— Insisto en que debiste ser más humano con ella y olvidar, por el momento, que era tu ayudante –Rebeca tomaba un sorbo de jugo.
— Termina tu almuerzo y luego te sigo contando –le dije en tanto noté que Braulio hizo una pequeña mueca.
— ¿Tienes tus tareas al día? –le dirigió la mirada a la pequeña.
— Me falta practicar en flauta, pero mi tío me va a ayudar –sonrió.
— No se vayan a tardar, recuerda que mañana tienes escuela –bebió un poco de vino-. Sabes que no puedes llegar atrasada por tercera vez.
— Pero la vez anterior fue porque nos metimos en un embotellamiento –la niña ni parecía preocupada.
— Ya hablamos de eso –Braulio casi se atragantó.
«Llegué justo cuando mis papás y mi hermano estaban tomando once junto a sus padrinos, el tío Ricardo y la tía Marisol, quienes vinieron para saber de cómo íbamos tras el primer mes de clases.
— ¡Carlitos! –el tío se puso de pie-. ¿Cómo estás?
— Hola, tío –estreché su mano-. Bien, agotado por el viaje de regreso porque tocó un embotellamiento…
— Sabes que después de las seis deberías tomar metro en vez del bus –mi mamá fue a la cocina.
— Claro –rodé los ojos-. ¿Y el ataque de disnea qué?
— Hola, Carlitos –la tía me saludó-. ¿Aún tienes esos ataques de ahogos?
— Hola, tía –la saludé-. Por suerte no he tenido, pero si sigo el consejo de mi mamá luego tendría que ir a buscarme al hospital o quien sabe dónde.
Saludé a mi papá y mi hermano para luego dejar la mochila en mi cama e ir a lavarme las manos para así sentarme a tomar once.
— ¿Y qué tal el primer mes de clases? Supongo que ya te fijaste en una niña –el tío reía pícaro.
— Hasta el momento han sido más los trabajos que las relaciones humanas –esperé no sonrojarme.
— Ay, papá, sabes cómo es y le haces esas bromas –la tía movía la cabeza.
— Bueno, seguro hay alguna niña linda –bebió un poco de té-. Y si no, a bailar con la fea nomás.
Nadie pudo evitar reír.
— Te traje el encargo que me pediste –el tío le hizo una seña a su mujer y ella buscó en la cartera algo.
— ¿Cuál? –abrí grande los ojos.
— El fin de semana pasado me dijiste de la canción que escuchaste en la universidad –me extendió una caja con un cassette.
— ¡Ah, gracias! –lo recibí emocionado-. Verdad que le pregunté por la canción Remember then que se me pegó.
— Yo no recordaba de quién era la canción, pero como tengo un amigo que tiene una biblioteca de música, conseguí una copia –me explicó-. Es del grupo The Earls, el cassette tiene varias canciones además de la que preguntaste.
— Muchas gracias, lo escucharé cuando tenga un tiempo –me quedé mirando el cassette.
La canción en cuestión la había escuchado desde un alto parlante de la universidad el mismo sábado cuando me junté con Mariana para hacer el trabajo de Geografía. Pese a ser en inglés, se me hizo familiar y no fue hasta una pequeña y casual coincidencia de miradas con la chica que terminó grabándoseme en la cabeza la frase Remember then, then, then, then, then…
— Espero no se te ocurra escucharlo camino a la universidad –mi mamá se apresuró a decir-. No quiero que tengas un accidente por andar con audífonos cruzando la calle.
— Toma bus de la casa a la universidad y de la universidad a la casa –se apresuró a decir mi papá-. ¿Qué accidente va a tener?
— Solo digo –mi mamá movía la cabeza.»
— De ahí el origen del cassette –Rebeca quedó boquiabierta.
— Sí –asentí-. Ese sábado llegué a casa y mis papás con Braulio se preparaban a ver a los tíos, entonces aproveché para consultarle sobre la canción.
— Que divertido –sonrió la pequeña.
— Y el cassette lo escuché en el viaje a la universidad al otro día –saqué la lengua.
Rebeca me miró pasmada.
— No le hiciste caso a tu mamá –se cruzó de brazos-. Maloso.
— Lo escuché estando en el bus, no cruzando la calle –corroboré.
— Mejor sigue contando –entrecerró sus ojos-. Espero te haya ido bien en la prueba de Grecia.
— Justo iré a eso –le guiñé un ojo.
«Salí de la sala tras dar la prueba de Grecia, el cual me exprimió el cerebro cual naranja madura. Para mi sorpresa, las preguntas que debí contestar estaban orientadas justo a lo que Mariana me habló el día anterior, lo que me tranquilizó enormemente. Cuando casi iba a llegar al corredor, ella salió de la sala de al lado.
— ¡Hola, Charles! –saludó en tanto me vio.
— ¡Hola! –me acerqué y le di un beso en la mejilla-. Me fue bien en la prueba, justo preguntó por cosas que hablamos anoche, más o menos, y estoy out, pero conforme.