Los magos son seres extraños. Mucho más peculiares que mi abuelo. Son una especie en extinción. Hace años tuvieron su momento de dominio y de ser considerados todopoderosos. Antes daban miedo. Ahora solo quedan unos pocos (poquísimos) y, si no se han retirado a vivir lejos de todo contacto humano, van de región en región intentando vender sus cachivaches mágicos. No digo que no funcionaran, es más, mi abuelo tenía unos cuantos, pero ya no se vendían tan bien. Los “técnicos” habían ocupado todo su terreno. Ellos eran los nuevos magos. Y su nueva magia es algo que cualquiera puede utilizar. Pero hay magos (de verdad) que no se rinden y siguen intentando demostrar que su magia es la mejor.
Tagix era uno de estos magos. Como sé que nunca has visto a uno, te lo describiré. Lo primero que tienes que hacer es olvidar el concepto de mago que crees saber. Los magos no van con varitas ni cetros ni con ningún artilugio que te puedas imaginar. Los magos sacan la magia de su interior. No me preguntes cómo lo hacen porque no tendría respuesta que darte. A lo que iba. Tagix era un grandísimo mago. Y encima un buen amigo de mi abuelo (su relación se basaba en que mi abuelo era su único cliente fijo). Vestía una túnica marrón con adornos amarillos, creo recordar. Viajaba en un carromato tirado por una yegua llamada Magan. Y adoraba cantar. Y por cierto que a pesar de tener miles de años parecía mucho más joven que mi abuelo, o eso denotaba su piel tersa y su larga cabellera castaña sin rasgo de ninguna cana.
Corrí hasta pararme delante de Magan haciendo que se detuviera. De brazos cruzados y con mi mejor sonrisa, lo saludé. Me devolvió el gesto y me invitó a montar con él. Nada más hacerlo, lo abracé. Me gustaba que estuviera ahí. A lo mejor mi abuelo, al verlo, recuperaba su carácter de antaño.
-¿Has venido a la fiesta, Tagix?- le pregunté, a la vez que Magan retomaba su paso.
-¡Por supuesto! ¿Qué pensabas? ¿Qué por qué tenga quien sabe cuántos años no me acordaría del cumpleaños de un viejo amigo? Teague cumple ochenta y cinco años y sus vecinos a los cuales no soporta le organizan una fiesta sorpresa. No me perdería esta noche por nada del mundo. Dime, ¿cómo está?
-Muy raro. Más de lo normal. ¿Sabes? Al principio creía que era por este día, por esto de que se está haciendo viejo, pero últimamente creo que hay algo más. Algo que lo inquieta y que no quiere decirme… Tú no sabrás nada, ¿cierto?
-¿Qué puedo saber yo que soy un simple viejo?
-Ya. Lo que tú digas…-no indagué más en el tema. Solo eran paranoias mías. Y además nos acercábamos a mi casa. Era hora de retirarme. No pretendía ver a mi abuelo hasta por la noche- Me alegra que estés aquí, Tagix. Adiós- bajé de un salto y le hice un gesto de despedida a Magan- ¡Ah! Y no le digas nada de la fiesta a mi abuelo. Y si pregunta por mí dile que la señora Selesia me ha invitado a comer con ella.
Y dejé a Tagix con mi abuelo y yo volví a sumergirme en mi libro de leyendas.
Aquella sería una noche inolvidable. Algo que Tagix y yo sabíamos muy bien.
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Editado: 05.10.2018