Renacer

Capítulo XIV Reencuentros

CAPITULO XIV

EDRIAN

Reencuentros

 

-¿Profetas? – Repetí sin comprender - ¿Cómo es posible?

-A estas alturas deberías estar acostumbrado a las cosas imposibles.

-¿Para qué los quieres?

Kraus volvió a su silla detrás del escritorio, apoyó los codos en él, y comenzó a pellizcar el puente de su nariz, tenía un aspecto cansado, llevaba días encerrado en aquel cuarto, una barba de dos o tres días le cubría el mentón como una sombra oscura, veteada por algunas canas, casi nunca lo veíamos en las cocinas para las comidas y tenía días organizando expediciones para varios grupos.

-Están asesinándolos, toman su conocimiento, su energía. Edrian, la información que poseen no puede caer en mano de los demonios, es menester que lleguemos a ellos primero. Pueden tener la clave para detener todo esto.

Asentí. Si lo que Kraus decía era cierto, entonces necesitaba llegar a ellos antes, debía saber lo que ellos sabían acerca del apocalipsis, necesitaba encontrar una respuesta a cómo llegar hasta Ana.

***

El grupo y yo partimos en cuanto estuvimos listos, tomamos una de las camionetas destinadas a viajes largos, y la equipamos con todas las municiones necesarias. Jamás había utilizado un arma de fuego, la tecnología humana era algo desconocido para mí, al menos en ese aspecto.

-Muy bien campeón – Dijo Kenia subiendo a la parte trasera de la camioneta conmigo, lo hacía con tal agilidad, que sabía que aquella no era ni remotamente la primera de sus misiones - ¿Alguna vez has disparado?

-No suelo usar armas de fuego.

-Tampoco yo – Replicó riendo – Pero a menos que quieras estar desarmado, te recomiendo que aprendas. Toma – Dijo pasándome una pistola.

Nunca antes había tomado una en mis manos, era mucho más pesada de lo que creía, la apreté y la acerqué a mi rostro para observarla.

-Wowww ¡Cuidado! – Gritó Kenia alejando el arma de mi rostro– Está cargada, idiota ¿Es que acaso piensas dispararte en la cara? Porque créeme, no tengo ganas de ensuciarme la ropa.

-Creo que será mejor que le enseñes lo básico – Dijo Kamiel mientras cargaba, diestramente su arma con balas – No tengo ganas de estar recogiendo restos de cuerpos esta noche.

Hice caso omiso de los comentarios, era obvio que aquel grupo no me quería con ellos, me veían como un intruso en el que no había que confiar, como una carga impuesta que debían llevar, y tal vez no estuviesen equivocadas, no era digno de confianza por culpa de todo lo que ocultaba, y la carga, desde mi punto de vista, eran ellos, prefería hacerlo solo, así me movería más rápido. Sabía lo que quería y cómo podía obtenerlo, no necesitaba ningún arma más que la Custodis, pero sabía que de ninguna manera Kenia me la daría.

-Esta es una Glock, tómala, siente su peso, acostúmbrate; es una                                                                                                                                             pistola semiautomática, esto quiere decir que debes oprimir el gatillo para cada disparo. Tienes diecisiete tiros, úsalos bien. Las balas fueron mejoradas, la pólvora fue cambiada por sal y azufre, y todas han sido rociadas con agua bendita, para mayor protección – Explicó – Este es el seguro, una vez que disparas se activa automáticamente, solo apunta a blancos visibles, y trata de ser preciso, evita colocar el dedo en el gatillo hasta que no tengas el objetivo en la mira, y nunca dudes en disparar una vez que reconozcas al blanco.

Kenía se veía demasiado cómoda con aquella arma en la mano, como si hubiese pasado toda su vida rodeada de ellas, de hecho, todos en la camioneta se sentían así, cómodos. Hablaban entre sí como si aquello se tratase de un viaje de expedición, en vez de una misión casi suicida.

-Al principio te resultará incomodo, pero con el tiempo mejorará, es cuestión de acostumbrarte al peso del arma en tus manos. Recuerda, hoy no nos enfrentaremos a humanos, nos enfrentaremos a criaturas que jamás te has imaginado. Kraus me contó que te había hablado sobre lo que hacemos.

Me limité a asentir sin decir nada.

-Sé que tú eres el segundo hombre que estuvo aquella noche en la playa. Kraus no nos ha querido contar nada de lo que ocurrió aquella noche, a pesar de que muchos de nosotros estamos seguros de que lo sabe.

Otra vez permanecí en silencio. Kenia era insistente, sabía que estaba intentando sacarme algo de información, pero por su propio bien, y el mío, era mejor que permaneciera callado.

-No dirás nada ¿Cierto? – Inquirió dejándose caer de espalda contra pared de metal de la camioneta.

-Si Kraus no ha querido decir nada, no soy quién para hacerlo.

Kenia se acercó aun más a mí. Estábamos en la parte de atrás de la camioneta, que semejaba a una de esas, tipo familiar, con asientos laterales en vez de horizontales. Ella estaba frente a mí, sentada al lado de Kamiel.

-Es como si fuese alguna clase de "Gran secreto". Kraus nunca se ha reservado cosas con nosotros, somos el grupo de comandos, hacemos todas las redadas y vueltas de reconocimiento, no es propio de él.




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