- Eso es todo por hoy, pueden retirarse, hasta la próxima – el profesor Robinson se despide elegante y educado como siempre. Toma su maletín y se retira calmado con pasos firmes.
Observo a mi alrededor, mis compañeros de clase comienzan a hablar atropellados entre si y a tomar sus pertenencias apresurados. La clase de matemática aplicada había terminado, y Abigail, con quien compartía casi todas las clases, seguía sin aparecer.
Me urgía verla y saber que tal estaba.
Pero en especial necesitaba hablar sobre la noche anterior.
Involuntariamente mi mano se dirige hacia mi cuello, donde la fina tela de mi remera con cuello alto tapa la cicatriz que había aparecido hoy a la mañana luego de la pesadilla de anoche.
Sacudo mi cabeza casi imperceptiblemente mientras recojo mis libros y me dirijo a mi siguiente clase.
Literatura.
La maldita literatura con la señora Peterson.
Salgo hacia las afueras de la clase de matemática, encontrándome con alumnos dispersos dirigiéndose a sus distintas clases, tan esparcidos como gallinas en un corral.
Sí, que horrible comparación, lo sé.
Camino lenta, esperando encontrarme con la pequeña figura de mi amiga.
Todo parece distinto, mis amigos parecen desconocidos, y nadie parece siquiera percatarse de mi presencia.
Alcanzo la clase de literatura, sin mayores dramas, mis compañeros para esta clase, casi todos sentados me observan entrar.
La señora Peterson, una vieja de unos tantos años, con gafas cuadraras, dientes amarillos, y canosa, me controla con una mirada reprobatoria.
- Miller, llegas tarde – reprende, quitando con agilidad un bolígrafo rojo del moño que adorna su cabeza.
Escribe algo en su libreta de apuntes, mientras me señala con un dedo un asiento libre justo frente a ella.
¡Maldición!
En estos 3 años, solo una cosa me ha quedado claro de mis profesora de literatura es que NUNCA, JAMAS, debes sentarte frente a ella, ya que en definitiva serás el blanco de preguntas durante toda su clase que son unas 2 horas. Dos horas de infinitas preguntas. Es como sentarte en la punta de una fila de vacunación, ¿Quién querría eso?
Bien, otra pésima comparación.
Me observa molesta, mientras sus uñas postizas pintadas en negro chocan una tras otra contra su escritorio en señal de que se estaba enfadando.
Le sonrió con la mayor sonrisa fingida que encuentro.
Ésta solo me observa aun más molesta.
Los chicos nerds de mi clase me observan mientras me siento en medio de ellos, me observan como si fuera un bicho raro.
O tal vez sea un bicho idiota, porque en definitiva la literatura no era mi mejor área y ellos lo sabían.
Acomodo mis libros encima del pupitre, mientras fijo mi vista a una voz muy conocida que proviene del fondo de la clase.
- ¡Genial! Claro que quiero ir – chilla con su característica voz chillona.
Su cabello castaño ordenado reluce con una cinta roja en la cabeza, mientras que una sonrisa adorna su rostro.
Ya no parece estar en el mismo trance de anoche, pero hay algo raro.
Abigail hablaba animada con Valery Adams.
La misma Valery Adams que había sido su enemiga durante toda la vida.
Miro de reojo a la profesora Peterson, que había desparecido como por arte de magia de su escritorio, lo cual agradecía...
Necesito hablar con mi mejor amiga.
Centre de nuevo mi vista en la castaña del fondo y sin perder el tiempo me dirigí hacia ella.
Los compañeros me observan de manera rara, como si yo fuera una especie de extraña.
Al estar frente de Abigail me doy cuenta de que en absoluto algo anda mal.
Su pollera muy por arriba de la rodilla dejando poco a la imaginación me vuelve a resaltar ello.
Abs nunca usaría algo tan corto.
Ríe animada con Valery como si fueran amigas de toda la vida.
Ambas me observan, con caras de asco y repulsión, que logran hacer que mi corazón de un vuelvo y mi estomago se contraiga.
- Hola rara – saluda Valery con una sonrisa triunfante
- Hola, ¿Qué pasó de ti anoche? – me dirijo a Abs, mientras ambas fruncen el entrecejo con burla.
¿Abigail?
- Disculpa, ¿me hablas a mí? – pregunta extrañada.
- ¿si no es a ti, a quien? – sonrío incomoda mientras rasco mi nuca en un gesto nervioso.
- Pero si ni siquiera conozco tu nombre, ¿anoche? ¿de qué demonios hablas? – ríe escandalosa mientras achina los ojos.
Los mismos ojos que había achinado conmigo durante toda la vida.
En nuestras pijamadas.
Nuestros constantes viajes.
O durante siempre.
Mi corazón comenzó a latir rápido, y mi estómago comienza a revolverse con nauseas.
Los nervios aumentan al igual que las ganas de llorar.
No, NO, ¡NO!
- Abs, ya deja de jugar, soy yo, Kendall, tu mejor amiga, no hagas como si no me conocieras – intento aminorar la tensión que se acumula en mis hombros y en todo mi cuerpo.
Ella me observa, como si hubiera dicho algo ilógico y estúpido.
Me observa como si yo fuera idiota o fuera una especie de demente.
Se acerca a mí, con sus característicos pasos lentos pero decididos, sus ojos castaños de toda la vida, parecen estar distantes, más distantes que nunca, o en realidad distantes como nunca habían estado, al menos conmigo.
- Mira Kelly...
- Kendall – corrijo con la poca voz que me queda, estoy por largarme a llorar.
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Editado: 17.04.2019