escuchados y admirados por muchos. Tienen sus cuentas repletas de seguidores.

—Jajaja, influencers, como los llaman ahora, que sirven de monigotes, que van tras el mismo poder, como drogadictos enfebrecidos por obtener otra dosis de atención. Los medios y las redes sociales no están cumpliendo su propósito, se convirtieron en un teatro libertino donde todos manipulan virtualmente, burlándose de la inteligencia de otros y aprovechándose de los que menos conocen; no instruyen, esculpen.



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En el texto hay: humor, reflexion, amor

Editado: 17.04.2021

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