Renacer en la Oscuridad

Capítulo 18: La Sangre de los Inocentes

La noche había caído como una sábana negra sobre Clover Field.
El viento soplaba fuerte, arrastrando bolsas vacías, hojas secas y murmullos de miedo.

Toni Blair encendió otro cigarro, apoyado contra el capó de su lujoso Camaro negro, las luces apagadas para no delatar su presencia.

Frente a él, una pequeña casa de suburbio.

Luces cálidas tras las ventanas.
Risas de niños filtrándose por las rendijas.
El retrato de una familia normal.

Toni apretó la mandíbula, los músculos de su cuello tensándose.

<<La felicidad... qué cosa más jodidamente frágil>>, pensó, tragando humo amargo.

Sin más aviso, caminó hacia la puerta principal.
No tocó. No llamó.
La tumbó de una patada brutal.

Dentro, una mujer joven soltó un grito desgarrador.
Un hombre se interpuso frente a ella instintivamente, protegiéndola junto a sus dos hijos pequeños.

Toni no pestañeó.

Disparó.

Primero al padre.

Luego a la madre.

Los niños lloraban, abrazados en un rincón.

El mayor, de no más de ocho años, gritaba el nombre de su mamá.

Toni levantó la pistola.

Dudó.

Un instante.

Un solo segundo.

Una voz interna —lejana, quebrada— le susurró que no lo hiciera.
Que no cruzara esa última línea.

Que los niños no.

Nunca los niños.

Pero esa voz fue aplastada bajo el peso del odio, la rabia, la adicción a la muerte.

Apretó el gatillo.

Dos disparos secos.

Silencio.

Solo el sonido del casquillo rebotando en el suelo.

Toni salió de la casa caminando con calma, guardando su arma, como quien apaga la luz de un cuarto al salir.

No miró atrás.

No podía.

Si lo hacía, tal vez algo dentro de él —algo que aún era humano— terminaría de romperse.

Pero algo ya se había quebrado irreparablemente esa noche.

Y Josh Blair lo supo antes de siquiera ver la escena.

Josh llegó minutos después, siguiendo las pistas del caos que su hermano mayor había dejado.

El hedor a pólvora y sangre le golpeó como un muro.

Entró despacio, temblando.

Y entonces los vio.

La familia entera.
Apilada en su propia sala.

Los juguetes aún en el suelo.

Las risas aún vibrando en el aire como fantasmas.

Josh cayó de rodillas, soltando un sollozo que nunca pensó que saldría de su pecho.

Esto no era venganza.

Esto no era justicia.

Esto era pura maldad.

—¡Mierda, Toni! —gritó a la noche vacía—. ¡¿Qué hiciste, hermano?!

No hubo respuesta.

Solo el eco de sus palabras perdiéndose en la oscuridad.

Mientras tanto, en el escondite, Johannes recibía un mensaje urgente en su celular.
Una alerta que Stephen había interceptado por sus conexiones en la calle.

Edward se acercó al leer el mensaje en voz alta:

"Toni Blair acaba de asesinar a una familia completa.
Incluidos dos niños.
Se rompió la regla.
Ya no hay control."

El silencio en la habitación era sepulcral.

Maider, pálida pero lúcida, susurró:

—Ahora sí estamos tratando con un monstruo...

Edward apretó los dientes.

—Siempre lo hemos estado, Stone... solo que ahora ya no se molesta en ocultarlo.

Johannes soltó una carcajada seca.

—Esto nos da ventaja —declaró, con el rostro endurecido—.
Si los otros Blair ven lo que Toni ha hecho, podríamos sembrar la desconfianza entre ellos.
Dividirlos.

Stephen asintió.

—Josh ya no quiere estar de su lado. Ahora tal vez ni David pueda justificar esto.

Edward se inclinó sobre la mesa.

—¿Qué propones, jefe?

Johannes sonrió con una frialdad nueva.

—Vamos a usar a Josh...
Vamos a desangrar a Toni desde dentro.

Edward miró a Maider.

Ella, pese al dolor, sonrió también.

Una sonrisa rota, llena de furia.

—Entonces empecemos —susurró.

En la distancia, en algún callejón oscuro, Toni Blair limpiaba la sangre de sus botas.

Sus ojos, que alguna vez fueron humanos, ahora sólo reflejaban vacío.

No era cuestión de dinero.

Ni siquiera de poder.

Toni Blair ya no mataba por necesidad.

Mataba porque no sabía hacer otra cosa.

Y el mundo pronto lo descubriría.

De la peor manera.




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