La noche cayó como un telón de plomo sobre la ciudad.
Toni Blair caminaba a paso firme por el estacionamiento subterráneo, con la sombra del fracaso mordiéndole los talones.
Ya no era un fantasma intocable.
Era un hombre marcado.
Y lo sabía.
Los rostros de sus hermanos, fríos y decididos, volvían a su mente como latigazos.
"No niños... no madres..."
La regla rota.
La sangre de los inocentes pegada a su piel.
Ya no había redención posible.
Sólo quedaba la furia.
Sólo quedaba la venganza.
En otro punto de la ciudad, Maider Stone, Edward Tanner y el jefe Johannes Collen estaban reunidos en un viejo edificio de oficinas que usaban como base clandestina.
Maider, vendada y aún débil por la herida, hojeaba los informes recientes.
Edward, recuperándose más rápido de lo esperado, vigilaba la entrada con un arma cargada.
Johannes organizaba los nuevos operativos con precisión quirúrgica.
Habían resistido demasiado para quebrarse ahora.
La guerra contra los Blair apenas comenzaba.
Y ellos estarían listos.
—Tenemos que movernos rápido —dijo Johannes, su voz firme—.
Toni está desesperado.
Y un hombre desesperado es el más peligroso.
Edward asintió.
—Si viene... que venga —gruñó—.
Estoy ansioso de devolverle el favor.
Maider, aunque más pálida de lo normal, sonrió de lado.
—No podrá dividirnos.
Y esa promesa quedó flotando en la habitación como un juramento de acero.
Pero Toni no era un imbécil.
Sabía que atacarlos de frente sería su perdición.
Así que planeó algo más retorcido.
Algo más sucio.
Consiguió contactos en los barrios bajos.
Sobraba gente con hambre de dinero fácil.
Su idea era simple: sembrar dudas.
Dividir al equipo desde dentro.
Infiltrar rumores.
Falsificar mensajes.
Crear sospechas.
Quería hacer que Maider dudara de Edward.
Que Edward dudara de Johannes.
Que todos terminaran desconfiando hasta de sus propias sombras.
Los ataques empezaron de manera sutil.
Un sobre anónimo para Maider con supuestas pruebas de traición de Edward.
Un video alterado mostrando a Johannes reuniéndose con un "informante" de Trinum.
Un mensaje interceptado que sugería que Edward había vendido información.
Todo planeado para hacerlos desconfiar.
Todo planeado para romper la cadena.
Pero Toni había olvidado algo vital.
No estaba lidiando con idiotas.
Estaba enfrentando a sobrevivientes.
Cuando Maider recibió el sobre, no cayó en la trampa.
Lo llevó directamente a Johannes.
Cuando Edward vio el video, reconoció las ediciones burdas.
Se lo mostró a Maider.
Cuando Johannes interceptó el mensaje falso, lo analizó en su laboratorio personal, descubriendo la manipulación digital.
Una por una, las semillas de discordia fueron arrancadas antes de echar raíz.
El equipo se volvió incluso más fuerte, más unido.
—¿En serio creyó que íbamos a mordernos entre nosotros como perros? —bufó Edward.
Johannes sonrió de lado, mientras Maider, con ojos brillantes, murmuró:
—No somos perfectos.
Pero somos familia ahora.
Y no había traición que pudiera romper eso.
En un rincón oscuro de la ciudad, Toni destrozaba una silla a golpes.
Gritaba como un animal herido.
Todo su plan, toda su manipulación... había fracasado.
Se sentía atrapado.
Acorralado.
No sólo por sus enemigos.
Sino por sus propios demonios.
Sabía que sus hermanos ya no confiaban en él.
Sabía que la Red de Delaware los quería muertos a todos.
Sabía que, muy pronto, no habría ningún lugar seguro para esconderse.
Mientras tanto, en la base, Johannes se acercó a Maider y Edward con expresión grave.
—Debemos estar atentos —dijo—.
Toni no se rendirá tan fácil.
Ahora, su miedo lo hace aún más peligroso.
Maider asintió, endureciendo su mandíbula.
—Que venga —dijo, su voz apenas un susurro—.
Esta vez...
No pienso fallar.
Edward le puso una mano en el hombro.
La noche era fría.
Pero la determinación en sus corazones ardía más fuerte que nunca.
Y sabían que cuando Toni Blair volviera a golpear...
Ellos estarían listos para incendiar el infierno si era necesario.