Relatos, versos y otros cuentos.

La cafetería de la Línea Roja

La reapertura de la antigua cafetería coincidió intencionalmente con el año de fallecimiento de Rubén. María, asociada con William, adquirieron el establecimiento que durante tres años estuvo en venta y que a pesar de su bajo precio, muchos se rehusaron a comprar al enterarse que en ese local se había asesinado a una persona. Comprándolo entonces, se propusieron devolver la vida que se la arrebató, no solo a la cafetería, sino a la memoria del Poeta.

El evento inaugural no celebrara únicamente el inicio del proyecto de negocio, más aún, el bautizo esa tarde de la quinta edición de dos libros: el que contenía los mejores versos de Rubén y los ensayos de Jorge, en los que, tanto María como William, se dieron a la tarea de recopilar las mejores rimas del poeta y la reflexiones más profundas del último mártir que tuvo el Gólgota. La comisaria fue convertida en un parque, repleto de árboles y naturaleza, donde se respiraba la brisa de la vida; Parque la Esperanza, se le llamó,

Así, María y William, con el cariño y la pasión que tenían respectivamente y que quedó flotando por un tiempo, llevaron las voces valiosas de dos seres que nunca morirían. El dinero que obtenían de la venta de los libros era destinado a Clara y a Estela, que al igual que su padre y hermano, la pequeña comenzó a mostrar síntomas de sentirse atraída por las historias, al pedirle a su madre que le leyera cada noche un cuento que ella terminaba por reinterpretar.

El mayor cambio en la cafetería fue la sustitución del azul, bajo la restauradora idea de transformar el sentido y la asociación de un color tan poderoso y extenso como el rojo, con un partido político que se destruía por sí mismo.

En el fondo estaba el estante con los discos que pronto quedarían cubiertos de polvo, restableciendo así el toque nostálgico que los caracterizaba. El número de mesas se incrementó y en una de las esquinas se añadió la pequeña plataforma donde se expondrían musicales, recitales y lecturas.

Ernesto (ubicado en la misma mesa donde solía sentarse Rubén) esperaba su turno para subir a recitar el poema que el mismo William sugirió para él. En las demás mesas se encontraba Clara con la pequeña Estela que se daba un banquete con los dulces que María cocinaba. En otra estaban los editores que supieron ver la grandeza en los errores y en las divergencias de Rubén y la trascendencia de las ideas de Jorge. Familiares de William, Ernesto y María y algunos profesores de la universidad, compartían el rato. No asistió ninguno de los jóvenes ni dirigentes del partido amarillo, mucho menos del rojo.

Desde el micrófono se pronunció el nombre de Ernesto, al cual le llegó el turno de recitar. Sintiéndose un poco nervioso tomó un sorbo de agua y respirando, según el ritmo que le indicó William, recuperó un nivel de tranquilidad aceptable para hablar y no sonar exagerado:

 

Leyendo entre líneas.

 

Noto tu inexistencia en los chats vacíos

y con la ausencia del anuncio que me avisa que estás en línea.

En la piquiña de esta prótesis que nos priva del contacto corporal,

de la nube que oculta la expresión y los gestos que adoro de ti

y con los audios que sustituyen nuestra conversación,

reduciendo toda palabra en monólogo,

sin gesto ni tono,

de ritmos alicaídos y volúmenes marchitos.

No hay emoji que abarque en toda su extensión

la expresión emocional que tengo.

"Lo lamento, está por morir la batería",

es la fórmula infalible para escapar de la apatía,

dentro de este medio que mutila una ocasión para la empatía.

Sufriendo la condena de estos diálogos ambiguos,

de voces incompletas e imprecisas,

que nos embalsan con la incomprensión, la culpa,

el menosprecio y la frustración.

Sabemos que habitamos al otro lado de la pantalla,

esperando el evento o la notificación que nos recuerde

que aún existimos.

Presiento la ansiedad, percibo la esencia,

en las carcasas laceradas por la amarga espera.

Convaleciendo entre líneas sin mensaje,

en el espacio irreal superpoblado de datos,

en la distante cercanía,

donde ensayamos las escaramuzas

y subsistimos al consumir grandes dosis vencidas

de caracteres y serotoninas.

Así será,

hasta que el encuentro nos expulse de este planeta virtual

y nos junte,

ahora y para siempre, en nuestro verdadero ecosistema,

que debe ser: la realidad.

 

Ni el más experimentado rapsoda pudo haberlo hecho mejor. Frente a las carencias literarias del poema, los sentimientos en cada letra, los silencios expectantes y sinceros en cada signo y la nostalgia que resonaba en su dicción, le hizo merecedor de los aplausos de todos los presentes.



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En el texto hay: humor, reflexion, amor

Editado: 17.04.2021

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