Renacer en la Oscuridad

Capítulo 34: La carta del pecador

La noche seguía devorándose a sí misma cuando Toni Blair decidió que ya no podía cargar más con el peso de sus pecados.

Se sentó en el borde de una vieja mesa de madera, en el refugio donde se ocultaban.
Afuera, la tormenta golpeaba los cristales rotos, como si el cielo mismo quisiera arrancarlos de su escondite.

Con manos temblorosas, tomó papel y pluma.

Y escribió.

Escribió como quien se arranca el alma pedazo a pedazo.

Stone:

No sé si alguna vez leerás esto.
Quizá para cuando esta carta llegue a tus manos ya sea demasiado tarde para cualquiera de nosotros.

Pero tengo que escribirlo.
Tengo que contarlo, aunque me parta en dos.

Hace años, antes de que el mundo me consumiera del todo, conocí a un tipo llamado Ariel.
Era distinto a cualquiera que hubiese conocido en la calle.
Tenía luz, ¿sabes?
Luz verdadera, de esa que no se compra, de esa que nadie te enseña.

Nos encontramos en uno de esos días podridos donde pensás que nadie te puede salvar.
Y él, sin conocerme, me dio algo que nadie más se atrevió:
Esperanza.

Éramos amigos, hermanos sin sangre.
Hablábamos horas sobre nuestros demonios, nuestras putas familias rotas, los sueños que sabíamos que nunca íbamos a cumplir.

Un día, Ariel me habló de su hermana.
No dijo su nombre.
Ni falta que hizo.

Sólo la llamó su ángel.
La única persona que, según él, merecía un futuro limpio, lejos de las cloacas donde nosotros ya nos ahogábamos.

Recuerdo sus palabras.
Todavía me persiguen:

"No importa cuánto me ensucie yo. Mientras ella esté a salvo, valdrá la pena."

Nunca imaginé que esa hermana sería la detective que ahora me quiere ver tras las rejas.
Nunca imaginé que sería .

La vida tiene una forma retorcida de escupirnos en la cara, ¿verdad?

Stone...
No estoy escribiendo para pedir perdón.
Ni para justificar todo el barro en el que estoy metido.

Sólo quiero que sepas que él te amaba más de lo que jamás podrías entender.
Y que cuando te tuve frente a mí —atada, herida, rota— me sentí como el último pedazo de mierda en este jodido mundo.

No toqué un solo cabello tuyo.

No porque me apiadara.

Sino porque, en tus ojos, vi a Ariel.

Vi lo que él habría matado por proteger.

Vi todo lo que alguna vez quise ser y nunca fui.

Estoy roto, Stone.
Más roto de lo que puedo reparar.
Pero no quiero arrastrarte conmigo.

Te lo juro, si alguna vez me ves caer, será porque elegí que así fuera.
No permitiré que tus manos se manchen tratando de salvar a un hombre que ya está condenado.

Cuida de ti.

Por Ariel.

Por lo que él creyó que todavía podíamos ser.

—Toni Blair.

Terminó de escribir cuando el reloj marcaba las 4:17 a.m.

Selló la carta en un sobre viejo, escribiendo a mano temblorosa el nombre: Maider Stone.

Y la escondió en el doble fondo de su chaqueta favorita.
La que sabía que llevaría cuando fuera su final.

Porque Toni había decidido algo:
Iba a entregarse.

Pero lo haría en sus propios términos.
Sin arrastrar a sus hermanos.
Sin hundir más inocentes.

Al amanecer, el refugio ya no olía a pólvora y miedo.

Olía a despedida.

Josh dormía acurrucado como un niño perdido.
David, en su vigilia silenciosa, sabía —aunque no lo decía— que el final se acercaba.

Toni, apoyado contra la ventana, miraba el horizonte rojizo.

Y por primera vez en años, pensó que tal vez había algo de belleza en la muerte.

Mientras tanto, en una estación de policía, Maider Stone luchaba contra sus propios fantasmas.

Sentía una presión en el pecho, una angustia que no sabía de dónde venía.

Como si alguien, en algún rincón del mundo, estuviera susurrando su nombre entre lágrimas.

Todavía no sabía de la carta.

Todavía no sabía que, en lo más oscuro del infierno, había un hombre que se debatía entre el odio y el amor.

Un hombre que, a su manera torpe y cruel, intentaba redimirse.

Y que en su último acto de humanidad...
Pensaba en ella.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.