Renacer

Capítulo IV

Capítulo IV 

El regalo de Alexandra; 17 años.

 

 

Alexandra  

 

Mi cumpleaños fue el día anterior, papá me había sorprendido de la mejor manera. Bastian y él se aliaron para llevarme engañada hasta el lugar donde compraría mi regalo. 

 

Al principio cuando llegué no podía creerlo, papá siempre había sido reacio a comprarme un carro, porque decía que le daba pánico pensar en todos los posibles escenarios de algún accidente. 

 

Pero ahí estábamos, en un concesionario de carros de segunda mano. Bastián estaba tan emocionado como yo; papá le había pedido viniera para que me ayudara a elegir, ya que sabía lo indecisa que podía llegar a ser. 

 

La búsqueda no fue fácil, duramos más de dos horas solo para elegir el carro que más me gustaba, sin contar luego el papeleo, pero al finalizar la tarde ya era dueña de un hermoso clásico. 

 

Bastián me regaló un lavado de auto, así que al salir del concesionario me llevó hasta aquel lugar para poner bonito a mi nuevo bebé. 

 

Mi cumpleaños fue bastante bonito, con lindos regalos, pero la mejor anécdota pasó al día siguiente. 

 

Era lunes por la mañana, y aunque no quisiera debía ir al colegio, lo bueno es que tenía carro para ir, o sea no me malinterpreten, siempre he ido en carro —el de Bastián—, pero este día era especial, porque iría en mi propio carro.

 

 Mi novio no vivía muy lejos, a solo unas cuantas cuadras de distancia, así que, la noche anterior habíamos planificado que él llegaría a mi casa a buscarme, para ir juntos en mi carro. 

 

Y así fue, muy puntual como siempre el timbre de mi casa sonó a las siete de la mañana. Emocionada por los nuevos acontecimientos tomé mi mochila, las llaves de auto y de manera apresurada me despedí de mis padres. 

 

—Hasta la tarde, los amo —dije con una sonrisa de oreja a oreja mientras caminaba emocionada hacía la puerta. 

 

—Maneja con cuidado Alexandra —escuché a lo lejos decir a mi padre.

 

El pobre siempre se preocupaba de más. Hace algunos años había tenido un accidente algo grave en un día nevado y siempre tuvo sus reservas con los autos después de aquella experiencia.  

 

—Tranquilo papá, te aseguro que manejaré con cuidado —le dije, mientras abría la puerta y Bastián me recibía con una sonrisa.

 

—Yo me aseguro que sea así señor —le mencionó a mi padre, mientras me abrazaba a por la cintura y me daba un pico rápido en los labios. 

 

—Más te vale Bastián. —mi padre le respondió, mientras se acercaba a la puerta a despedirme. 

 

—Vale, vale mucho drama por hoy, solo iré hasta la escuela y soy excelente conductora —dije mostrándome algo ofendida por su desconfianza. 

 

—Sé que lo eres, pero también eres mi bebé e igual me preocuparé. Ve se te hace tarde, ten un buen día. —Mi padre me dio un beso en la frente y así con esas palabras, Bastián y yo nos dirigimos hasta el auto.

 

La verdad era que estaba nerviosa, lo máximo que había conducido era en un estacionamiento y el auto de mi padre, de hecho ayer fue el tramo más largo que había conducido en mi vida, así que sí, estaba nerviosa aunque la escuela quedará a solo unas veinte cuadras de distancia. 

 

Subí al lado del conductor y mi bello novio al lado del copiloto, como era debido ambos nos colocamos los cinturones, yo con manos algo temblorosas coloqué la llave en el interruptor para encender el auto, antes de mover la llave di un suspiro tembloroso y respire profundo. 

 

Mierda, estaba tan nerviosa.

 

—Tú puedes chiquita.

 

Y si, Bastian siempre estuvo ahí para animarme, hacerme sentir tan especial, como una súper heroína, que él creyera que yo podía me daba la fortaleza para intentarlo. 

 

—Gracias —dije, tomando aire nuevamente y sin pensarlo mucho esa vez encendí el auto a la primera y salí del estacionamiento como una profesional. 

 

Bastián colocó música suave mientras íbamos hablando de cosas casuales sobre la escuela. El día estaba hermoso; recuerdo con claridad el cielo azul y la brisa fresca que entraba por la ventanilla del auto. Ninguno de los dos tenía mucha emoción por ir a clase, pero nunca fuimos chicos rebeldes y nunca nos habíamos saltado una clase, pero ese día no sé qué nos poseyó. 

 

— ¿Y si vamos a la playa?—había dicho Bast de la nada, justo cuando pare por un semáforo en rojo, así que puede verle el rostro.

 

— ¿Qué? —sé que mi voz sonaba tan sorprendida como estaba mi rostro, y eso le hizo reír.

 

—Si a la playa, hace un día hermoso y no está tan lejos. 

 

Yo no podía creer aquello, es extraño que siquiera nos planteáramos escaparnos de clase. 

 

—Pero tenemos clase —dije aún algo nerviosa, pero a su vez la idea me emociona cada vez más. 

 

—Nunca faltamos, por un día que no vayamos no pasa nada.

 

Si soy sincera Bast no tuvo que esforzarse mucho en convencerme, en solo unas palabras ya me tenía entusiasmada con la idea. 

 

—Bien vamos, pero me da miedo manejar por esas carreteras, maneja tú.

 

No tenía la suficiente experiencia como para arriesgarme a manejar a una hora y media alejada de la ciudad hasta la playa, así que estacione y cambie de puesto con Bast. 

 

Y así nos encaminamos a la playa dos adolescentes que debían estar en clase, pero en vez de eso se aventuraban a un día maravilloso. 

 

Durante el viaje, hablamos de todo y de nada, reímos y cantamos a todo pulmón alguna canción de moda en aquella época, me sentía libre y amada, en una aventura que me hacía sentir capaz de conquistar al mundo. 

 

Al llegar, ambos bajamos del auto emocionados. La mañana consistió en caminar por la orilla de la playa y ver lo lindo del mar; la playa estaba desolada por el día que era, y eso era mucho mejor porque podíamos disfrutarla más, ustedes sabes teníamos más libertad para besarnos como nos diera la gana.



#40131 en Novela romántica

En el texto hay: intriga, drama

Editado: 06.01.2022

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