Renacer de Cenizas y Mareas.

? Capítulo 8 — El Lazo del Contrato.

La mañana llegó con una niebla espesa sobre el campus de la Academia. Los estudiantes se reunieron en el Gran Salón de Contratos, un vasto espacio de mármol y cristal líquido, donde las paredes estaban adornadas con sellos flotantes de magia antigua.

El instructor de esta clase era un hombre de ojos dorados y piel pálida, como si estuviera hecho de ceniza dorada. Severian era su nombre, conocido tanto por su maestría en contratos elementales como por su terrible habilidad para detectar las mentiras.

—Hoy aprenderán lo que significa firmar un contrato con la esencia misma de la magia. No es solo un acuerdo de palabras. Es un pacto con la realidad misma, un compromiso que puede destrozar sus cuerpos si lo rompen.

Auren observó los círculos flotantes que se formaban en el aire. Eran los símbolos de los contratos más antiguos, escritos con tinta que parecía moverse por sí misma, aún sin ser tocada.

Maelrun, que había sido asignado a vigilarla, se acercó.

—No pienses que esto será fácil. Los contratos tienen consecuencias. Incluso los más sencillos.

Auren no respondió, solo observó los círculos, el agua de la Guardiana resonando en su alma. Inari no estaba dormida, pero tampoco podía ser usada aún… No sin el precio adecuado.

Severian dio un paso hacia adelante, y todos los estudiantes hicieron silencio.

—Esta clase no es para los débiles. El contrato que firmarán hoy no es sobre magia de bajo nivel. Es sobre las bestias, sobre los espíritus que habitan los lugares prohibidos. Si no están preparados para el vínculo… sus almas quedarán atrapadas, como prisioneros eternos.

Auren observó a los demás. La mayoría parecía nerviosa, pero había algo en su interior que ardía. Algo que la hacía pensar que ese era su momento. No solo para aprender, sino para dominar.

Severian levantó la mano y los círculos flotaron a su alrededor.

—Ahora… el primer paso será la invocación de una pequeña bestia. Un espíritu elemental o una criatura marina de bajo rango. El contrato será sencillo… pero crucial. La conexión de sus almas se hará a través de una firma de sangre.

Los estudiantes comenzaron a prepararse, cada uno acercándose a los círculos flotantes, listos para enfrentarse a su propio desafío.

Cuando Auren se acercó, Severian levantó una ceja.

—¿Y tú? ¿Qué firmarás hoy, niña de las aguas?

Auren sonrió, poniendo la mano en el aire. El círculo reaccionó inmediatamente, y una serie de runas abisales comenzaron a formarse alrededor de su palma.

No invocaría a una criatura pequeña.

El agua comenzó a agitarse, y el aire se llenó de la presencia de algo mucho más grande. En ese momento, el círculo en el suelo se expandió, absorbiendo a todos los demás en su luz. Bestias invisibles a los ojos de los demás, pero sintiendo su poder.

De las sombras del círculo emergió un espíritu del abismo, una figura de agua turbia y ojos iluminados por las estrellas marinas. Sus tentáculos se extendieron hacia Auren.

—¿Qué ofreces, mortal, por un pacto como este? —susurró la voz del espíritu.

El salón entero se quedó en silencio. Los demás estudiantes observaron, aterrados, pero también fascinados. Auren no era como los demás. Ella no tenía miedo.

—Te ofrezco mi alma —respondió con firmeza—, un contrato sellado con sangre y magia. Que el mar me tome si rompo este pacto.

El espíritu sonrió, una sonrisa que parecía venir de las profundidades mismas del océano.

—Hecho.

Las runas brillaron con intensidad. El círculo brilló con un destello negro, y la marca apareció en la palma de Auren. Un símbolo del mar profundo, tejido con magia ancestral.

Severian miró, impresionado, pero no dijo nada. Sin embargo, Kael, desde las sombras, no dejó de observarla.

Cuando la invocación terminó, Auren se giró hacia él, sintiendo su mirada fija.

—¿Te sientes superior ahora, niña del mar? —preguntó Kael con una sonrisa sardónica.

Auren lo miró directamente, desafiándolo.

—No busco ser superior a nadie. Busco ser libre.

En ese momento, Auren sintió una presencia conocida, un eco de lo que había sido. No estaba sola. Inari, su guardiana, estaba observando.

Esa noche, después de la clase, Auren regresó a su habitación, pero al entrar, algo extraño ocurrió: la puerta se cerró con un golpe fuerte.

En medio de la oscuridad, una sombra se materializó.

Un susurro frío:

¡Esto no ha hecho más que comenzar, Auren Lysvalen!.

¿Listo para el Capítulo 9? Aquí veremos cómo las conexiones entre los estudiantes de la Academia se empiezan a tensar y Auren comienza a sentir el peso de los pactos que ha firmado.




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