Rellenita de amor

Capitulo 7;Un día atareado

Nate.

Estos días he estado bastante estresado con todo el trabajo de la empresa y, por los maltitos periodistas que me persiguen a cada paso, preguntándome por esa mujer que se ha cruzado en mi camino desde el día que nos vieron en la cafetería.

​Aún siento el recuerdo de aquellas luces blancas cegadoras sobre nosotros mientras estaba sentado en la mesa, tratando de que aceptara mis disculpas. Pero esa mujer es tan obstinada que no las aceptó. Tuve que disimular, quedándome sentado y tomando el café para que los periodistas no sacaran más falsas conclusiones. Cuando por fin vi que todo estaba un poco más tranquilo, salí de la cafetería. Los periodistas se habían reunido en la puerta, obligándome a abrirme paso entre empujones para poder subirme al coche. Mi chófer comenzó a conducir, dejando todo el caos atrás.

​El movimiento del coche al avanzar en el tráfico me devuelve a la realidad. Tengo que concentrarme, porque hoy es la junta que define si por fin puedo adquirir las tierras. Justo cuando estamos llegando a la empresa, mi teléfono personal suena. Por un segundo, lo confundo con un sueño. Tomo el teléfono y veo que es mi madre.

​—Hola, mamá —hablé una vez que contesté, intentando sonar tranquilo y que no se notara mi enojo.

​—¡Nate Alexander Brown Campbell! ¿Quién es esa mujer? ¿Me la vas a presentar? ¿Es Nala? ¿Están simplemente saliendo o se van a casar? Dime que quiero algo, ya sabes, ¡y que me van a dar un nieto pronto! —dijo sin respirar.

​Solté un suspiro y cerré los ojos, recostando la cabeza en el reposacabezas.

​—Mamá, por favor, solo es un chisme que ha inventado la prensa. No hay ninguna novia, ni habrá ninguna boda, y tampoco habrá nietos. Con Henry vamos a demandar a la revista e iremos a juicio, pero te aseguro que cuando todo esto se termine iré a visitarlos.

​—Pues resuélvelo rápido, mi amor, porque te extrañamos mucho por aquí —contestó con su voz entrecortada.

​Sé que ha comenzado a llorar, y eso me entristece porque hace mucho tiempo que no voy a la casa familiar, pero tengo que concentrarme en mi empresa. Un maldito chisme falso no arruinará todos mis años de esfuerzo.

​—No entristezcas, madre. Te prometo que cuando todo lo del juicio termine voy a visitarlos —digo, y ella suelta un gran suspiro.

​—Está bien, hijo. Te amo mucho y, por favor, cuídate.

​—Y yo a ti, madre —digo para luego terminar la llamada. Cierro los ojos y me froto la sien.

​—Señor, ya hemos llegado —habla mi chófer.

​Levanto la vista y veo que nos encontramos estacionados frente a la empresa. Suelto un profundo suspiro para luego bajar del carro y adentrarme en el edificio. Camino hasta el ascensor exclusivo que me lleva directo a mi oficina. Paso la tarjeta y entro para luego presionar el botón que marca el piso cuarenta. Varios minutos después, la puerta se abre, dejándome ver la ciudad de Manhattan. Camino al escritorio mientras me quito el saco, lo coloco en el respaldo de la silla, me siento y comienzo a trabajar.

​Pasa una hora inmerso en cifras y gráficos, ajustando proyecciones para que quede absolutamente todo ordenado para la junta. Cuando estoy terminando de ajustar otro gráfico, escucho cómo la puerta es abierta. Levanto la mirada para ver quién es y veo a Henry, mi amigo, mi socio, mi conciencia y, probablemente, la razón de mi úlcera. Entra y camina directamente al bar. Se sirve alguna bebida y luego vuelve a caminar hacia el escritorio.

​—Huele a whisky. Y son las tres de la tarde —espeto, señalando el vaso de cristal que ha colocado sobre el escritorio.

​—Es un buen escocés. Ayuda con la supervivencia. Y no es veneno; es mi medicación —dice con su sonrisa socarrona, sentándose en una de las sillas de visita—. Además, tengo noticias que te conciernen y te aconsejo que tomes una tú también.

​—¿Tiene que ver con lo del juicio? ¿Ya se confirmó la fecha?

​—Sí, pero aquí viene la parte que nos va a dar dolor de cabeza —comienza a hablar. Agarro el vaso para tomar un gran trago—. No solo se confirmó, sino que el abogado necesita un testigo que corrobore nuestra versión.

​Me inclino hacia adelante, incitándole a que continúe. La preocupación se desplaza hacia mi habitual irritación.

​—Solo una. La única que lo vio todo.La chica del pastel—dice, recostándose en la silla, mirándome con una mezcla de lástima y diversión que me hizo querer estrangularlo.

​El aire se sintió repentinamente más pesado. Mantuve mi expresión impasible, pero por dentro sentía un clic de miedo. Yo había intentado por todos los medios mantener a esa mujer fuera de esto.

​—No. Ella no. —Me pongo de pie, recorriendo mi oficina. Me acerco a mi estante de licores y me sirvo otro trago, ignorando la mirada de burla de Henry.

​—Sí, ella... el abogado dice que la única forma de garantizar el éxito de la demanda por difamación es que la testigo testifique. Quieren que ella confirme que la información de la revista sobre su romance es totalmente falsa y, como ella también está recibiendo avisos, nosotros la ayudaremos a preparar lo que tiene que decir en la corte.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.