Rellenita de amor

Capitulo 8; Éxtasis visual

Hanna.

Me acurruco más en el sillón acolchado que está en el segundo piso, donde se encuentra la biblioteca. Ajusto las gafas con mi dedo índice por el puente que une los marcos para continuar con mi lectura.

Mis ojos devoran el capítulo y justo cuando los protagonistas están a punto de besarse, escucho un fuerte y seco "¡PUM!" justo frente a mí. El golpe me quita la concentración y dejo caer el libro en mi regazo para levantar la vista. Es él. El "hermoídio". Está allí de pie en el desembarco de la escalera. No me muevo, simplemente apoyo mi codo en el brazo del sillón, recostando mi barbilla en la mano, y lo miro fijamente.

—¿Tú qué haces aquí? —pregunto, y sus ojos azules, que se habían clavado en la escalera de tijera con la que se chocó, se clavan en mí. Él no responde, pero veo que mete la mano en el bolsillo de su pantalón y saca un sobre para, posteriormente, estirar su mano hacia mí.

—El monto cubre el pastel, los aperitivos y el tiempo que has perdido por la entrega, y considera esto cerrado.

Quito mi mano de la barbilla y la estiro, obligándolo a acercarse al sillón. Tomo el sobre para luego levantarme y, sin mirar su contenido, lo rompo por la mitad y luego en cuatro, dejando caer los pedazos rotos en el suelo. Él queda absolutamente estático.

—Yo no quiero ni necesito tu dinero, hermoídio, porque el dinero no va a recomenzar mi arte —digo, y su cara se vuelve absoluta intriga.

—¿Entonces qué demonios quieres si no es dinero? —pregunta, ignorando el apodo que le he dicho, y mi sonrisa se amplía con malicia.

—Quiero que me hagas un pastel, aquí en la cocina, para que veas todo el trabajo que realicé y que me hiciste perder por ser tan torpe.

—¿Me está pidiendo que cocine y tenga que ensuciar mi traje? —pregunta, sonando horrorizado, como si hubiera perdido su cuenta bancaria.

—¡Sí! —exclamo sin dudar.

—Hecho. Voy a preparar un pastel para ti —habla, sonando derrotado, asintiendo rígidamente, y sonrío de oreja a oreja.

Me doy vuelta y le coloco un separador al libro para saber en qué página me he quedado y para después poder seguir leyéndolo. Lo dejo en el mismo lugar donde me encontraba sentada para comenzar a caminar y bajar las escaleras, dejando que él me siga detrás. Lo guío detrás del mostrador para llegar a la puerta de la cocina, abro la puerta y dejo que él entre primero.

Cuando entro y veo que observa todo a su alrededor, camino al armario y saco de un cajón un delantal nuevo que tiene el logo y nombre de la cafetería. Me doy vuelta para entregárselo y me quedo anclada en el suelo observando cómo, ya sin el saco, se remanga las mangas de su camisa. El puño sube pliegue tras pliegue; su piel se tensa contra sus músculos, y es entonces cuando de golpe sobresalen sus venas gruesas, un relieve azulado que sobresale de su antebrazo. Son un mapa de fuerza bruta que se dibuja.

Esto es un éxtasis visual.

Había leído en tantos libros sobre la fascinación y debilidad que provoca ver a un hombre hacer eso... en mi mente la imagen ya era poderosa, pero nunca imaginé que en realidad se viera tan intensamente bien.

Me golpeo mentalmente y fuerzo a mis ojos a mirar a otro lado mientras trato de controlar mi respiración y el calor de mi rostro. Extiendo mi mano, entregándole el delantal con un gesto seco, intentando disimular mi nerviosismo. Él me ve a los ojos con una sonrisa ladeada que no llega a ser amable. Lo toma con los dedos que acaban de enrollar su camisa. Nuestras pieles se rozan por un instante y siento que su contacto quema como brasas de un fuego recién apagado.

La sonrisa de sus labios se ensancha lo suficiente para hacerme saber que ha notado el rubor de mi rostro.

—Bueno, comenzamos a preparar el pastel —digo, obligando a mi voz a sonar estable mientras retiro mi mano de golpe dando un paso atrás. Él se coloca el delantal ajustándolo con un tirón brusco y asiente listo para comenzar.

Me alejo de la mesa de trabajo para tomar todo lo que él necesita para preparar el pastel. Luego de dejar todo arriba de la mesa, tomo un taburete para colocarlo al lado de la mesa, me siento y cruzo mis brazos para comenzar a darle las indicaciones.

—La receta es simple, pero requiere precisión. Solo sigue mis instrucciones. Primer paso: quiebra cuatro huevos y vuélcalos en el bol de la batidora y bátelos a velocidad media-alta —digo, y él acata todo exactamente como le he dicho con mucha concentración.

—Ya que estamos cooperando en esta... ejecución culinaria —dice una vez que termina de volcar los huevos en el bol—, hay un asunto en el que necesito tu cooperación, uno legal.

—¿Un asunto legal de qué? ¿Piensas demandar a la gallina por el tamaño de los huevos?

—No. Me refiero a la demanda al periódico por difamación, daño y perjuicio y violación a la privacidad. Es por eso que necesito que atestigües que lo nuestro es un incidente y no un escándalo romántico. Te necesito en el juicio.

—De acuerdo. Te ayudaré—Él se detiene abruptamente y su expresión de hombre de negocios está confundida por mi repentina aceptación.

—Espera. No hay condiciones, no hay batalla, ¿simplemente... aceptas? —pregunta y lo miro con mi semblante ahora completamente serio.

—Acepto porque entiendo perfectamente lo que la prensa irresponsable hace a la vida de la gente.

—No lo entiendes, yo soy un empresario. Mi reputación es...

—Lo entiendo mejor que tú —Lo corto, inclinándome en la mesa—. El periódico no solo distorsionó los hechos del accidente, también colocaron la dirección de la cafetería y sé que al ser un negocio público la prensa lo está acosando. Me han llegado periodistas que se esconden en las mesas, toman fotos arruinando la atmósfera. Han convertido mi refugio en un circo. Tienes un ejército de abogados para limpiar tu nombre, pero a mí me están arruinando el día a día.

Él asimila mis palabras, y por primera vez, el pánico en sus ojos no es por las acciones de su empresa, sino por algo real que está afectando a otra persona.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.