Renacer en la Oscuridad

Capítulo 19: El rostro de la bestia

La ciudad amaneció con un temblor invisible recorriendo sus calles.

No era el frío de la mañana.

No era la neblina espesa.

Era el miedo.

Todas las pantallas, todos los televisores en los bares, tiendas y casas mostraban lo mismo:

Un rostro.

Toni Blair.

Congelado en una grabación de seguridad.
La imagen era borrosa, tomada desde lejos, pero el perfil era inconfundible.

El ángulo captó perfectamente su caminar arrogante, su pistola colgando de la mano, y las luces de la pequeña casa que acababa de convertir en un matadero.

Una familia destrozada.
Niños asesinados.

Una línea cruzada de la que ya no había regreso.

Las palabras del noticiero eran cuchillos:

"Sospechoso identificado como Toni Blair, presunto líder de la banda de narcotráfico Trinum.
Buscado por múltiples cargos de asesinato, entre ellos la masacre de una familia local.
Se solicita la colaboración ciudadana. Alto riesgo. Armado y extremadamente peligroso."

Por primera vez, los Blair no eran fantasmas.
No eran leyendas de las que sólo se susurraba en rincones oscuros.

Ahora eran el enemigo público número uno.
Y su rostro estaba expuesto ante el mundo.

En la base improvisada de Johannes, la tensión podía cortarse con un cuchillo.

Edward miraba la transmisión con los puños apretados, conteniendo una mezcla de furia y ansiedad.

Maider, pálida y aún débil, seguía la noticia desde una camilla, con Stephen a su lado pasándole agua.

Johannes rompió el silencio.

—Perfecto —dijo con una sonrisa que no llegaba a sus ojos—.
Ahora el monstruo tiene rostro.
Ahora podemos cazarlo.

Stephen carraspeó, inseguro.

—Pero si los Blair están acorralados... no van a reaccionar como humanos.
Van a reaccionar como animales.

Edward se giró hacia él, los ojos duros.

—Mejor.
Así es más fácil predecir sus movimientos.

Maider apoyó una mano en su pecho herido, respirando hondo antes de hablar.

—¿Qué pasa con Josh? —preguntó, la voz baja pero firme.

Johannes asintió.

—Ya lo contactamos. Quiere hablar. Está listo para traicionar, aunque no lo admita abiertamente.
Quiere parar esta locura.

Stephen soltó una risa amarga.

—Quiere, pero tiene miedo.
Y con razón.
David y Toni no perdonan ni a su propia sombra.

Edward se incorporó lentamente, con el rostro endurecido.

—No podemos confiar ciegamente en él.
Pero sí podemos usar su miedo.

Josh Blair estaba sentado en un auto alquilado en un estacionamiento abandonado, sudando frío.

Cada sombra que veía lo hacía saltar.

Cada ruido lo hacía pensar que había llegado su hora.

Cuando Maider, Edward, Johannes y Stephen llegaron, Josh casi lloró de alivio.

Maider fue la primera en acercarse, caminando con dificultad pero sin dejar de mirarlo directo a los ojos.

—No querías esto, ¿verdad, Josh? —dijo en voz baja.

Josh tragó saliva.

—Yo... yo nunca quise esto —confesó, quebrándose un poco—.
Mis hermanos... me arrastraron a esta vida.
Yo solo quería estudiar... alejarme de todo.
Pero después de que mataron a nuestros padres... David cambió.
Y Toni... —se estremeció— Toni se convirtió en algo que ya no reconozco.

Se pasó las manos por el rostro, temblando.

—La muerte de Becca Smith... —dijo, con la voz quebrada— no fue un "accidente de negocios" como dijeron.
Fue Toni.
La mató... sólo para enviar un mensaje.

Stephen lo miró con desdén.

—¿Y los niños, Josh?
¿También fueron un mensaje?

Josh bajó la cabeza, mordiéndose el labio hasta hacerse sangre.

—Eso se salió de control.
Siempre tuvimos reglas.
Nunca mujeres con niños pequeños.
Esa era nuestra regla sagrada.
Pero... Toni ya no tiene reglas.
Ya no escucha.
Es como si... como si disfrutara destruyendo todo lo que toca.

Edward intercambió una mirada con Johannes.

La conclusión era clara.

Toni Blair era un animal herido.
Y los animales heridos son los más peligrosos.

Los noticieros no dejaban de mostrar las imágenes.
Entrevistas a vecinos llorando.
Periodistas amarillistas transmitiendo desde la casa ensangrentada.

La presión sobre las autoridades era insoportable.

Y los Blair, por primera vez, estaban perdiendo.

En una de sus guaridas, David Blair golpeó la mesa con el puño.

—¡¿Cómo mierda nos grabaron?! —rugió, mirando a su alrededor.

Toni se encogió de hombros, indiferente, encendiendo otro cigarro.

—Me importa una mierda.
Que vengan.

David se acercó en dos pasos y le arrancó el cigarro de la boca.

—¡Mataste niños, hijo de puta!
¡Ni siquiera nosotros éramos tan bajos!

Toni sonrió de lado.

—Ya no estamos jugando a ser Robin Hood, hermano.
Este mundo es de los que toman lo que quieren.

David lo miró... y por primera vez en mucho tiempo... sintió miedo de su propio hermano.

Sabía que Toni no iba a detenerse.
Sabía que esto iba a acabar en sangre.
Mucha sangre.

De regreso con el grupo de Johannes, el plan comenzaba a tomar forma.

—Josh —dijo Maider—.
Necesitamos que nos ayudes a tenderles una trampa.

Josh cerró los ojos un instante.

Cuando los abrió, ya no quedaba nada de duda en ellos.

—Está bien —dijo—.
Pero tienen que prometerme algo.

Todos lo miraron.

—Prométanme que cuando todo esto termine...
no me van a obligar a elegir entre mi vida... y la de mis hermanos.

Maider, después de un breve silencio, asintió.

Aunque en su corazón sabía que esa promesa era una mentira piadosa.

Porque en esta guerra...

Nadie saldría limpio.




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