Renacer en la Oscuridad

Capítulo 15: Bajo la Sangre y el Humo

La mansión Blair ardía como un altar de condenados.
Las llamas lamían las cortinas pesadas, ennegrecían los muros de mármol, teñían el aire de un rojo infernal.

Edward, Maider, Johannes y Stephen avanzaban a trompicones, cubriéndose entre columnas, disparando a todo lo que se moviera.
Los Blair no habían escatimado en hombres ni en sangre.
La guerra estaba declarada.

—¡Cubran la retaguardia! —rugió Johannes, su voz ronca de tanto disparar.

Edward sostenía a Maider con un brazo, su cuerpo aún sangrando, pero su determinación intacta.

—Resiste, Stone —susurraba una y otra vez—. No vas a morir aquí, te lo juro.

Las balas llovían como plagas.
Stephen vació su cargador y tomó el fusil de un guardia caído.

—¡Vienen más por el ala este! —gritó, disparando al azar.

De pronto, entre la humareda, surgieron David y Toni Blair, flanqueados por su gente.

Toni avanzaba como un demonio, su rostro distorsionado por una furia salvaje.

—¡¡MATENLOS A TODOS!! —bramó.

Edward sintió que el corazón se le congelaba en el pecho.
No había salida fácil.
No esta vez.

Johannes intentó flanquear a David, pero cayó de rodillas cuando una bala le atravesó el muslo.

Stephen lanzó otra granada, ganando segundos preciosos.

—¡Sigan moviéndose! —rugió, cubriendo la retirada.

Los escombros caían del techo.
El calor era insoportable.
Cada paso era una batalla contra el miedo.

Cuando llegaron al corredor trasero, pensaron que lo habían logrado.

Hasta que una figura solitaria les bloqueó el paso.

Josh Blair.

El más joven.
El más callado.
Y ahora, el más inesperado.

Con su pistola en mano, los apuntaba sin titubear.
Pero sus ojos, esos ojos azul turquesa, estaban cargados de algo que no era odio.
Era tristeza.

—No pueden ganar esta guerra —dijo Josh, su voz baja pero firme—.
No contra ellos.
No contra nosotros.

Edward levantó su arma lentamente.

—Si vas a disparar, hazlo ahora —gruñó, sin soltar a Maider.

Josh suspiró, bajando el arma.

—No voy a matarlos.
—Hizo una pausa, su rostro endurecido—. No hoy.
Pero no vuelvan.
No se crucen de nuevo en nuestro camino.
O la próxima vez, no habrá misericordia.

Detrás de él, el eco de los pasos de sus hermanos acercándose como bestias.

Edward, Stephen y Johannes se miraron un instante.

Una decisión muda.

—Gracias, chico —susurró Stephen.

Josh no respondió.
Simplemente se hizo a un lado, permitiéndoles el paso.
Sus ojos siguieron a Maider mientras se alejaban, como si una parte de él lamentara lo que había hecho.

Salieron tambaleándose de la mansión en ruinas, el calor de las llamas golpeándolos como un látigo ardiente.
Subieron a una camioneta blindada estacionada en la ladera y arrancaron a toda velocidad, dejando atrás el infierno que casi los había consumido.

Dentro del vehículo, Maider jadeaba, pálida pero viva.
Edward presionaba su herida, sus manos firmes a pesar de su propio dolor.

—Aguanta, Stone —murmuró—. Te vamos a sacar de esta.

Stephen conducía como un endemoniado, esquivando restos de patrullas, mientras Johannes apretaba los dientes, sangrando también pero negándose a caer.

Detrás de ellos, la mansión Blair ardía hasta los cimientos.

Una guerra había terminado esa noche...
Pero la verdadera guerra, la que dolía en los huesos y carcomía el alma, apenas estaba comenzando.




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