Renacer de Cenizas y Mareas.

Capítulo 3 — La vergüenza de la Casa Lysvalen.

Capítulo 3 — La vergüenza de la Casa Lysvalen

El gran salón de la mansión Lysvalen brillaba con mármoles encantados, cortinas que flotaban solas y lámparas con fuego azul suspendido. Todo hablaba de poder ancestral, de siglos de legado… menos una cosa: Auren.

Ella entró sin ser anunciada. Sus pasos resonaron en el silencio tenso.

Lady Vereth, madre de sangre y veneno, la observó desde el trono menor de la sala, rodeada de sus otros hijos, nobles, y aprendices de invocadores. La mujer mantenía su elegancia, con su vestido verde oscuro y su báculo tallado en hueso marino. Su voz fue tan afilada como siempre.

—¿Quién te dio permiso de salir de tu torre?

—Mi alma —respondió Auren, firme.

Los murmullos comenzaron. Uno de los hermanos —Neylor, el segundo heredero— soltó una carcajada.

—¿El alma de una inútil sirve ahora como permiso? Deberíamos encerrarte en el fondo del lago como a los animales fallidos.

Auren no respondió con palabras.

Alzó la mano.

El aire tembló. Un sello antiguo, apenas visible, parpadeó en su palma. No era de este mundo. No era de los Lysvalen. El suelo del salón se agrietó bajo sus pies. Un aura marina la rodeó, salpicada por brillos tenues como escamas.

Lady Vereth se puso de pie. Su voz fue dura:

—¿Qué has hecho?

—He recordado quién soy.

Las puertas del salón se abrieron bruscamente. Un hombre alto, cubierto con la capa de la Academia del Alba Profunda, entró con paso decidido. Su bastón era cristalino y sus ojos, iridiscentes como los de los pactados con espíritus.

—Vengo por Auren Lysvalen —declaró—. Su carta fue aprobada. Será trasladada a la Academia mañana mismo.

Vereth frunció el ceño.

—Esa niña no tiene derecho a representar nuestro nombre.

—No la hemos inscrito como hija Lysvalen. Solo como candidata de potencial inusual —respondió el mago.

Todos la miraron. Incluso Kael, que había permanecido cerca de las columnas laterales, observando con la discreción de un lobo hambriento.

Auren asintió con calma.

—Entonces así será. Me iré sin apellido, sin escudo… pero no sin propósito.

Vereth no lo aceptó.

—Tú no llegarás viva al nivel de iniciación.

—Entonces mejor que pregunten quién me mató, y no quién me hizo despertar —murmuró Auren, girándose hacia la salida.

Ese día, la vergüenza de los Lysvalen fue marcada como exiliada.

Pero también… ese mismo día, una invocadora olvidada fue devuelta al juego del poder.

Y el mar, una vez más, rugió.

¿Continuamos con el Capítulo 4?




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