📖 Capítulo 20 — Sombras y Promesas: La Llama que Consume
La victoria sobre el Señor de las Tormentas había dejado una calma temporal sobre las costas del norte, pero en el corazón de Auren, la tormenta nunca se había disipado. El poder que había desatado era vasto, pero también perverso, como una corriente subterránea que amenazaba con arrastrarla. Aunque la batalla contra el Señor de las Tormentas había terminado, la guerra interna de Auren apenas comenzaba.
Los aliados que la habían acompañado, Kael, y los guardianes marinos, se encontraban reunidos en una asamblea urgente en la sala de los estrategas de la Academia. Todos sabían que el sombrío señor de las tormentas no era más que la punta del iceberg. Algo mucho más grande se estaba gestando, y las fuerzas que Auren había desatado atraían oscuras miradas.
—El peligro no ha pasado. —dijo un viejo guardabosques, un espíritu de la naturaleza, su mirada profunda como las raíces de los árboles más viejos. —Los vientos traen malas noticias. Algo se está moviendo en el norte. Algo más antiguo que los dragones, más oscuro que cualquier criatura marina..
Auren se encontraba en silencio, mirando por la ventana de la sala, las olas rompiendo en la costa, como si el mar mismo intentara advertirle. Los ecos de la magia oscura seguían resonando en su alma. Sentía su poder cada vez más presente, como una llama que parecía crecer a cada paso.
Kael estaba cerca, pero no se atrevió a interrumpirla. Sabía que Auren estaba luchando no solo contra sus enemigos, sino también contra sí misma.
Finalmente, Auren se giró hacia sus aliados, sus ojos brillando con una determinación feroz, aunque también con un leve tinte de desesperación.
—No podemos quedarnos aquí. —dijo, su voz fría, pero con una nota de tristeza. —El verdadero enemigo no está solo en el norte. Está en mí, en lo que he desatado. Pero debo avanzar, debo encontrar una forma de controlarlo, de impedir que consuma todo..
Kael dio un paso adelante, mirándola con intensidad, pero también con una mezcla de preocupación y lealtad.
—Auren… no estás sola. Si hay algo que temes, lo enfrentaremos juntos. —su tono era suave, pero sus palabras traían consigo el peso de una promesa.
Auren lo miró, y por un momento, vio algo más que amistad en sus ojos. Un reflejo de su propia lucha. Pero rápidamente apartó la mirada. No podía permitirse ser débil. No podía dejarse llevar por esos sentimientos, no ahora. La oscuridad en su alma era una amenaza demasiado grande como para distraerse con deseos personales.
El viaje hacia el norte se reanudó, y en el camino, Auren comenzó a sentir una presencia extraña, como si estuviera siendo observada. Cada vez que cerraba los ojos, la magia oscura se activaba por sí sola, como si estuviera buscando algo. Algo dentro de ella, que aún no entendía.
Cuando llegaron a una antigua ciudad costera, las aguas parecían vibrar con una energía ancestral. Las ruinas que una vez fueron un puerto de gran importancia ahora estaban desmoronadas, cubiertas por una espesa niebla que se aferraba al aire como un manto de olvido. Algo había perturbado este lugar, algo oscuro y peligroso.
Auren avanzó, el manto oscuro de su magia extendiéndose a su alrededor, protegiéndola y guiándola. Kael la seguía de cerca, pero la tensión era palpable entre ellos. Sabían que se acercaban al corazón de la oscuridad.
Al llegar al centro de la ciudad, encontraron una puerta sellada, cubierta de símbolos antiguos que Auren reconoció como los sellos de los ancestros, aquellos que habían sellado la oscuridad primordial siglos atrás. Un símbolo en particular captó su atención, uno que le era especialmente familiar: el símbolo de la sombra, el mismo que había visto en sus visiones.
—Aquí es donde todo comenzó. —dijo Auren, su voz apenas un susurro. —Este es el lugar donde sellaron la oscuridad, el mismo poder que ahora me consume..
Kael dio un paso adelante, tocando la puerta sellada con la punta de sus dedos.
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Editado: 10.06.2025