Renacer

Capítulo 7 :La búsqueda de la verdad

Al caer la noche, Ethan estaba sentado en su estudio, con un montón de papeles y notas apilados sobre la mesa. Su rostro parecía frío a la luz, y en el aire se respiraba esa sensación de silencio sin aliento. Fuera, el viento golpeaba la ventana como un deseo de muerte, recordándole constantemente: ya te has perdido demasiado, no lo dudes.

Hojeó un expediente, con los ojos sumidos en sus pensamientos, y de repente dejó de mover las manos. Las palabras de Emma revoloteaban en su mente como un fantasma: su desconfianza, sus preguntas.

Cogió el móvil, con los dedos vacilantes, y marcó su número. El teléfono sonó varias veces y conectó.

──Emma, creo que tenemos que hablar.

Hubo un largo silencio al otro lado de la línea antes de que su voz llegara con un claro escalofrío:

──¿Hablar de qué? ¿De qué quieres hablar?

A Ethan se le apretó el corazón. Era evidente que esta conversación no iba a ser fácil. Dijo con calma:

──Sé que no me crees. Pero estoy investigando la verdad sobre tu herida. Creo que debe haber algo detrás que aún no hemos descubierto.

Ella se burló, con un tono casi mordaz:

──¿Confías en mí?

Ethan se quedó paralizado y en silencio durante unos segundos antes de responder finalmente con calma:

──No del todo. Pero necesito saber la verdad, no se trata sólo de ti, sino de mí.

Su voz se volvió más aguda:

──¿Necesitas saber la verdad? ¿O necesitas utilizar mi fracaso para salvarte?

El corazón de Ethan se apretó en su interior, y la pantalla del teléfono pareció convertirse en un abismo entre ellos. Sabía que esta conversación ya no era sobre decisiones de negocios o investigaciones, sino sobre confianza, sobre sentimientos.

──Tienes razón.

Ethan bajó la voz, su tono se hizo más urgente, y

──Mis motivos no son precisamente desinteresados. Pero te juro que voy a averiguar lo que pasó. Voy a demostrártelo, y no voy a dejar que vuelvas a enfrentarte a esto sola.

Emma, al otro lado de la línea, enmudeció de repente. Luego su voz se volvió fría como el hielo:

──¿Demuéstramelo? ¿Qué vez me has tendido realmente la mano cuando estaba más débil? ¿Quién eres tú para pedirme que confíe en ti?

Los latidos del corazón de Ethan se aceleraron. Sabía que no era sólo rabia lo que oía por teléfono, sino también un profundo dolor y confusión.

──Sé que no quieres oír esto, y quizá pienses que lo único que hago es demostrar algo. Pero tienes que creer que todo lo que he hecho, lo he hecho por ti.

Hizo todo lo posible para que su tono sonara amable sin que pareciera una limosna.

──No volveré a acudir a ti para hablar de esto.

La voz de Emma se volvió repentina y completamente fría.

──Tú sigue tu camino, que yo seguiré el mío.

Antes de que las palabras salieran de su boca, se oyó un pitido al otro lado de la línea. Emma colgó.

Ethan miró la pantalla con una repentina punzada de fastidio. Colgó el teléfono y volvió a examinar los papeles de la mesa. De repente, sintió un impulso irrefrenable: no podía rendirse.

Se levantó, se acercó a la ventana y miró el cielo nocturno, tan oscuro que resultaba casi sofocante. Aquellas profundas tinieblas parecían comprender su ansiedad y su dolor. De un modo u otro, tenía que encontrar la verdad, y tal vez no fuera sólo por el bien de ella, sino también por un poco de redención para sí mismo.

Emma estaba de pie frente a la ventana de su habitación, contemplando la noche, pero su mente estaba confusa. Su corazón estaba lleno de conflictos y agitación. La persistencia de Ethan tenía un extraño poder, pero ella seguía sin poder confiar en él. La conversación telefónica resonaba en sus oídos y empezó a sentir que se asfixiaba.

De repente, se tocó el pecho para aliviar el repentino dolor. Entonces sintió un vacío, no sólo en sus dudas sobre Ethan, sino también en su propio pasado, del que no podía desprenderse.

Se acercó a la cama, cogió el viejo diario y lo abrió. Era el diario de su madre, en el que se recogían innumerables recuerdos entrañables entre madre e hija. Siempre que se sentía perdida, lo hojeaba para encontrar consuelo.

Hoy, hojeó una página de palabras familiares:

──No importa lo lejos que vayas, recuerda que nunca estás sola.

Cerró los ojos y volvió a dejar el diario sobre la cama, respirando hondo. Quizá esta noche tendría que tomar una decisión.

Miró por la ventana, el cielo nocturno permanecía en silencio, y la nube de dudas en su mente parecía empezar a disiparse lentamente. Tal vez, la verdad no era tan descabellada, y tal vez, debería darle una oportunidad a Ethan para ver si podía cumplir su promesa.

Emma se volvió hacia su escritorio y abrió el teléfono, dispuesta a enviar un mensaje a Ethan.

En cuanto sus dedos tocaron la pantalla, ésta se iluminó: era un mensaje de Ethan:

──Averiguaré la verdad y no dejaré que nadie más te haga daño.

Se quedó un poco paralizada, con el corazón palpitante, y las yemas de los dedos se detuvieron en la pantalla durante un largo rato. Su corazón tuvo de repente una sutil fluctuación, aquella persona antes inaccesible parecía haber roto por fin el sello de hielo de su corazón en un momento dado.

Respiró hondo y finalmente pulsó el botón «enviar»:

──Gracias, Ethan.

Las palabras en la pantalla de su teléfono móvil parecían abrir una parte de sus desgarradas emociones, pero sabía que aquello no era más que el principio. La búsqueda de la confianza, de la verdad, no había hecho más que empezar.




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