Renacer en la Oscuridad

Capítulo 5: Sangre bajo la lluvia

El golpe seco de la puerta cerrándose tras ellos sonó como el disparo de un verdugo.

Toni Blair no apartaba el cañón de la frente del jefe.
Su sonrisa torcida, su mirada inyectada de adrenalina, decían todo lo que las palabras ya no podían.

—Espero que hayan traído su mejor oferta —dijo, burlón—.
Porque después de hoy, Clover Field va a necesitar nuevos agentes.

Edward tensó cada músculo de su cuerpo, preparado para saltar.
Maider, en cambio, levantó lentamente las manos. No por miedo.
Por cálculo.

Ella estudió la habitación.
Dos hombres armados junto a la ventana.
Uno más tras la puerta.
Y Toni.
Demasiados para una salida limpia.

—Relájense —continuó Toni—. No vine a matarlos... todavía.

Maider respiró hondo, su mente corriendo a mil por hora.

Necesitaban una distracción. Un segundo. Solo uno.

—¿Por qué no bajas el arma, Toni? —dijo, con una voz tan suave que casi parecía una caricia venenosa—.
Esto no tiene que terminar mal.
Podemos negociar.

Toni soltó una carcajada que sonó como un cristal astillándose.

—¿Negociar? ¿Con ratas? —se burló—. No, preciosa.
Hoy ustedes escuchan, obedecen y rezan.
Y si tienen suerte...
Tal vez vean el amanecer.

En un movimiento fluido, Maider dejó caer al suelo el celular que todavía tenía en el bolsillo.
La carcasa se abrió en dos al chocar contra el piso.
Un pitido apenas audible llenó la habitación.

—¿Qué fue eso? —gritó uno de los hombres de Toni, girándose instintivamente hacia el sonido.

Ese fue el segundo que necesitaban.

Edward se lanzó como un lobo a la garganta del más cercano.
Maider sacó el arma escondida en su bota y disparó al que custodiaba la ventana.

El mundo estalló en movimiento.

Gritos.
Disparos.
El olor denso de la pólvora llenando la oficina.

Toni disparó, pero el jefe, contra todo pronóstico, se agachó a tiempo, rodando por el suelo como un maldito veterano.

Edward empujó a Maider detrás del escritorio, cubriéndola con su cuerpo mientras una lluvia de balas destrozaba la pared detrás de ellos.

—¡¿Tienes plan B, Stone?! —rugió entre el estruendo.

—¡Sobrevivir! —gritó ella de vuelta, disparando a ciegas sobre el borde del escritorio.

El caos duró apenas unos segundos.
Pero en esos segundos, todo cambió.

Toni logró escapar, dejando atrás a sus hombres, muertos o heridos.

El jefe se incorporó lentamente, su camisa ensangrentada por un corte en el hombro.

—¿Están bien? —preguntó, su voz ronca pero firme.

Maider asintió, recargando el arma.

Edward miró hacia la puerta abierta de par en par.
Allá afuera, en el corredor oscuro, se escuchaban pasos apresurados alejándose.

—No ha terminado —murmuró Edward, apretando los puños.

Maider lo sabía.
Esto era solo el principio.

La cacería había comenzado.
Y esta vez, sería a muerte.




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