Título: Renacer de la espada blanca
Autor: Oronguin-sensei
Capítulo 1: No siempre es algo bueno
"¡Rápido, llamen a la ambulancia! "¡Rápido! ¿Alguien conoce al chico que cayó al tren?"
Esos fueron los últimos sonidos que escuchó Kofa antes de caer en la inconsciencia; la muerte reclama su premio.
"¡Nyaas! ¡Nyaas!
Señora, respire fuerte y mantenga la calma.
"¡Ahaa me duele tanto!"
Kofa trató de abrir los ojos, pero solo miraba borroso. Aún así logró discernir muchos gritos de dolor muy fuertes; al parecer había llegado al infierno. Aquellos gritos llenos de agonía intensa son parecidos a los de una mujer. Desesperado al sentirse impotente por no poder moverse y aún más al sentir que unas manos gigantes lo levantan, llora más fuerte por miedo a lo desconocido.
Todo esto hizo que la inconsciencia de Kofa desapareciera y quedara su cuerpo en un estado de modo AFK para recuperar la cordura.
Cinco años después...
Un niño de cabello rojo, ojos negros y un físico delgado corre por aquella gran espesa jungla y sondea a dos conejos.
Uno de los conejos se aleja de la manada; al momento de pasar frente al niño escondido, es recibido con un cuchillo en su cuello. Lo último que vio el conejo fue un brillo blanco.
El niño con sus pequeños pies se acerca y toma al conejo por las orejas, mira un poco la sangre que gotea de la herida y, frunciendo el ceño, lo aguarda en una canasta. Con la comida del día cazada, solo queda regresar a casa.
El regreso a casa fue un camino lleno de tierra y muy alejado de la civilización; no quiere decir que este niño sea un salvaje o algún nómada. Lo que pasa es que siempre fue un chico muy especial; después de todo, es un viajero del tiempo.
Anteriormente era un oficinista de veinte años que murió por su propia mano al tirarse a las vías del tren; recuerda vagamente que se tiró por ver a la esposa acostada con varios sujetos en la misma cama.
Ahora despertó recuerdos de hace dos años cuando sufrió una gripe muy fuerte y por poco muere. Logró sobrevivir por la ayuda del espíritu anterior que se funcionó con éxito con este cuerpo y así logró obtener más fuerza mental para resistir a la enfermedad. Lastimosamente, la madre de este cuerpo falleció cuando lo dio a luz y fue adoptado por la curandera de la aldea, una señora mayor que le decían bruja.
Algo que lo dejó incómodo fue que, al igual que su vida anterior, mantuviera su mismo nombre, llamado Kofa, algo que realmente lo dejó pensando mucho si se trataba de alguna broma hecha por algún dios aburrido.
Además, la razón por la que se atrevió a cazar solo en las afueras de la segura aldea fue porque tiene el conocimiento de la antigua vida y cuenta con una habilidad salida de alguna fantasía; en realidad puede liberar cierta aura de color blanco y fundirla en las armas o incluso fundirla con todo su cuerpo. Lo que hace que aumenten los atributos básicos de velocidad, ataque, recuperación y, en las armas, aumente la velocidad de ataque junto a una gran mejora del aumento de filo.
Kofa no sabía cómo sentirse. Por un momento, cuando despertó, esta magia se sintió como un protagonista, pero quién le asegura que en este mundo no existan más como él y, sin quedarse en aquel mundo de arrogancia, se dedicó a cazar y mejorar con el manejo de espada.
El tiempo avanzó rápido y, en algún momento, había llegado a la puerta de la aldea. Al cruzar, fue recibido por los aldeanos que hacen vigilancia en la puerta, ambos vestidos de manera muy simple y con una armadura de cuero; cada uno cuenta con una lanza de madera. Ambos con un aura solemne, pero Kofa, un reencarnado, sabe muy bien que estos dos tipos son pura apariencia y en realidad están enfadados con estar parados durante más de seis horas.
Kofa los rebasó en unos pasos y caminó mirando alrededor de la aldea, que tiene un olor muy fuerte a mierda; además, los aldeanos tienen tremendo olor peculiar que hasta te cura la gripa.
Sin prestar más atención, continuo avanzando y logro llegar a una casa hecha de madera completamente con un techo de hojas de palma; además, la puerta solo está construida con piel de animal y madera.
Entró con la canasta en la otra mano y, al abrir la puerta, lo primero que notó fue un olor a sangre muy fuerte; caminó con un sudor frío en su espalda.
Al abrir la puerta, miró con una cara congelada y ojos abiertos a su cuidadora muerta con un gran corte en el cuello y muchos otros cortes más en la panza. Mucha sangre salpicaba el frío suelo de tierra.
Kofa se arrodilló al suelo sin poder controlarse; las fuerzas se habían ido y se quedó mirando aquel frío cadáver que lo cuidó. Ahora aquella señora está tirada y muerta. En la mano de la curandera están unas plantas de menta manchadas de sangre.
No sabe cuánto tiempo estuvo tirado mirando al cuerpo inerte de la señora; después de un momento se levantó y, con pasos lentos, avanzó al cadáver frío. Se acercó para tocar de manera lenta las mejillas frías de la mujer; un frío se extendió por los dedos.
Sin decir nada, tomó una pala oxidada que siempre está escondida abajo de la cama y comenzó a escarbar un pozo dentro de la casa.
La luz del sol se había ido y Kofa, continuando tirando tierra sobre un pozo, miró la cara fría y muerta de la señora; con lágrimas derramándose, inició a sepultar a aquella mujer amable.
Después de un rato dejó la pala y se derrumbó sobre sus propios pies, llorando en silencio mirando al vacío. Nunca supo por qué las personas buenas son las que mueren primero y sufren más; a veces parece que las malas personas son las que más viven mejor.
Kofa se juró de manera solemne y verdadera en su corazón en no ser una persona amable; será un verdadero demonio.
Tomando agua para lavarse la cara y tomar, llenó su estómago sediento.
Se levantó y miró el conejo que ahora está lleno de moscas, tomó aquel cuchillo y, sin dudarlo, salió por la puerta para buscar respuestas, no. Buscar venganza.