CAPITULO XII
Recipientes.
EDRIAN
"La esencia divina nos es revelada en el cuerpo"
(Thomas Carlyle)
Los días pasaron más rápido de lo que pensaba. La Primera semana fue un suplicio; los ojos de todos los habitantes de aquella casa permanecían clavados en mí, me moviese a donde me moviese. Los susurros y conversaciones aumentaban cada vez que me acercaba a alguno de los grupos, era inquietante saber que todos hablaban de ti a tus espaldas, sin embargo, aquello dejó de molestarme con los días. Una vez que me acostumbré al hecho de que no me dejarían marchar de aquel lugar si seguían desconfiando de mí, me di a la tarea de convertirme en uno más de ellos, al menos en apariencia, una vez que lograra ganarme su confianza escaparía. Sin embargo, aquello no era algo fácil de lograr.
La organización estaba integrada por quince personas fijas, es decir, aquellas que siempre estaban en el cuartel, y alrededor de diez que siempre estaban en operaciones secretas; llegaban solo en las noches o en las madrugadas, recargaban sus equipos, tomaban algo de comer, se cambiaban y volvían a marcharse. Kenia era una de ellas. Apenas la vi los primeros dos días, después de eso solo sabía que estaba en la casa cando escuchaba su voz en la madrugada. El Doc, un hombre pequeño de edad avanzada, que siempre tenía una forma de caminr particularmente encorvado, con grandes lentes redondos, que siempre se le resbalaban de la nariz, ocultando unos ojos azulados más oscuros que los que habían sido antes los míos, era una de las personas con quien mejor me llevaba, logramos entablar una amistad bastante cordial desde el primer momento y era el único que se sentaba a mi lado en la mesa cuando comíamos. Con los días, otros también lo hicieron instados por el ejemplo de aquel hombre. Ilsa era la pareja de Kraus, una mujer ata y delgada, que siempre llevada el cabello castaño fuertemente recogido en un moño, que remarcaba sus facciones finas y nariz perfilada, con unos ojos de un café intenso que denotaban cierto aire de sabiduría a sus escasos cuarenta y tantos años; llevaban varios años juntos, el primer esposo de ella fue asesinado por demonios hacía diez años y después de descubrir la verdad acerca de su muerte Ilsa se convirtió en una cazadora, después de unos cuantos años conoció a Kraus, quien la invitó a unirse a la organización. Todo esto me lo había contado el doc en una de nuestras pláticas.
-¿Cómo amaneciste hoy, Edrian? – Preguntó Doc sentándose junto a mí en la mesa.
-Bastante mejor – Aseguré palmeando mis costado, las heridas ya casi habían desaparecido y no me molestaban tanto.
-Ha estado todo un poco calmado estos días ¿No crees? Siento que se aproxima algo grande.
-¿Algo grande? ¿A qué te refieres?
El Doc se movió incomodo en la silla y se encogió de hombros mientras ajustaba sus anteojos con el dedo índice. Al principio pensé que no iba a continuar, pero se acercó un poco más a mí, abriendo sus pequeños ojos azules a través del vidrio, y bajó la voz.
-Los grupos de reconocimiento llevan días sin aparecer por el cuartel, eso no es algo normal, generalmente se reportan cada dos días – Dijo con preocupación – Kraus los envió en una misión hace cuatro días y nadie sabe nada de sus ordenes.
-Solo han pasado cuatro días – Dije sin mucha importancia – Tal vez la misión es lejos de aquí.
El Doc comenzó a mover la cabeza negativamente por varios segundos, reacio a aceptar mi explicación.
-Igor me contó que solo llevaron armas y pocas municiones, los camiones para misiones largas siguen en el estacionamiento, no hay forma de que se haya tratado de una misión muy lejos de aquí.
Igor era el encargado de las municiones. Un hombre robusto de treinta y tantos años, cabello rapado, amplia espalda, de aspecto un poco salvaje debido a todos los tatuajes que recubrían su cuerpo con imágenes bíblicas. Había trabajado para la milicia durante años y tenía bastante experiencia con armas de fuego y cómo manipularlas, aunque claro, el había hecho mucho más que manipularlas, las había transformado en armas letales para los demonios, algo que no todo el mundo era capaz de hacer. Lo había conocido solo una vez, me parecía el tipo de hombres que disfrutaba con una buena dosis de explosivos y armas, a pesar de no ser un hombre violento.
-Será mejor que dejes a un lado tus teorías sobre conspiraciones, Doc – Interrumpió Ilsa a nuestras espaldas – Ya te lo dije, Kraus sabe lo que hace, jamás habría enviado a ningún equipo en una especie de misión suicida.
-Eso es lo que tú no sabes – Porfió haciendo espacio para que se sentara.
-Confío en Kraus, y tú también deberías.
-Entonces ¿Cómo explicas que el equipo no haya regresado de la misión todavía? – Inquirió con la cabeza en alto instándola a refutarlo.
-Simplemente les está llevando un poco más de tiempo. Ya déjalo ¿Quieres? El equipo volverá en un par de días o quizás en horas.
Antes de que el Doc pudiese replicar se acercó Carlos, un joven misionero español que acababa de integrarse a la organización. Contaba apenas con veintiocho años, era delgado, moreno, can abundante cabello castaño cortado pulcramente y aspecto bastante pacífico; se había encontrado con uno de los grupos de reconocimiento en un pequeño poblado en Venezuela. Su iglesia lo había enviado a una pequeña ciudad en las fronteras con Brasil, su misión era la de llegar a los pocos poblados donde la iglesia no había llegado todavía y ayudar a sus pobladores a seguir el camino de las escrituras. Sin embargo después de los primeros dos años presenció un caso de posesión, como lo llamaban. Se trataba de una niña de trece años con poderes fuera de lo común. Sus padres asustados habían recurrido a curanderos y chamanes en busca de una cura, hasta que Carlos llegó a ellos. Había estudiado durante años casos como aquel, pero nunca había presenciado uno. Se puso en comunicación con sus superiores para informarles y pedir permiso a la iglesia para que enviasen a un experto en exorcismos; sin embargo, la joven no contaba con mucho tiempo, su cuerpo comenzaba a descomponerse por la fuerza del demonio que intentaba poseerla, fue testigo de cómo su piel se flagelaba a sí misma y se llenaba de símbolos y letras de todos los idiomas con un solo significado en común. Después de haber estudiado varios idiomas en su preparación eclesiástica descubrió el significado oculto de aquellos símbolos, todos y cada uno de ellos decían lo mismo, "Se acerca".