Remember then o la historia de cómo conocí a mi valquiria

3.2.- ¿Ayudarte puedo, hmm?

«El artículo que me dio Mariana era ideal para mi trabajo –al menos bajo nuestro criterio-, lo leí cuidadosamente y fui sacando ideas como también posibles citas para referenciar según el bendito sistema que la profesora usa. Por su parte, la chica estaba bien concentrada en lo suyo y me sorprendió la capacidad de análisis que tenía en tanto lograba mirar de reojo su libreta.

— Tengo una curiosidad curiosa, señorita futura profesora de Historia y Geografía –en tanto dije, me miró con curiosidad-. La profesora de Grecia enloquece con los números. ¿Sabes de algún libro de numerología o algo relacionado? En una de esas, a ustedes les hizo algún alcance cuando tuvieron clases con ella.

— No –se rascó la cabeza-. No entendí tu pregunta, la verdad.

— ¡Esa comprensión lectora, por el amor de los dioses! –alcé la vista-. Es que la profe tiene fascinación con el siete, “que es la suma del tres y el cuatro”, los cuarenta y dos dioses y todo ese tema. Yo le consulté al final de la clase y me dijo que vería en el fin de semana, pero luego no pasó nada.

Mariana no pudo evitar reír.

— Ellos respetan mucho su tiempo de fin de semana –movía la cabeza.

— ¿Y para qué “mushra” piden trabajos en finde? –entrecerré los ojos.

— ¿Te digo lo que yo hago?

Asentí con curiosidad.

— Es obvio que los profesores siempre nos van a mandar tareas para el fin de semana –explicó-. Lo que tienes que hacer es acabarlas antes. Entonces, así vas a tener un lindo fin de semana sin hacer nada, como yo

Me quedé pensando, a fin de cuentas, aplicaba igualmente para la situación en la que los dos estábamos inmersos.

— Huele a santos en la corte –entrecerré los ojos, aunque la tentación de risa me estaba por ganar.

— ¿Por qué? –se congeló.

Listo, no pude con eso y reí.

— Te estoy fastidiando, lerda –sonreí.

— No te sale –se largó a reír.

— Quiero terminar lo de Geografía hoy sí o sí para dedicarme a Grecia.

Ya no sabía si reír o molestarme.

— Creo que, definitivamente, vamos a ser dos ñoños solterones –hice una mueca.

— Sí –sonrió.

Parece que no captó lo que quise decir.

— Estrictamente hablando, ¿el ensayo cómo debe ser? –pregunté-. Ya tengo la idea más o menos cuajada pero no quiero que me jodan

— A ver, dígamela –acabó de anotar algo en su libreta.

— Básicamente, quería abordar qué tan útil es la regionalización considerando la historia de la década de los setenta y cómo su aplicación ha acabado siendo más una política antojadiza en tanto se han considerado como centros ciudades que no tienen mucha ventaja comparativa, el conflicto contra la metrópoli que es desde donde emana toda la estructura del país

— Sí, pero no olvides los autores –acotó-. Hablando de eso, les iba a decir que, con dos ensayos que he leído, me di cuenta que no saben redondear ideas, entonces yo me pongo a su disposición para que me envíen su ensayo e insisto en que me lo hagan, déjenme ver cómo están las ideas, la redacción, la ortografía, pero aún así no me lo envían. El lunes yo sé que salen a las doce y media, tengo una ventana gigante hasta las cuatro, así que la gente que me quiera enviar su ensayo que lo haga, le doy una retroalimentación rápido y así puede llegar a su casa a ordenarlo porque, si no, la profesora los va a reprobar y hablo en serio.

— Yo por eso te estoy bombardeando –saqué la lengua.

— A todo esto –prosiguió-, si no tienen ninguna idea, vayan el día lunes igualmente para hablar conmigo, en el peor de los casos. Y si tienen problemas con la presentación, acérquense el día lunes, pero háganlo.

Asentí.

— Pregunta random: ¿cuántos años tienes? –tuve curiosidad.

— Veintiún años –contestó-. ¿Y tú?

Me quedé perplejo ante su respuesta.

— En el curso te dábamos veintitrés, yo veinticuatro –abrí grande los ojos.

— ¿QUÉ? –su boca era tan grande como humanamente podía-. ¿Tan vieja me veo?

— Al menos cuando te pones en plan profesora –reí-. Pero al lado de mi longevidad no te ves mayor.

— Me veo vieja, ya lo dijiste –se cruzó de brazos.

— Ash, que no, mujer –reí-. Además, Claudio fue el primero en adivinar edad y todos quedamos pensando. No te ves vieja, insisto. De hecho, tienes una forma de ser bien tierna, pero cuando te pones seria eres de temer… Aunque no quiere decir que te veas mayor.

— ¿Y cuánto me daba Claudio? –su voz iba decreciendo.

— Lo que te dije –saqué la lengua-. Según, no podías tener más de veintitrés.

Mariana se largó a reír.

— Que me ancianizan –aclaró la garganta-. E invento palabras.

— En la otra universidad me daban cuarenta, una profesora entre veinticinco y treinta; la dentista, veinticinco y en la calle todos creen que soy hermano de mi mamá –reí.



#8779 en Joven Adulto

En el texto hay: musica, romance, doo wop

Editado: 17.04.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.