Renacer

Capítulo XIII Latido

CAPITULO XIII

ANA

Latido.

Sólo se ve bien con el corazón; lo esencial es invisible para los ojos.

(Antoine de Saint-Exupery)

 

Llevábamos varias semanas enclaustrados en aquella casa. Nos trataban como huéspedes, invitados especiales de Castiel, sin embargo, yo me sentía como una prisionera, no podía escapar de la mirada de Mikael, a veces incluso sentía que me acechaba. No había salido de la casa ni una sola vez, y la idea de encontrar a Edrian se hacía cada vez más difícil.

-¿Hasta cuándo vamos a estar encerrados aquí? – Le pregunté una tarde mientras caminábamos por el jardín.

-No lo sé, hasta que Castiel así lo ordene.

-¿Castiel? – Inquirí indignada - ¿Y por qué es que ahora tenemos que seguir sus órdenes?

-Porque es el único que puede mantenernos a salvo.

-¿A salvo de qué? – Pregunté furiosa, odiaba tener que seguir las órdenes de alguien a quien no conocía.

-Sabes muy bien de qué, o debería decir, de quién – Corrigió deteniéndose y mirándome a los ojos – No puedo dejar que vayas en busca de Edrian, es demasiado peligroso.

-Él jamás me haría daño. No lo conoces como yo.

-Edrian fue uno de mis discípulos, Ana. Lo conozco desde hace más tiempo del que crees.

-Entonces sabrás que es bueno, jamás dañaría  a nadie, ni nada.

-La fe que tienes por él es muy fuerte, lo comprendo – Dijo posando sus brazos en mis hombros, sus ojos azules brillaban con intensidad, y el cabello, largo y negro, le cubría la mitad del rostro llenándolo de leves sombras en la claridad del día – Pero eso mismo puede llegar a cegarte, no sé si Edrian sería capaz de cometer todos los actos atroces que se le atribuyen en el futuro, todo es una simple posibilidad, pero los eventos que están escritos, y que harán que comiencen a girar las piezas para que ese futuro se cumpla, ya se están poniendo en movimiento, nosotros lo iniciamos.

-Pero también podemos detenerlo. Escucha, puede que la razón por la que todo eso sucede, es porque Edrian también me está buscando, si lo encontramos primero y le explicamos todo, tal vez el futuro pueda cambiar.

-Tal vez – Concedió – Pero el mundo está lleno de posibilidades.

-Mikael, si tuvieses la oportunidad de sentir algo tan profundo que haría que todo tu cuerpo se desprendiese, si sintieras que serías capaz de dejarlo todo por esa persona. Si tuvieses la oportunidad de entregar tu vida por la de aquel a quien amas ¿No lo harías? – Necesitaba que comprendiese cómo me sentía, por qué es que necesitaba tan intensamente encontrarme con Edrian.

-Ana, no es tan fácil como crees...

-Sí lo es – Lo interrumpí - ¿Nunca has amado a alguien?

-El amor es lo que nos mueve, de lo que estamos creados. Amamos todo lo que vive, lo que respira y se mueve.

-Me refiero a otra clase de amor – Le corregí – Al tipo de sentimiento que te mostré la otra vez. Aquel que te asfixia, te descontrola y hace que pierdas el sentido.

-No somos humanos, esas emociones...

-Lo sé, nos están prohibidas – Dije terminando su oración – La pregunta es por qué. Por qué nos prohíben sentir algo tan hermoso como el amor humano. Tal vez la razón es porque una vez que lo sentimos dejamos de ser racionales, el amor es inconsciente, se mueve por sí mismo, toma sus propias decisiones.  El amor nos hace libre Mikael, nos deja pensar por primera vez sin tener que racionalizarlo todo. No existe nada mejor en el mundo que eso, si pudiese renunciar a cualquier cosa, incluso a mi propio cuerpo, por poder sentir una vez más eso, moriría hoy mismo si me lo pidieran.

-Hablas del amor como si fuese vida, incluso si eso te trae la muerte – Dijo sin comprender.

-El amor es vida. Desearía que algún día fueses capaz de sentirlo de la misma manera que yo. Entonces comprenderías por qué no pienso renunciar a Edrian.

Mikael me observó por unos minutos sin decir palabra. El aire era fresco y los arboles que nos rodeaban reverdecían todo el ambiente, tiñéndolo de una amalgama de diversos colores primaverales, podía sentir el frío erizando mi piel, pero era algo soportable debido a la ropa que ahora llevábamos. Ya nuestros cuerpos habían absorbido parte de nuestros poderes, estaban llenos de fuerza, de vitalidad, se podía ver fácilmente cómo las pequeñas marcas de enfermedad, o adicción, que presentaban anteriormente, habían desaparecido. Nuestros cabellos brillaban con intensidad bajo la luz solar, la piel había recobrado su tonalidad blanquecina, con pequeñas motas rosas por el frío. Las ropas también ayudaban, nos habíamos deshecho de la anterior, iba vestida con un pantalón blanco de tela, bastante ajustado, que resaltaba las curvas del cuerpo que poseía, un sweater manga larga de un color lila claro y una chaqueta a juego; Mikael en cambio, había optado por algo más serio, llevaba pantalones negros con blusa gris y chaqueta a juego. Ya no había ni rastro del tipo de vida al que habían estado acostumbrados anteriormente aquellos cuerpos. Estábamos solos en aquel jardín, nadie nos veía ni nos escuchaba, por primera vez en días estábamos completamente a solas.




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