La noche había caído cuando Auren comenzó a sentir la inquietante presencia que había entrado en su habitación. La puerta, cerrada por sí sola, la había dejado atrapada en una oscuridad fría como el hielo marino.
Al principio, solo fue una sensación. Un leve estremecimiento en su columna vertebral, como si los tentáculos del océano tocaran su alma.
Luego, el susurro:
—Auren Lysvalen… ¿Qué has hecho? Has firmado con ellos, los Señores del Abismo. Pero, ¿puedes controlarlos?
Auren se giró. Delante de ella, una sombra se alzó, moviéndose como si fuera parte del aire mismo, tomando forma humana.
Un suspiro de aire y una figura apareció: una mujer, su rostro oculto por un manto oscuro, pero la magia a su alrededor era inconfundible. Auren sentía el peso de un contrato, de algo poderoso.
—¿Quién eres? —preguntó Auren, manteniendo la calma, su mano descansando cerca de su espada invisible, la magia de Inari resonando en su alma.
La figura se inclinó ligeramente.
—Yo soy quien te vigila, y quien velará por que no pierdas lo que has pactado. Porque en este lugar, perderse es más fácil que mantener el control. Y te lo aseguro, niña… no eres la única que ha firmado contratos con los poderes oscuros.
Los ojos de Auren brillaron.
El mar había llamado a los antiguos espíritus, pero algo en la mujer frente a ella la hizo sentir que había algo más. Algo mucho más oscuro.
—¿Qué significa esto? —demandó Auren, su voz firme.
La figura soltó una risa baja, casi melancólica.
—Significa que el Consejo ha comenzado a moverse, la Academia tiene más secretos de los que imaginas. Los pactos no solo abren puertas de poder… también abren puertas de traición.
El corazón de Auren se detuvo por un instante. La palabra "Consejo" resonó en su mente. Sabía lo que eso significaba. El grupo de élite que controlaba la magia, el destino y las almas de todos los estudiantes. Esa era la verdadera amenaza.
—Y Kael —dijo la figura en la oscuridad—… no es quien aparenta ser.
Auren frunció el ceño, su mente funcionando rápidamente. ¿Qué quería decir con eso? Kael… el joven que había sonreído con arrogancia, el que parecía disfrutar del caos. Pero ¿era más de lo que parecía?
Antes de que pudiera responder, la figura levantó una mano, y el aire se tensó.
—Recuerda, niña del mar: no todos los pactos son lo que parecen. No todas las alianzas son visibles, y algunos, en esta Academia, están condenados a ser invisibles.
Y con un suave movimiento de su mano, la figura desapareció en las sombras.
Auren se quedó allí, sola en la habitación, con su mente zumbando de preguntas. ¿Quién había sido esa mujer? ¿Y qué estaba sugiriendo sobre Kael?
Al día siguiente, la inquietud se mantenía, pero Auren sabía que no podía quedarse en la oscuridad. El primer objetivo ahora era claro: Descubrir la verdad.
En las primeras horas de la mañana, la Academia comenzó a prepararse para el examen de invocación avanzada. Los estudiantes que habían superado la clase básica debían demostrar no solo su control, sino también su capacidad para conjurar esencias primigenias de los elementos.
Auren se dirigió hacia la sala de invocaciones. A su paso, sintió el peso de miradas curiosas, y las conversaciones se apagaron cuando ella cruzó el umbral.
Kael estaba allí, observando con su típica expresión de indiferencia. Sin embargo, sus ojos se encontraron brevemente con los de Auren.
—¿Sigues siendo la niña del mar? —preguntó, su tono tan cargado de sarcasmo como siempre.
Pero esta vez, Auren no reaccionó con la misma rabia. El peso de lo que había aprendido la mantenía alerta.
—Lo que sea que hayas planeado, no serás el único en este juego, Kael.
Sus palabras fueron claras, cortantes, y aunque Kael no respondió de inmediato, Auren sabía que algo había cambiado. Algo se había roto.
El examen comenzó.
Cada uno de los estudiantes, incluido Kael, debían invocar una esencia de gran poder. No era un simple elemental o un espíritu menor. Se trataba de una invocación de voluntad pura, una criatura capaz de desafiar las leyes del contrato.
Los invocadores pasaron uno por uno, algunos fallando, otros demostrando poder, pero ninguno logró el nivel de control que la Academia requería. Todo el tiempo, las sombra del Consejo parecía estar observando desde los rincones.
Finalmente, Auren se acercó al círculo de invocación.
Puso su mano en el suelo. Los símbolos de agua comenzaron a danzar. El poder de Inari, la Guardiana del Abismo, comenzaba a resonar en su ser.
Y entonces, una presencia ancestral se manifestó.
Una criatura de agua pura, brillante, un Leviatán de los abismos más profundos, se alzó ante ella, una figura inhumana, imponente. El círculo brilló con luz oscura.
Pero antes de que pudiera completar la invocación…
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Editado: 18.05.2025