"La fe, como un chacal, se alimenta entre las tumbas, e incluso de esas dudas mortales extrae su esperanza más vital"
Melvile
CAPITULO I
Despertar
ANA
"Para renacer en la vida es necesario morir"
(Anónimo)
Amar no es fácil. ¿Cuántas veces han escuchado esa frase? Lo más absurdo de todo es que no lo es. Es sumamente difícil amar a alguien, en especial, cuando amas a quien no te permiten y cuando esa emoción te está prohibida. Pero no podía evitarlo, incluso cuando todo mi cuerpo lo rechazaba; ya no era humana y no debería de sentir de esa manera, especialmente hacia mi propio enemigo.
Le había prometido que volvería, que solo necesitaba llamarme y entonces iría hasta él, pero todas las trabas dispuestas para separarnos lo hacían casi imposible. No me recordaba, había olvidado toda su vida; ese había sido el precio que tenía que pagar por haberlo salvado, el olvido. Aun así no me iba a dar por vencida, le debía demasiado, lo amaba demasiado, ni la vida ni la muerte me iban a separar de él. No me importaba lo que dijesen los demás arcángeles o superiores, todos tienen opciones, puedes elegir el camino que quieres seguir, el destino no está gravado en piedra, y Edrian todavía podía salvarse, solo necesitaba mi ayuda.
***
Después de mi ascensión todo cambió drásticamente. No solo tuve que acostumbrarme a mi nuevo cuerpo y mis mejorados sentidos, sino a toda la normativa que regía mi nuevo mundo. Me estaba prohibido un centenar de cosas, lo cual me resultaba bastante difícil de aceptar, pero no fue sino hasta ese momento cuando comprendí lo difícil que debió haber sido para Edrian mantenerse alejado de Elena, o haberme contado todo, incluso cuando el juramento te lo prohibía.
A la sola mención de Elena no pude evitar sentir un odio cegador, tampoco estaba permitido sentir eso, lo que me hacía creer que tal vez no era un ángel normal. Mikael me había explicado lo que era la transición, pasar de ser un humano a un ángel, todavía mis sentimientos se confundían y mi cuerpo actuaba de formas distintas, pero pronto pasaría; el problema era que yo no quería que ocurriera, no quería olvidar a Edrian o lo que sentía por él, y mucho menos ahora que conocía toda la verdad, el plan completo y el éxito de Lucifer. Todo me había sido revelado ahora que era uno de ellos, y eso había sido lo que más me aferraba a mi voluntad humana; la insistente necesidad de conseguir a Edrian.
-¿Sigues pensando en él?
Mikael siempre sabía cuando mi mente se internaba en los recuerdos, y yo odiaba eso, me hacía sentir vulnerable.
-Solo pensaba en la tierra – Dije. Sí, los ángeles podemos mentir, al menos los que aun están en etapa de transición – ¿Cuándo podré volver?
-Sabes que no es posible – Me recordó por enésima vez – No está permitido volver a la tierra cuando no te has convertido completamente. Además, por los momentos nadie puede volver, es demasiado peligroso, al menos no hasta que todo se solucione.
Mikael siempre hablaba así. Era mi protector, él fue el que se encargó de mi ascensión, por lo que era su responsabilidad mi entrenamiento, esas eran las reglas. Aunque claro, él ya no era un ángel guardián, y solo los ángeles guardianes podían llevar consigo a los ángeles en ascensión, pero yo era un caso especial, siempre lo había sido, por lo que necesitaba a alguien especial. No me podía quejar, era el único que no me veía con suspicacia; la mayoría de los ángeles creían que todo había sido mi culpa, pero Mikael no me juzgaba, él comprendía que las cosas se habían complicado y que yo no formaba parte de una conspiración como otros decían.
-Quiero volver – Admití vencida, ya no podía seguir ocultándolo, habían pasado más de diez días, necesitaba verlo.
-Lo siento – Fue su única respuesta.
Aquello no me bastaba. No sabía cómo iba a volver, pero estaba segura de que lo haría, lo había prometido; el único problema residía en cómo mostrarme ante Edrian; los ángeles no podíamos hacerlo, al menos no si no conocían de nuestra existencia, no si Edrian no podía recordarme, debía pronunciar mi nombre primero, debía llamarme.
¿Has sentido alguna vez que algo te llama? ¿Te incita a pecar? ¿A caer en tu propia perdición? Sientes que es una especie de adicción, que todo tu cuerpo lo pide, lo anhela desesperadamente. Así era como me sentía, que no importaba el daño o el dolor que pudiese ocasionarme, lo importante era saciar la sed, la necesidad. Edrian era mi adicción y no había forma de detener lo que me hacía sentir, necesitaba estar junto a él, debía encontrarlo. Su simple recuerdo evocaba su toque en mi piel, sentía que el aire me faltaba, que una presencia invisible dentro de mí sintiese la fuerza magnética de Edrian atrayéndome, y era inútil luchar contra ella. Éramos los dos polos opuestos de un imán tentándose a unirse, encontrarse, volver a estar juntos.
No podía ni quería evitarlo. Deseaba dejarme llevar por aquella atracción prohibida, mi cuerpo no parecía recordar su nuevo despertar como ángel, o tal vez no le importaba, mis emociones humanas eran más fuertes y profundas, y superaban cualquier regla, fuerza o juramento que tratase de detenerlas.
¿Qué puedes hacer cuando sabes que algo es malo para ti, pero no puedes dejarlo? Necesitaba alejarme de él para poder salvarme a mí misma y a todos los demás, pero era adicta, era mi droga, mi energía, nunca se acababa, todo me lo recordaba y no podía detener lo que sentía, no existía cura para ese tipo de adicción. No podía simplemente alejarme.