Capítulo 31 — El Camino hacia el Eterno: Renacimiento de la Oscuridad.

📖 Capítulo 31 — El Camino hacia el Eterno: Renacimiento de la Oscuridad

La biblioteca secreta se cerró tras Auren con un eco profundo, como si las palabras que había descubierto resonaran en cada rincón de la Academia de Magia. Su corazón latía con fuerza, y una sensación de urgencia la invadió. Sabía que lo que había leído sobre El Eterno no solo era una advertencia, sino un destino que estaba a punto de alcanzarla.

El artefacto que El Eterno buscaba podía recrear la realidad, desatar una nueva era de oscuridad, una era en la que el mundo sería destruido para dar paso a un renacer oscuro. Auren no podía permitir que eso sucediera. Sin embargo, enfrentarse a El Eterno no sería sencillo. La magia ancestral que llevaba dentro de sí podría no ser suficiente.

Kael la encontró en los pasillos al amanecer, cuando la luz comenzaba a filtrarse a través de las ventanas altas. Su rostro, aún marcado por la preocupación, se suavizó al ver la determinación en los ojos de Auren.

—Auren… no estás sola en esto. —dijo Kael, sus palabras como un ancla en el mar turbulento de sus pensamientos. —Sabemos lo que está en juego. Juntos, podemos detenerlo..

Auren asintió con firmeza, pero en su interior, sentía la presión del destino. El Eterno no solo era un enemigo; era un fragmento de su pasado que ahora se enfrentaba a su futuro. La conexión entre ambos era más profunda de lo que ella había imaginado.

—Necesitamos encontrar a otros, Kael. No podemos enfrentar esto solos. —dijo, su voz grave pero decidida. —Hay fuerzas en el mundo que están más allá de nosotros, y no puedo cargar con todo esto sola..

El día siguiente fue un torbellino de actividad. Auren, Kael, y los aliados más cercanos de la academia comenzaron a reunir información sobre el artefacto y la ubicación de El Eterno. Sus investigaciones las llevaron a los rincones más oscuros del mundo, donde magia antigua y leyendas olvidadas se entrelazaban.

El Consejo de los Ancianos les había dado acceso a los tomos más prohibidos de la biblioteca, pero con ello vino una advertencia: cualquier error podría significar la destrucción de lo que quedaba de la realidad tal como la conocían. El artefacto que El Eterno buscaba no era un simple objeto, sino un canalizador de la fuerza cósmica que podía romper el equilibrio entre la luz y la oscuridad.

Una noche, mientras Auren y Kael estudiaban las páginas prohibidas, una presencia perturbadora se coló en el aire. Al principio, fue solo un susurro, una sensación en la piel, como un viento frío. Pero pronto, la magia oscura que los rodeaba se tornó tangible. La presencia de algo antiguo y malicioso se acercaba.

—¿Qué es eso? —susurró Kael, su voz tensa mientras sus ojos recorrían el horizonte.

Antes de que Auren pudiera responder, una figura apareció frente a ellos: un espectro, envuelto en sombras, con ojos que reflejaban una luz espectral. La figura se materializó en un vórtice de energía oscura, como si las mismas sombras fueran su ser.

—Vengo en nombre de El Eterno. —dijo la figura con una voz que resonaba como mil ecos. —La profecía se cumple, Guardiana. El renacer está a punto de comenzar. Tú, Auren, serás la llave de la destrucción..

Auren sintió una oleada de poder que la golpeó con fuerza. La oscuridad a su alrededor parecía respirar, como si el artefacto estuviera llamando a la puerta del final.

—¡No permitiré que destruyas este mundo! —gritó Auren, su voz cargada de magia pura.

Pero el espectro solo sonrió con una mueca vacía, su cuerpo disolviéndose en las sombras.

—No necesitas permitirlo, Guardiana. La profecía ya está en movimiento. Solo es cuestión de tiempo. —susurró antes de desvanecerse.

El encuentro dejó a Auren con más preguntas que respuestas, pero una cosa estaba clara: El Eterno estaba más cerca de lo que pensaban, y su influencia ya había comenzado a manifestarse.