Narrado por Isabella
El amanecer en Sicilia siempre había tenido una calma engañosa. El sol emergía lentamente detrás de las colinas, pintando el cielo de tonos cálidos, como si todo estuviera en paz. Pero para mí, aquella mañana no traía tranquilidad, sino un desafío que no podía ignorar: confiar en Alekséi Romanov.
Habíamos acordado reunirnos en uno de los almacenes abandonados cerca del puerto. Era territorio neutral, pero también un recordatorio constante de lo que estaba en juego. Mi equipo estaba preparado, aunque a una distancia prudente. No iba a arriesgarme a que esto se convirtiera en una emboscada.
Cuando llegué, Alekséi ya estaba allí, rodeado de dos de sus hombres. Lo reconocí al instante: alto, con esa presencia imponente que parecía dominar cualquier espacio. Sus ojos, fríos y calculadores, se encontraron con los míos, y por un momento, el mundo pareció detenerse.
"Isabella," dijo, su voz baja pero firme.
"Alekséi," respondí con un ligero asentimiento, manteniendo mi tono neutral.
Entramos al almacén y nos dirigimos a una pequeña oficina en la parte trasera. Sobre la mesa, Alekséi había dispuesto mapas, informes y fotografías. No pude evitar notar lo organizado que era; cada detalle estaba en su lugar, como si hubiera ensayado esto mil veces.
"Estas son las ubicaciones de los últimos ataques," comenzó, señalando varios puntos marcados en rojo en el mapa. "Si conectas los lugares, forman un patrón que no es accidental."
Me acerqué, estudiando los puntos con detenimiento. Él tenía razón. Los ataques no eran aleatorios; alguien los había planeado cuidadosamente, calculando cada movimiento.
"¿Y qué sugieres?" pregunté, cruzándome de brazos.
"Dividir los frentes," respondió. "Tu gente investigará las conexiones con los comerciantes locales, mientras la mía se infiltrará en las redes externas. Necesitamos cubrir ambos lados."
No respondí de inmediato. Era un buen plan, pero trabajar tan de cerca con Alekséi requería un nivel de confianza que aún no estaba dispuesta a otorgarle.
"Esto no significa que confíe en ti," dije finalmente.
"No espero que lo hagas," respondió, una leve sonrisa asomando en sus labios. "Pero sé que confías en los resultados, y eso es lo que importa."
"Cuidado, Alekséi. Estás jugando en terreno peligroso."
"Siempre lo estoy, Isabella."
A medida que la reunión avanzaba, no podía evitar observarlo. Había algo en él que me inquietaba, pero no de una forma negativa. Era su control, su calma bajo presión. Era como si nada pudiera derrumbarlo.
"Hay algo más," dijo, interrumpiendo mis pensamientos.
"¿Qué?"
"Tengo razones para creer que alguien dentro de tu organización está involucrado."
Sentí un frío recorrerme. Sus palabras eran una acusación velada, pero no podía descartarlas. Si había un traidor entre los míos, eso complicaría todo.
"Dame pruebas," exigí, mi tono más duro.
"Aún no las tengo, pero estoy trabajando en ello. Solo ten cuidado en quién confías."
Salimos del almacén poco antes del mediodía. El aire estaba cargado de tensión, como si el universo mismo supiera que estábamos jugando un juego peligroso. Alekséi se detuvo antes de subir a su auto y me miró.
"Esto no será fácil," dijo. "Pero si alguien puede manejarlo, eres tú."
No respondí, pero sus palabras quedaron grabadas en mi mente mucho después de que él se marchara.
Esa noche, reuní a mi equipo en la sala de guerra de la villa. Sofía y Elena estaban allí, junto con mis hombres más confiables. Les mostré los mapas y les expliqué el plan.
"Trabajaremos con los Romanov, pero no bajen la guardia," advertí. "Esto es una tregua, no una alianza permanente."
Sofía me miró con curiosidad. "¿Y qué tan confiable es Alekséi?"
"Lo suficiente por ahora," respondí, sin querer entrar en detalles.
"¿Y tú?" preguntó Elena, su tono más suave. "¿Confías en él?"
Esa pregunta me tomó por sorpresa. La verdad era que no sabía la respuesta. Alekséi era muchas cosas, pero nunca había sido predecible.
"Eso no importa," dije finalmente. "Lo único que importa es detener esta amenaza."
A medida que la reunión avanzaba, no podía evitar sentir una sombra de duda. Si Alekséi tenía razón y había un traidor entre nosotros, entonces nadie estaba a salvo.
Cuando todos se marcharon, me quedé sola en la sala de guerra, observando los mapas y documentos. Sabía que estaba caminando sobre una línea delgada, pero no tenía otra opción.
Y mientras miraba los puntos marcados en el mapa, no podía evitar preguntarme si Alekséi era realmente un aliado o simplemente otro jugador en este juego mortal.